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Protestante Digital

 
Una entrevista a Antonio Romero, director de Cruze
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«Tras la guerra la paz de Dios llegó a mi vida» (A. Romero)

Antonio Romero tiene tras de sí algo más de cincuenta años entregado a la obra del Señor en Salamanca. Es Anciano Emérito de la Iglesia de Paseo de la Estación y dirige Cruze TV, una pionera experiencia, aprovechando la Televisión Digital Terrestre, de comunicar el Evangelio en la capital del Tormes.
MUY PERSONAL AUTOR Jacqueline Alencar 02 DE ABRIL DE 2011 22:00 h

Pregunta.- La radio fue el primer instrumento utilizado, con mensajes breves. Y, más reciente, se creó una televisión local patrocinada por las iglesias de Paseo de la Estación y Calle Volta. Coméntenos estas experiencias para difundir el Evangelio.
Respuesta.- Los mensajes radiales se vienen emitiendo desde 1986, cada día, a las doce de la mañana Ya son 25 años de ofrecer a los oyentes un mensaje de tres minutos diarios. Hasta el verano de 2002 tuvimos que ir a la emisora a ponerlo, mediante un casete. Así nos ganamos la confianza de los responsables, que se abrieron a otras cosas, como la de emitir cada domingo un mensaje evangélico de 15 minutos. Actualmente, y desde hace cinco años, también se emite, de lunes a viernes, “La Fuente de la Vida”, un recorrido por toda la Biblia a través de programas de 30 minutos.
Esta constancia con la radio dio lugar a que pudiéramos tener un canal de TV, a partir de la implantación de la TDT (Televisión Digital Terrestre).CruzeTV comenzó a emitir en enero de 2010, contando con el apoyo de SolidariaTV. Continuas llamadas de radioyentes y testimonios personales de televidentes, nos muestran que la labor es positiva y, a pesar de que los resultados no son demasiado visibles, sabemos que la semilla está siendo sembrada y la eternidad nos dirá la medida.

P.- ¿Cómo conoció a Jesucristo en su Galicia natal?
R.- Un sobrino, cuatro años mayor que yo, se convirtió, me habló de Dios y me inició en la lectura de la Biblia cuando yo tenía 18 años. Bastante aficionado a la lectura, leí la Biblia con avidez y comencé a valorar la Persona de Jesucristo. Me invitaron a las reuniones evangélicas, a las que acudía de vez en cuando. Por lo que leía y por lo que oía, me fui adentrando en el conocimiento de Dios, llamándome poderosamente la atención esa personalidad de Jesús y su muerte redentora. Después de más de tres años, considerando el tema entre profundas luchas internas y polémicas externas, decidí entregar mi vida a Cristo, aceptando su obra a mi favor. En ese momento acepté a la Iglesia Evangélica como la verdadera iglesia de Jesucristo y me dispuse a ser útil en ella.

P.- Usted fue testigo de los efectos de la Guerra Civil. ¿Propició ésta el desarrollo de ciertas circunstancias familiares? ¿La emigración tal vez?
R.- La Guerra Civil puso en mí una carga terrible de resentimiento y pesar muy profundo. La situación familiar que nos tocó vivir fue demasiado trágica como para recordarla. Cuando yo tenía 17 meses, estalló el Movimiento, julio de 1936. A los pocos días llamaron a mi casa, entrada la noche, y amablemente algún conocido le dijo a mi padre: “Víctor, acompáñanos al Palacio que tienes que hacer unas declaraciones”. Lo llevaron a una aldea y lo fusilaron. Posiblemente le pidieron que dijera dónde estaba su hijo mayor, Víctor, como él, socialista de UGT, que se había ido al monte nada más estallar el movimiento. Al no decirlo, lo mataron. No tenían otro motivo, pues mi padre era monárquico. A los pocos días, militares de la marina vinieron a disculparse ante mi madre, quien desesperada no los escuchó y les dijo que no quería saber nada del cadáver, que los que lo habían asesinado hicieran lo que quisieran con el muerto. En la primavera de 1939, en un descuido, al quedarse dormido en un campo donde pasaba la noche escondido, mi hermano se despertó rodeado de guardias y militares. Rastreándose como las serpientes, al punto de marcharse de retirada, un soldado chilló “allí está el pájaro”. Los fusiles le apuntaron y salió en procesión más de tres kilómetros hasta llegar al lugar donde estaban los vehículos militares. En el camino golpearon a mi hermana mayor, que se atrevió a insultar a los que llevaban prisionero a mi hermano. Pasaron por delante de mi casa y a mí, con poco más de 4 años, se me quedó grabada la escena, vaga pero real.
La esposa y sus dos hijas fueron con él a la cárcel; por poco tiempo. La esposa, junto con mi hermana mayor, viajó a Burgos para pedir clemencia a Franco. No fueron recibidas, pero les dieron buenas palabras, y a los pocos días, junto con otros, lo fusilaron. Desde 1936 hasta 1939, año en que apresaron a mi hermano, nuestra casa estuvo rodeada por las fuerzas armadas. En ella nunca cogieron a ningún perseguido, aunque con frecuencia pernoctaban en ella. Dios debió de guardarnos, porque hubo casas donde encontraron a algunos y asesinaron a todos los ocupantes. En más de una ocasión nos llegaban avisos que decían: “Hay un chivatazo, protéjanse”.
Además de la pobreza en que nos desenvolvimos, los primeros 20 años de mi vida fueron escenario de una constante rebeldía al sistema, a la vida; y me sentía muy distante a Dios. Pero oía decir a mi madre: “Dios no tiene la culpa de lo que hacen los hombres”. Sin duda esta pequeña aportación de mi madre fue de ayuda para interesarme en Dios, mediante Su Palabra, la Biblia, cuando estaba a punto de meterme en la política.
Y luego la emigración. Efectivamente, la emigración me hirió el alma. Mi hermana Carmen, segunda en edad, tuvo que emigrar a Buenos Aires, y sus dos hijos (sin padre y sin madre) convivieron conmigo. Yo, un poco mayor que ellos, tuve que hacer de cuidador constante y mi madre me exigía responsabilidad sobre ellos. En el viaje de mi hermana a Buenos Aires, corrió la noticia que el barco “Ciudad de Buenos Aires” había naufragado. Todos los familiares nos alarmamos hasta que las autoridades competentes nos tranquilizaron, informando que se trataba de una pequeña avería. En ese mar de confusiones, a los 18 años, llega Dios a mi vida.

