Es en el sur-sureste del país y cerca de Centroamérica donde el protestantismo reporta sus mejores números.
La disminución del catolicismo tiene grandes variantes regionales. De acuerdo con el Censo 2010 mientras la media nacional de la población que se reconoció como católica es de 83 por ciento, por su parte Chiapas tiene en ese mismo rubro un lejano 58 por ciento.
El caso de Chiapas nos permite hacer algunas reflexiones acerca de
los criterios que guiaron al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) para clasificar las identidades religiosas de los mexicanos y mexicanas. Los números tienen que ser puestos en la balanza, para encontrar matices importantes acerca de la diversificación en materia de creencias dentro del país,
Es muy contrastante que Chiapas tenga 25 puntos porcentuales menos que la media nacional de población católica. La historia de éste estado como el primer lugar con porcentajes de menos católicos inició en el Censo de 1990, cuando en ese renglón reportó 67.6 por ciento y en el país fue de 89.6 por ciento. En el año 2000 la nación mexicana tuvo 88 por ciento de población católica y casi seis por ciento de protestante evangélica (incluyendo a los adventistas del séptimo día en este renglón). En Chiapas los números fueron, respectivamente, 63.8 y 19.2 por ciento. La entidad tiene por tercer Censo consecutivo el primer lugar en menos población católica, seguida de Tabasco, Campeche, Quintana Roo y Yucatán.
Es necesario mencionar por qué incluimos a los adventistas dentro de la familia confesional protestante/evangélica. Comparten con ésta última el núcleo de los postulados que dieron origen a las reformas protestantes del siglo XVI. Usan la misma Biblia, la del canon corto, que no incluye los llamados libros deuterocanónicos reconocidos por la Iglesia católica con autoridad doctrinal. Además los adventistas forman parte en México de organismos de raíz evangélica, y participan en esfuerzos de distinto tipo que llevan a cabo junto con iglesias protestantes históricas, pentecostales y neo pentecostales. