Francisco Royo es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Zaragoza. Desde hace tres lustros es guionista profesional, con trabajos en las series
Médico de Familia,
Periodistas o
Cuéntame cómo pasó. En cine, es autor de cinco películas, como
El arte de morir,
Trece Campanadas o
El club de los suicidas. Miembro del Comité Ejecutivo de GBU, también da clases de guión en la Universidad Menéndez Pelayo de Valencia y la Universidad Carlos III de Madrid.
Pregunta.- Me gustaría, como punto de partida, claridad acerca de si los evangélicos nos hemos revestido de ciertos clichés que nos impiden transmitir el verdadero Evangelio.
Respuesta.- Creo que los evangélicos caemos a menudo en lo que podríamos denominar “autarquía intelectual”. Creamos nuestra propia burbuja, en la que nos sentimos cómodos, y usamos términos cuyo significado sólo nosotros comprendemos. Eso puede llegar a romper muchos puentes comunicativos con el resto de la sociedad.
P.- Entonces, ¿nos dejamos colar lo que nos venden? Por ejemplo, a través del cine como medio difusor de los evangelios.
R.- El cine, desde su mismo nacimiento, ha usado la figura de Jesús y las historias contenidas en la Biblia para atraer a un público sensible a los valores cristianos. Desgraciadamente, Hollywood fue conformando película a película un retrato de Jesús muy alejado de los Evangelios. La iconografía que muestra a un Jesús de rostro enfermizo, ojos siempre elevados al cielo, que habla muy despacio, siempre vestido de un blanco inmaculado, etc., no hace sino refrendar el programa iconográfico de la pintura del XIX. Es un Jesús a medias, un cliché. Desgraciadamente los propios creyentes hemos “comprado” y asimilado este estereotipo de Jesús.
P.- Usted tiene la autoridad suficiente en el tema como para decirnos si el cine puede ser utilizado para transmitir las Buenas Noticias de salvación.
R.- Creo que sólo el cine hecho desde la verdad y la honestidad puede transmitir un mensaje, sea el que sea. Esa honestidad suele implicar la valentía de retratar las vidas de las personas tal como son, sin esconder su lado oscuro o sus fallos. Es lo que hace la Biblia, por ejemplo. Pretender comunicar un mensaje tan completo y complejo como el de la Buena Nueva a través de “historias bonitas, blancas”, de gente perfecta, no es hacer cine, sino propaganda. Mala propaganda. Hablar del Evangelio es poner el dedo en la llaga, es señalar que el ser humano tiene un grave problema, y eso, por definición, es ofender.
P.- Del elenco de películas de todos los tiempos que han intentado utilizar a nuestro Jesús como protagonista, ¿podríamos rescatar algunas?
R.- Yo rescataría a Enrique Irazoqui, el Jesús de
El Evangelio Según San Mateo de Pasolini. Tiene la virtud de ser creíble y humano, y ceñirse a decir las palabras de Cristo, sin permitirse el lujo de improvisar memeces como hizo Max Von Sidow en la película de George Stevens.
P.- ¿Por qué atrae tanto la figura de Jesús?
R.- Atrae para bien y para mal. En la sociedad post-cristiana en la que vivimos, se ha abierto una especie de tiro al blanco contra Él y lo que significa. Pero aún hoy, ocurre que quien inicia una búsqueda honesta de significado en la vida, termina, como mínimo, acudiendo a los textos originales para apartar tanta idea preconcebida, tanta película, novela... tanta educación religiosa y prejuicios, y tener un encuentro directo con Él. Al menos eso es lo que me ocurrió a mí cuando era aún un adolescente.
P.- Pero ¿realmente nos presentan al Jesús en el que nosotros creemos? ¿Se podría decir que detrás de ellas hay cierta perversidad teológica?
R.- Hay una perversidad mercadotécnica. La inmensa mayoría de las representaciones fílmicas de Jesús siguen los cánones de una representación políticamente correcta, que desdibuja su humanidad. Otras, hacen todo lo contrario, despojándole de su deidad e inventando conflictos, problemas de identidad o dimensiones políticas que nunca sostuvo. Ambas olvidan deliberadamente aquello que hace de Jesús un caso único en la historia, el ser Hombre y Dios.