P.- ¿Qué lo trajo a Salamanca? ¿Fue difícil adaptarse a esta ciudad?
R.- Algo más de diez años pasaron desde mi relato anterior a lo que ahora me preguntas. Dos años de noviazgo con Lidia y planteándonos el casarnos. En 1961, mi suegro nos pide que fijemos nuestra residencia en Salamanca; sorprendidos, disgustados y preocupados, aceptamos diciendo: “Hágase tu voluntad, Señor”. Tanto Lidia como yo vivíamos un momento de entrega a Dios y aceptamos que Él tenía la última palabra sobre nuestras vidas.
Para mí el cambio fue tremendo: Familia, Iglesia, ciudad, trabajo, ¡horror! Pero Dios estaba en ello, así que Él dio las fuerzas y todo fue adelante, hoy puedo afirmarlo, a cincuenta años vista.

P.- La iglesia de Paseo Estación cumple su 78 aniversario. Háganos un breve repaso de su historia. Entendemos que cuando llega ya hay una iglesia implantada por Benigno González. Pero todavía hay represión franquista. ¿Podría contarnos como sobrevivía un evangélico en Salamanca?
R.- Efectivamente, ya había una iglesia con 30 años de vida. Menos de 20 miembros reuniéndonos en el domicilio de mis suegros; un culto los domingos por la tarde, y 4 jóvenes, con una reunión los martes. También la Escuela Dominical los domingos por la mañana. ¡Un poco distinta de mi iglesia madre, en Vigo, cerca de 300 miembros, un grupo de unos 60 jóvenes, yo diácono reconocido y varias iglesias hermanas cercanas que visitábamos constantemente!
A esas alturas de 1962 pocos atropellos se daban, aunque no faltaron algunos. Por ejemplo, Lidia, mi esposa, no pudo ir al colegio, y su hermana mayor, que entró a trabajar en una conocidísima empresa de Salamanca, fue despedida a petición de las monjas, quienes dijeron a sus dueños que dejarían de comprarles; a lo que ellos obedecieron. Para casarse había que movilizar a la Iglesia Católica porque no se admitía el Matrimonio Civil, a menos que el obispo certificara que no se era católico, y estos trámites demoraban mucho. En Vigo tuve que hacer una Renuncia ante Notario, de dejar de ser católico. Pero yo venía de Vigo, donde los evangélicos ya éramos un tanto conocidos y respetados. Por otra parte, en España se iba dando algo más de apertura. Aun así, vivíamos muy encerrados en nuestro ambiente.

P.- ¿Ser cristiano ayuda a cantar en medio de las tribulaciones?
R.- Mucho. Creo que sólo como cristianos se puede vivir la vida que nos tocó vivir, porque los idealistas, como mi hermano mayor, se rebelan contra la vida y acaban fusilados; luego, los conformistas se refugian en el alcohol, en las drogas, etc. y acaban en el hospital o en el cementerio. Pero los cristianos tenemos una fuerza superior que es Dios obrando sobre nosotros.

