Quien dijo aquello “de poetas y locos todos tenemos un poco”, exageraba. Figuraba la parte por el todo. Ni toda la humanidad está loca (?) ni todos los humanos escriben poesía.
Hacer versos no es un juego de niños. La poesía es profunda y debe ser un tanto filosófica si pretende ser auténtica poesía. El moralista francés Joseph Joubert decía que la poesía no se puede encontrar en ninguna parte, a no ser que la llevemos en nosotros mismos. La frase queda bonita, y encaja. En ese pensamiento el escritor galo se está refiriendo a la poesía autobiográfica, no la que resulta de la lectura de un libro, de la contemplación de una flor o de un sentarse ante la mesa, pensar y escribir. No a lo que se lleva dentro, sino a lo que se observa afuera.
El personalismo en poesía es un género que abunda. Poner en versos los avatares, las experiencias y los sentimientos de la propia vida ha tentado a grandes poetas de todos los tiempos. Yendo más atrás, el también francés Jean Joseph Mounier reconocía que el personalismo es inseparable de la autobiografía y constituye un lenguaje poético de referencias constantes.
Todo lo anterior intenta centrar
el libro que estoy comentando, publicado con el simple título de “Poesías”. Su autor, Ezequiel Saeta, no se ha sentado en pupitres universitarios ni la vida le ha dado lugar para el cultivo académico de la inteligencia. Como Miguel Hernández, se ha forjado en el trasiego del trabajo rudo y duro, y la vida lo ha maltratado, o él se ha dejado maltratar por la vida.
Es cristiano evangélico de tercera generación. Un abuelo paterno, Francisco Saeta, estuvo en la guerra de Cuba. Allá por el año 1898. En esa preciosa y única Perla de las Antillas fue convertido a la fe del Nuevo Testamento. De regreso a España viajó por distintos lugares de la Andalucía baja dando a conocer la salvación que Dios ofrece en Cristo. Fue este guerrero nacido en España y renacido en Cuba quien plantó la semilla del Evangelio en la localidad sevillana de Dos Hermanas. Al abuelo siguió el padre, otro Saeta también llamado Francisco. Los hijos de éste, entre los que se encuentra Ezequiel, han constituido familias cuyos miembros siguen casi todos la fe recibida en la niñez.
El libro de Ezequiel Saeta tiene 136 poemas. Algunos de ellos fueron escritos por el abuelo que estuvo en Cuba, pero casi la totalidad del libro le pertenece a él. Son versos escritos al azar, a lo largo de varios años. Incluye poemas dedicados a familiares y amigos, no muchos. Otra parte del repertorio está inspirado en Dios, en la Iglesia, en la fe.
En toda la obra el autor busca la rima, que antepone a la idea. Una manera de versificar que se distingue por la igualdad o semejanza en las letras de dos versos, a contar de la última acentuada. Rima y Ritmo eran sinónimos en la Edad Medía, conforme al sentido de la poesía latinocristiana. Poetas modernos no son muy partidarios de la rima, buscan con preferencia el fondo ideológico y filosófico, sin renunciar por ello a la musicalidad del verso.
He aquí algunos temas que Ezequiel Saeta versifica en su libro.
A DIOS
Dios llenó mi vida,
como perfume derramado;
en mi dejó la huella,
de Su Hijo amado.
Nunca te dejaré de amar,
con todo mi corazón,
Tú salvaste mi vida,
y tu amor me perdono.
A CRISTO
Sin Cristo no se vivir,
ni el camino más corto;
tropezando no quiero ir.
Por este sitio angosto.
Caminar con el Señor,
así me siento gozoso;
siempre llevo la lumbrera,
por este camino angosto.
A LA IGLESIA
Al estar en la Iglesia,
mi alma se derramó;
al sentir el Espíritu Santo,
de paz se llenó mi corazón.
Compartir con mis hermanos,
todo el amor de Dios;
eso me llena el alma,
y de alegría el corazón.
A MANUEL SALVADOR
Manuel Salvador, predicador en la Iglesia en Dos Hermanas,
fue el hombre que le llevó al Señor.
Manolo se llama mi amigo,
de apellido Salvador;
siempre trabajó mucho para Dios,
que es amigo de los dos.
Juntos recitábamos salmos,
andando por el camino;
siempre terminábamos hablando,
de Jesucristo nuestro amigo.
Quienquiera haya compaginado el libro ha olvidado importantes detalles. La letra es pequeñísima, casi ilegible –¿para ahorrar papel?-. Se echa de menos una ficha biográfica del autor, por muy escasea que sea. Tampoco se incluye un índice con los títulos de los poemas ni se separan los escritos por el autor y los que son originales del abuelo.
Puede que a Ezequiel Saeta no le concedan el Premio Nacional de Poesía, pero todo lo que cuenta en versos tiene su principio en los sentimientos. El corazón es el único poeta.
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