El atroz espectáculo de la política nacional prospera por individuos que sólo aspiran a medrar en los escombros, sudando rencores y recelos, palmo a palmo acabando con la heredad de todos. Ahora, cuando la indignación de nuestros jóvenes se instala en las plazas, debe delatarse a los impostores, a los adictos a pregonar pueriles programas de Gobierno cuyos hilos la Banca mueve (y moverá) a su antojo. Pocos, en el mundo evangélico, han clamado contra los gestores de antiguas y/o recientes injusticias y saqueos. Pero, posiblemente, baste y sobre la voz en el desierto de Juan Simarro, amigo-hermano al que mucho admiro. Que otros eruditos desperdicien su tiempo en profundas exégesis de Nada, en pataletas desconectadas con la gente que necesita al Cristo que provee y auxilia, al Cristo completo y no al sesgado por intereses presuntamente espirituales. ¿Tendrán que volver a re-leer el Evangelio aquellos que se desgañitan por un punto o una coma? ¿Habrá que comprarles una lupa de muchos aumentos para que lo lean? Amor al prójimo como a uno mismo; y Cristo enseñando la Teología del Ejemplo, sin chácharas abusivas:
“Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”.
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¡Vuelve a tu origen, Sangre!, ¡Vuelve a tu origen, Carne!
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Aquellos cuyos abuelos o padres hasta ayer eran perseguidos, mañana bien pueden tornarse en perseguidores hasta colgar tu osamenta rebelde.
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Allí donde el relámpago llamea existe otro Edén que no ha caído.
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La noche planea con su intangible manto y se instala en el pórtico del hombre cabizbajo que lamenta el despojo que le hiciera alguien que estimaba como amigo. De repente, llega éste, como antaño, exhibiendo dos botellas de buen vino, junto a la falsa sonrisa que antecede a sus zarpazos. Su dolor acumula un nuevo desengaño, de esos que muchas veces quiebran el fervor del que ofrece, a veces hasta lo que no tiene, a veces más de lo que el otro se merece. ¿Con qué otra memoria sumará esta otra estocada? ¿Acabará tan repudiable abordaje con su generosidad restante?
Días después se le ve mostrando más bondad hacia otros congéneres, mientras ellos constatan lo que él en verdad es: un pecho pródigo y un vasto corazón que irradia amor.
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Alguna vez también lee a Eurípides:
“¡Ah!, ¡cuán bueno es todo para los generosos!”.
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¡El pájaro canta por el vergel herido!
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Has vuelto porque nadie ha podido encarcelar tu Espíritu.
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Sólo desde el disimulo puedes entender la muerte, su lecho puesto a punto, su oblicua mirada, el ruido de sus toscos zapatos haciendo brecha en los pasillos de tu carne. Una vez más la tienes enfrente, obstinada en su penetración, eligiendo el costado de sombra donde depositar su rayo cegador, su cortante vencimiento. Trance falaz de lo restante, ¿cuándo desapareces?
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Tras tu boca amorosa están unos brazos listos, extendiéndose.
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Si –literariamente- criticar deseas y a criticar aprendes, vuélcate en la aguzada transparencia de aquellos que hienden su pensamiento en el origen para así saberse de buena fuente originales. Y comenta sólo obras que te entusiasmen, que sean carburante para tu espíritu; nunca critiques mamotretos indigeribles que sometan a tu criterio. Así practica tu oficio, sin trampas ni amarguras.
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¡Desllena tu reloj, tiene demasiados minutos apresurados!
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En tu escondedero vendarás sus llagas hasta devolverles algo de esperanza. Te apresurarás a alzarles del cayuco. Después, sólo después les dirás que las apariencias engañan.
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Desea que te alumbre la luz lenta de su memoria.
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Ser extranjera/ en su amada patria./ Profundo dolor.
(Hayku para Rosalía)
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El país del oro fue un hermoso sueño, pero la crisis lo esfumó por completo. Un día de invierno informaron al
“despapelado” su repatriación en pocas horas. Sólo lamentó que no le dejaran despedirse de un buen vecino.
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Terminará por quebrarse (o
desvanecerse) la urna de cristal donde te haces invisible al mundo.
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