Ha sido por volver otra vez (esta no era la primera y, anticipábamos, no sería la última) a “mojarse” a más no poder en una predicción absolutamente concreta respecto al fin del mundo. Ni más ni menos ocurriría el 21 de mayo del presente año 2011 y, lejos de albergar cualquier duda al respecto, se ha dedicado a poner en movimiento cielo y tierra para hacer llegar su mensaje a todo el mundo. Desde luego, medios económicos no le faltan y, curiosamente, seguidores tampoco. La red Family Radio ha estado dando cobertura a esta predicción y han empapelado, literalmente, el planeta a base de carteles y publicidad variada.
Reconozco que cuando vi el gigantesco cartel cerca de mi casa pensé “Tiene pinta de campaña evangelística multitudinaria”, porque a veces pecamos justamente de esto, de tremendismo en ciertos megaeventos que vienen a darse cada cierto tiempo, en que se invita a un conocido predicador y se moviliza a media ciudad para el encuentro. Pero en esta ocasión no era así.
Cuando finalmente se hizo pública la información de que era el señor Camping el que estaba detrás y que lo que veíamos en los carteles era justo lo que parecía, es decir, una fecha concreta en la que se aseguraba que el fin del mundo se produciría, a muchos se les dibujó una sonrisa en la cara. Porque efectivamente, llama la atención el alarde y porque auguras que, sin duda, se equivocará y piensas que debe ser muy ingenuo y bastante imprudente para meterse en semejante patatal y salir indemne.
Sin embargo
a mí, más que dibujárseme una sonrisa en el rostro se me debió oscurecer la cara, porque se me venía a la cabeza la cantidad de sorna, burla y escarnio para el Evangelio a la que esta cuestión daría lugar, no porque este señor tenga nada que ver con ello, que probablemente poco o nada habrá usado la Biblia adecuadamente para llegar a sus conclusiones, sino porque
la gente, ante estas cosas, no suele saber ni tener demasiado interés en distinguir entre lo que es un fanático enamorado de su propio mensaje y el mensaje de Dios, que es otro muy distinto.
Según algunos artículos que le leído al respecto, la fecha se basaba en “estudios bíblicos realizados durante más de cinco años”. Me haría gracia este asunto de no ser por el drama que supone, porque en realidad el texto de
Marcos 13:32, en el que claramente se dice que ni siquiera el Hijo, con todo lo que Él es y la estrecha e íntima relación que tiene con Su Padre, sabe en qué momento tenga el Padre a bien que llegue ese momento, tarda sólo cinco minutos en leerse y comprenderse. Sólo el Padre mismo lo sabe y eso es suficiente. Hubiera tardado pocos minutos más en leer el texto de
Mateo 25:13, en el que se nos llama a velar porque “no sabemos ni el día ni la hora en la que el Hijo del Hombre habrá de venir”, y probablemente hubiera sacado bastante mejor provecho de su acercamiento a la Palabra siguiendo lo que ésta dice y no montándose una película del tamaño de la que se ha montado, para desgracia del Evangelio y de los que se perderán por su culpa.
Nadie en su completo sano juicio se hubiera arriesgado hasta tales niveles de no ser, sospecho, porque tenga algún tipo de convencimiento patológico acerca de lo que promulga. Este señor, al parecer, ni siquiera contemplaba la opción de poder equivocarse, algo que, por cierto, todos los demás dábamos por hecho, no porque dudemos de que el Señor vendrá, que esto es promesa, sino precisamente porque damos absoluto crédito a lo que la Palabra dice abiertamente, y es que vendrá “como ladrón en la noche”(
2ª Pedro 3:10).
Una vez demostrado, por otra parte, que a este señor la Palabra le sobra y Su mensaje más, poco queda por decir aparte de que, efectivamente, ha promovido su propio punto de vista, su propio delirio, incluso, pero el de nadie más (aparte de los seguidores que ciegamente le respaldan y que, imagino, se habrán llevado alguna que otra sorpresa). Y esto debería llenarle de temor y temblor, como a nosotros, sin duda, porque si algo es bíblico es el llamado a no ser tropiezo para el Evangelio. Cuando además se mezcla, como suele ser habitual, la verdad con la mentira, es mucho más difícil de distinguir la esencia del mensaje de Cristo.
