Obtuvo el título de Bachiller en Ministerio (Seminario Hebrón de Santa Cruz), está casada, tiene tres hijos, y vino a España en busca de dignidad. Hoy vive en Salamanca, donde trabaja como auxiliar de ayuda a domicilio.
Pregunta.- ¿Qué empuja a una madre a salir de su país dejando a unos niños pequeños?
Respuesta.- Nací y viví mis primeros años en Santa Ana de Yacuma, en el Departamento del Beni (equivalente de una Comunidad Autónoma), pero antes de venir a España residía en una de las ciudades más pobladas y con mayor desarrollo de Bolivia: Santa Cruz de la Sierra. A pesar de dichas características, esta ciudad no nos ofrecía bienestar; nuestra situación era precaria. Mi esposo era taxista aunque el taxi no era suyo. Yo siempre estaba temerosa de que lo asaltaran, algo frecuente en la ciudad. Pero no había otra cosa y teníamos tres bocas que alimentar: tres niños de 2, 5 y 9 años. Lo que ingresábamos apenas daba para pagar los gastos y casi no quedaba para la comida. Pero debo decir que siempre había alguna cosita en la mesa. Dios no nos abandonó nunca. Yo no podía trabajar, ya que en ninguna casa me aceptarían con 3 hijos. Con esta situación mis hijos no podían aspirar a tener una vida más digna ni a unos estudios superiores. Allí la educación, más o menos razonable, se paga. Las escuelas públicas no tienen un nivel aceptable. No sé ahora si esto ha cambiado.
Así, mi marido y yo decidimos mi viaje a España en octubre de 2003, pues sabíamos que las mujeres tenían más posibilidades de trabajo como empleadas de hogar. Le dije al Señor que si era su voluntad que Él preparara el viaje. Y nos pusimos a orar. Todo salió bien y me prestaron el dinero necesario para el billete de avión y demás gastos de trámites. Pedí a mi madre que ayudara a mi esposo con los niños.
Yo no podía contener las lágrimas; mi madre dijo: “Tienes que ser fuerte por ellos”. Sólo Dios me dio la fuerza para contener mis emociones hasta que salí de mi país. ¡Qué dolor se siente!
P.- Una vez que llegaste a España, ¿cómo fue el primer encuentro con esta otra realidad? ¿Conocías a alguien? ¿Cómo te sentías?
R.- Me sentía sola, así que contacté con mi familia de la carne, que vivía en España, pero me dieron la espalda. Gente extraña fue la que me ayudó. No eran creyentes. Es muy triste estar sola. Lejos de tu familia, sobre todo de tus hijos tan pequeños. He llorado mucho.
No salimos de nuestros países para ser más ricos como a veces se piensa, o por un capricho; fue por pura necesidad. En España muchos salieron buscando dejar atrás la pobreza. Pienso que lo tienen más fácil para entendernos. Y más aun si son cristianos. Sabemos que para nosotros es un mandato de Dios acoger a los extranjeros. Quien haya leído la Biblia sabe acoger al extranjero.
P.- ¿Cómo llegas a una iglesia?
R.- Estuve 3 meses sin congregarme. Encontré trabajo y allí pregunté si conocían alguna iglesia evangélica. Me dijeron que en Salamanca sólo existía la iglesia católica. Pero el Señor me ayudó y un día vi el letrero que decía: Capilla Evangélica, en el Paseo de la Estación. Y fue una alegría. Te encuentras con otros con los que te identificas. Te sientes acogida; bendecida porque sabes que hay alguien que comparte tu fe. Me dirigí al local para ver los horarios y volví el domingo. Asistí al culto de comunión y después el hermano Antonio Romero me saludó y dijo que orarían para que mi marido y mis hijos vinieran a España. Oraron, y un año y once meses después mi familia arribó a este país. Mi esposo ya tenía un contrato de trabajo. Nos ayudaron a conseguir una casa y algunos muebles. Un matrimonio de la iglesia se desplazó a Madrid para traerlos un 31 de diciembre.