P.- ¿Cuándo empieza su etapa como Anciano de la iglesia?
R.- A los 6 meses de estar viviendo en Salamanca, en una reunión de los 4 varones adultos que estábamos en la iglesia, propuse reunirnos una vez al mes para considerar el desarrollo de las cosas. Pronto decidimos abrir un lugar para cultos en el bajo de nuestro domicilio y ante el próximo permiso, restringido de las Autoridades, y la apertura al público de los cultos, decidimos constituirnos en “Consejo de Ancianos”. Éramos los 4 varones adultos únicos y la elección no ofrecía duda alguna. El señor Benigno, “patriarca nato”, dio el visto bueno y nunca nadie dudó de la elección. Así Dios me mantuvo desde 1963 hasta 2008, donde, con un sopesado y amplio criterio de personas cercanas, dejé el Consejo de Ancianos para ejercer el diaconado, en la iglesia que me acogió, bajo el Consejo de Ancianos que yo avalé.

P.- ¿Qué implicaba esta responsabilidad?
R.- Para mí fue una constante responsabilidad, una ardua tarea, además de preocupaciones y desvelos. Pero la gracia de Dios fue mucho más abundante y resultó en un gozo inefable. Sólo me queda el veredicto del Amo, al que voy con humilde oración de clemencia, esperando en su misericordia.

P.- ¿Cuándo y quién decide la jubilación de un Anciano?
R.- Según mi opinión, sólo Dios. Y también creo que nunca lo hace en este mundo. Son irrevocables los llamamientos de Dios. Pero creo que hay que diferenciar entre ser “Anciano” y estar en el “consejo de Ancianos”. Al dejar el “consejo” se deja la responsabilidad del gobierno de la iglesia, pero la visión, vocación y dedicación a la iglesia, ésa, si cabe, cobra mayor fuerza. Así lo veo yo.

P.- ¿Cómo cree que la iglesia afronta los cambios?
R.- Depende mucho de la edad y de las personas. A los jóvenes, como los atenienses, les gustan las novedades, pero a las personas mayores nos entristecen. Esto en líneas generales. Yo entiendo que los cambios moderados, sopesados y consensuados, son buenos. Dios lleva la creación en constante movimiento. Si Eclesiastés dice que generación va y generación viene y todo es igual, vanidad, otros textos bíblicos dicen, parafraseándolos, “que Dios hace algo nuevo hoy”.

P.- En la iglesia de Paseo de la Estación hay por lo menos veinte nacionalidades. Parece un anticipo de lo que se nos comenta en el Apocalipsis. ¿Qué opinión nos puede dar sobre este fenómeno en la vida de su iglesia?
R.- En principio diré que esta experiencia que vivimos en nuestra iglesia, desde siempre, es una manera de entender el plan de Dios para la iglesia y de ponerlo en práctica mediante principios bíblicos, de reconocer a los creyentes, por el solo hecho de serlo y ejercer el amor de Cristo derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Juega un papel muy importante dejar de lado los conceptos denominacionales y valorar la eficacia de la obra de Cristo, que avala la fiabilidad de los redimidos, a pesar de las dudas que todos podemos tener. Lo que decimos cada domingo al partir el Pan: “Todos los que hayan aceptado a Cristo como su salvador personal y lo hayan manifestado a través del bautismo y estén en comunión con una iglesia local, están invitados a participar de esta comunión”.

P.- En los últimos dos años Salamanca esta siendo visitada por destacadas figuras del mundo evangélico español e iberoamericano. Nombres como Juan Antonio Monroy, Samuel Escobar, Juan Simarro, José de Segovia, Carlos Nejar o José Pablo Sánchez son algunas de ellas. ¿Qué recuerda de tiempo atrás?
R.- También pasaron diferentes evangélicos relevantes, de diferente países, como el ecuatoriano René Padilla, sobre 1965. Estuvo Max Keler, de Suiza, con influencia en la Obra Misionera en Alemania. Y luego equipos de Londres o grupos universitarios de EE.UU, entre otros, facilitaron que la iglesia de calle Monroy, y más tarde de Paseo de la Estación, se hiciera conocida. Todo esto muy ampliado por los obreros de las Asambleas de Hermanos, que desde comienzos de 1932 visitaron la iglesia con regularidad. Antes de que Francisco Lacueva colgara los hábitos de eclesiástico renombrado de la Iglesia de Roma, en Salamanca orábamos por su conversión. Por lo cual tuvo a bien venir aquí, después de convertido, para dar unos días de conferencias en el salón de Caja Duero, en actos organizados por nuestra iglesia. A las mismas asistieron un buen número de curas y monjas, debido a que Lacueva era muy conocido en la Universidad Pontificia de Salamanca.
 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

Emilio
04/04/2011
01:26 h
1
 
¡Qué bueno escuchar testimonios así! Gracias. Queremos más de esto...
 
Respondiendo a Emilio

Jose A.Sanchez (Salamanca)
18/04/2011
20:57 h
2
 
Creo que esto nos motiva a continuar con fidelidad. Testimonios sencillos pero desafiantes. Damos gracias a Dios por la fidelidad de sus siervos.
 



 
 
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