Sus palabras: “Encontrar nuevos ingresos o morir”. El prestigioso periodista añadió que
como consecuencia del fenómeno de internet, los móviles y otras pantallas, que reducen los ingresos por publicidad, “la edición impresa del diario tiene los días contados”.
“The New York Times” no es el único periódico estadounidense que está entre la espada y la pared. Otro clásico del periodismo norteamericano, “The Washington Post”, se encuentra en las mismas circunstancias. Hasta el punto de que la empresa se ha visto obligada a vender el semanario de su propiedad “Newsweek”, considerado como un tesoro nacional. Con unas deudas que alcanzan los 55 millones de euros, la revista ha sido traspasada a otra compañía, según se rumorea, por un dólar simbólico.
En los Estados Unidos de Norteamérica estas publicaciones emblemáticas no son las únicas que están sucumbiendo a las nuevas tecnologías, que han alterado por completo el modo de gestionar la información y la comunicación.
El problema es igualmente grave en Europa. Periódicos y revistas que un día lideraron la información a través de sus páginas en papel, están cerrando sus actividades o reduciéndolas a límites mínimos.
Un detallado informe publicado por “El País” decía que “a lo largo de una década, los periódicos de la Unión Europea han perdido 12 millones de ejemplares”. Además de ventas, los diarios han perdido ingresos, como consecuencia de “una virulenta crisis publicitaria que ha agravado la salud de una industria con 200 años de actividad”.
España no se libra de la quema.Conocidas revistas han dejado de publicarse porque no les llegaba publicidad y la venta en quioscos no daba para mantener la publicación. Esto le ha ocurrido a la revista “Renacimiento”, tal vez la mejor revista literaria que se publicaba en el país, donde aparecían textos de autores extranjeros como Vargas Llosa, Bryce Echenique, Ernesto Sábato, Guillermo Cabrera Infante, y de los españoles Fernando Sabater, Muñoz Molina, Vila-Matas, entre otras conocidas personalidades de la intelectualidad hispana. “Renacimiento”, editada por Abelardo Linares, llevaba 21 años en el mercado. Recibía una subvención económica de la Junta de Andalucía, pero cuando ésta cesó no pudo seguir viviendo de los ejemplares vendidos en quioscos y librerías.
Desde hace dos o tres años, los grandes periódicos nacionales que se publican en España tienen que hacer equilibrios para conservar lectores. Diarios como “El País”, “El Mundo”, “A.B.C.”, “Público”, “La Razón”, “La Vanguardia”, “El Periódico” y otros menos conocidos ofrecen de todo para vender ejemplares. Con el diario que cuesta poco más de un euro entregan libros, películas, cuberterías, mantelerías, cristalerías, cajas de herramientas y otros productos. “El País” ofrece a sus lectores hasta un carrito para la compra valorado en 80 euros.
Resulta obvio que en semejante escenario la prensa evangélica, muy pobre en recursos, poco tiene que hacer.
El potencial de las redes sociales, entre ellas Twitter, es enorme. Aglutinan más de 300 millones de personas. Esto ha llevado a decir a Emilio Lamo de Espinosa, doctorado por la Universidad de California y catedrático de Sociología, que no tiene duda alguna “de que en breve el soporte papel de los diarios habrá casi desaparecido”.
Y añade esta anécdota: “Desde hace bastantes meses cuando me voy a la cama dispongo en mi mesilla de noche de media docena de periódicos españoles y otros tantos extranjeros (New York Times. Financial Times. Wall Street Journal. Le Monde), una docena de revistas, cientos de libros y, por supuesto, todos los conciertos de piano de Mozart y casi toda la obra coral de Bach. No, mi mesilla de noche no es un almacén ni vivo en una leonera: simplemente en ella reposa un diminuto “Pod Touch” que me regalaron mis hijos hace un par de años por Navidad y con el que me conecto Wi-Fi a la red, lo que me da acceso a todo ello y mucho más. Si esto no es progreso que venga Dios y lo vea”.
Dios ya lo ha visto. Dios es el progreso, aunque ese progreso acabe con nuestras escasas publicaciones evangélicas en papel.
Si quieres comentar o