Pero antes de eso yo no paraba de llorar cada vez que me preguntaban por los míos. ¡Qué dolor sentía en el corazón! No lo sabes hasta que lo vives. Muchas hermanas me consolaron, fueron mi paño de lágrimas. Me dieron cariño. Me invitaban a su casa. En algo disminuía mi dolor.
P.- ¿Crees que Dios tenía un propósito trayéndolos a España?
R.- Aparte de una satisfacción material, Dios, al igual que a aquella niña israelita que dio testimonio en la casa de Naamán, nos utiliza aquí o donde sea para testificar de Él. Y lo hago en las 3 casas donde trabajo diariamente; o en otros lugares donde me encuentro. Aun cuando el tiempo que tengo es muy escaso, vale la pena darlo para que otros puedan conocer a nuestro Señor Jesús.
Es fácil llegar a un lugar donde no te conocen y portarte como tú quieras. Pero difícil es llegar a un lugar y demostrar que se es cristiano con hechos y con palabras. Considero que donde he trabajado he dado más de lo que me exigían, haciéndolo siempre como para el Señor.
El tiempo libre que me resta lo paso con mi familia y otras personas que están solas. Cuando has pasado por una situación negativa no deseas que los demás lo experimenten.
P.- ¿Cómo conociste el Evangelio?
R.- A los 12 años. Gracias a unos misioneros alemanes que conocimos en la ciudad donde nací. Para esa época perdí a mi padre y mi madre se quedó sola con 9 hijos propios y uno adoptado. Salimos adelante con la ayuda del Señor y de gente que nos apoyó. Luego nos marchamos a Santa Cruz y allí empecé a asistir a la iglesia cristiana evangélica Buenas Nuevas, donde colaboraba en el ministerio con los niños, en el de las mujeres y, más tarde, también en el de los jóvenes, conjuntamente con mi esposo.
P.- España atraviesa una aguda crisis económica de la que se piensa no se saldrá a corto plazo. ¿Esta coyuntura ha cambiado vuestra situación?
R.- Totalmente. Mi esposo está en el paro y realiza trabajos esporádicos. Por lo tanto, los ingresos han disminuido. Nos sostenemos con el trabajo que realizo como auxiliar de ayuda a domicilio (hice un curso organizado por el INEM) y cuidando niños. Así vamos manteniendo cierta estabilidad. Pero es difícil. Claro que confiamos plenamente en que el Señor no desampara a sus hijos. Y no faltará pan a nuestra mesa.
P.- ¿Cómo ves la situación actual de tu país? ¿Invita a pensar en un retorno a corto plazo?
R.- Desde afuera se ve mejor. Desde el punto de vista interno es diferente, pues se ve el sufrimiento de los más necesitados, la política corrompe hasta llegar a lo más bajo y eso es lo que está pasando en Bolivia. La presencia de nuestro presidente ha contribuido a que se haga más grande el regionalismo entre las razas (los collas y los cambas). En nuestro país aún existen las logias que dominan algunas instituciones gubernamentales, antes eran encubiertas, pero ahora quieren tomar los cargos públicos por la fuerza, en especial la gente del occidente del país. La desconfianza del pueblo en sus políticos hace que no veamos un futuro alentador para poder regresar a casa.
Nuestro país está asentado sobre una gran riqueza natural, pero los malos administradores del gobierno y la viveza de las empresas transnacionales se han apoderado de todo. Lo que tenemos, prácticamente ya no nos pertenece. El presidente prohibió las exportaciones tradicionales de azúcar, soja, aceite, alcohol y otros productos que la empresa privada exportaba, para que los mismos no salgan del país y se abaraten los precios internos. No tuvo ningún éxito. Por otra parte, la deuda con Venezuela hace que tengamos que venderle el cobre que producimos a precios reducidos al amigo del presidente (Chávez), y Venezuela lo vende triplicando su valor en el mercado exterior. Esto es una parte, sin mencionar los contratos lesivos con la empresa Repsol, que todo el país conoce.
Gracias, Ana, por tu testimonio que sirve de ánimo para muchas madres que se identifican con tus vivencias.
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