P.- Vemos que en las películas utilizan los evangelios para presentarnos una especie de biografía de Jesús. ¿Es que los mismos son un cuento de la vida de Jesús o fueron escritos con otro objetivo?
R.- Los Evangelios no son biografías al uso. Deliberadamente omiten enormes secciones de su vida, como su infancia y juventud, y se centran en los tres años de su ministerio. No nos hacen una descripción física de Jesús, pero nos hacen un detallado mapa de su genealogía para demostrar que es descendiente de David. Toda la obra está al servicio de un propósito explícitamente nombrado en Juan... Nos proporcionan la información necesaria para que creamos en Jesús, y para que creyendo en Él, tengamos vida eterna.
P.- Sabemos que el centro de una película es el conflicto del personaje. ¿Tuvo conflictos Jesús como para ser protagonista de una película?
R.- Jesús enfrentó muchos conflictos externos, pero carece de lo que técnicamente entendemos por conflicto en teoría de guion. El término nace en la Poética de Aristóteles, quien lo nombró como hamartía. Aristóteles afirma que las mejores historias nacen de aquellos personajes que tienen un “fallo”, un “defecto”, una “fractura interior”. Todo guion es un camino que el protagonista recorre para solucionar un conflicto interior. Es en ese sentido que Jesús carece de conflicto. No necesita solucionar una cuenta con el pasado, no necesita aprender nada, ni siquiera evoluciona a lo largo del relato como consecuencia de ese viaje iniciático. Todo ello le convierte en un pésimo personaje de cine... pero en un magnífico Salvador.
P.- Y usted, ¿tiene conflictos internos y externos a la hora de transmitir valores cuando escribe un guion? ¿Siempre logra marcar la diferencia?
R.- Como cualquier otro profesional, me debo primeramente a ejecutar con excelencia el encargo que se me haya hecho. Eso implica que noventa y nueve veces de cada cien, debo escribir sobre personajes que no comparten mi ideología o creencias. ¿Y qué? Ésa es la maravilla del escritor o del actor... transitar vidas que no son las tuyas. Y debes hacerlo, como ya he señalado, siendo honesto, con tu historia y tus personajes. Meter a machamartillo tus valores y tus creencias en un relato es jugar sucio, y además se nota tanto que terminas escribiendo un mal guion.
En nuestro trabajo diario, los guionistas pasamos muchas horas hablando de nuestras historias, y de una u otra forma, terminamos referenciando asuntos de las tramas a nuestra propia experiencia. Al final, terminamos contando muchas cosas de nosotros mismos. Cualquier compañero con el que he compartido un buen ambiente de trabajo, en el que se haya creado un clima de confianza, sabe que soy creyente. Surge de una manera natural... ¿Pero no es así en la experiencia de cualquiera?
P.- Y la iglesia: ¿Cómo debe reaccionar cuando se tergiversa o se dan arbitrariedades con respecto a Jesús?
R.- Primeramente debe denunciarlas... y no necesariamente ante un juzgado de guardia, cuidado. Llevamos ya siglos queriendo ejercer de inquisidores y de policías de las costumbres, queriendo que los demás vean el mundo desde nuestro punto de vista. En un mundo post-cristiano, eso se acabó. En lugar del inquisidor, hay sitio para el profeta... que dice la verdad tal cual es, sin componendas ni cesiones a la presión del grupo o a lo políticamente correcto.
P.- En resumen: ¿sirve o no sirve el cine para dar a conocer el Gran proyecto de Dios para los hombres?
R.- Si una película es buena, es porque contiene, en mayor o menor medida, algo de verdad. En ese sentido, todo el cine, el buen cine, sirve para confrontar de alguna forma al hombre y llevarle a la verdad. Ahora bien, en lugar de enmendar la estrategia comunicativa de Dios, podemos confiar en ella, y dirigir a las personas al mejor vehículo de comunicación que Él nos ha dejado: su Palabra.
Gracias, Curro, por sus valiosas aportaciones. Deseamos que continúe haciendo arte con excelencia, responsabilidad y libertad.
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