Los carteles de Camping estaban dotados con una frase en particular que incita a error y era muy sutil el engaño: “La Biblia lo garantiza”. ¡Por supuesto que la Biblia habla de la venida del Señor, del final de esta Tierra tal y como la conocemos y del arrebatamiento de los suyos! Pero no dice EN NINGUNA PARTE que las cosas se vayan a producir de la manera en que el señor Camping ha estado vendiendo, como si de una campaña más de marketing se tratara.
Quizá si Harold Camping estuviera preocupado de la salvación de tantos que se pierden sin Cristo cada día, le pesaría algo más hacer mal uso de la Escritura y seguir siendo de tropiezo para que la gente se acerque al Evangelio. Porque este tipo de “salidas de tiesto” sólo redundan en perjuicio para el Evangelio, en desgracia para los que se alejan de Dios como consecuencia y en que la gente monte un auténtico circo alrededor del mensaje bíblico, que dista bastante de la cantidad de sandeces que dice este señor. Puede que, si dedicara su tiempo y esfuerzo, más que en llegar a conclusiones absolutamente subjetivas a partir de estudios tendenciosos de numerología bíblica, a compartir el Evangelio con los que le rodean o a orar por ellos, otro gallo nos cantara. El Señor Jesús no dedicó Su tiempo en la Tierra a lo que no nos es dado conocer, sino a lo que todos debemos tener acceso para poder conocerle. ¿De verdad creemos que si Él hubiera querido que supiéramos la fecha exacta de Su segunda venida no nos lo hubiera dicho? La Palabra nos pone de manifiesto cómo, efectivamente, podemos saber de manera clara e inapelable aquello que el hombre debe conocer porque Dios ha querido revelárselo. Y lo demás, para desgracia del señor Camping y de sus seguidores, son películas de miedo, que siguen llevándose a las personas lejos del Evangelio y del único mensaje que verdaderamente puede salvarles: Cristo mismo, el Hijo del único Dios sabio y todopoderoso, que no sabe cuál será el momento en el que se producirá esa segunda venida, sino el Padre, pero nos ha prometido que es cierta y segura como lo es el hecho de que estuvo entre nosotros en condición de siervo humillado hasta la misma muerte de cruz para rescate de muchos.
Si algo sorprende de esta historia y de ahí que me reafirme en mi hipótesis del delirio absoluto en la mente de Harold Camping, es que una vez pasado el 21 de mayo siga adelante en la defensa de su punto de vista. Ahora ya no es el 21 de mayo. Será el 21 de octubre, que era una fecha que él ya conocía, claro, aunque daba por buena o mejor la fecha de mayo.
Esto inevitablemente me recordaba al famoso chiste, en el que uno iba a hablar con un adivino, llamaba a su puerta y, al preguntar éste “¿Quién es?”, el primero llegaba a la obvia conclusión “Pues vaya porquería de adivino”.
Woody Allen reproduce magistralmente en su película “Si la cosa funciona” (2009) una situación parecida que es absolutamente hilarante por particularmente ridícula, pero que refleja a la perfección el drama que nos ocupa. El protagonista de la película, yendo a visitar a una mujer sobre la cual se ha caído al tirarse desde su propia ventana en un intento por suicidarse, descubre que ésta es, según ella misma, claro, adivina. Obviamente le pregunta por qué, siendo adivina, no sabía lo que iba a ocurrir. Ella contesta con un sorprendente “Ya lo sabía” que, como mínimo, recuerda al señor Camping y su insistencia por mantener su teoría, lejos de cuestionarse, aunque sea por decencia o dignidad, cómo se puede tropezar mil veces en la misma piedra, hacer tropezar a otros y no aprender de todo ello ni una sola vez.
A personas como este señor nos las seguiremos encontrando, por desgracia, una y otra vez. Podemos pensar que es un loco, un sinvergüenza o alguien con un serio problema psicológico que le hace tener pleno convencimiento de cosas que jamás someterá ni a un ápice de crítica. Sin embargo, que nada nos despiste ni nos desvíe de la realidad inapelable de la segunda venida de Cristo, que anhelamos y esperamos como el día glorioso en que será Cristo y sólo Cristo quien reine y gobierne este mundo. En ese día le veremos como Él es, como el Hijo por excelencia, Aquel por quien y para quien fueron hechas todas las cosas. Y entonces vendrá a rescatar a Su iglesia, y a reunirla con él para una eternidad gloriosa en Su presencia.
No sabemos cuándo. No sabemos todos los detalles del cómo. Pero sabemos que Sus promesas son en Él sí y amén, y con eso nos basta. Mientras tanto, sólo nos resta velar.
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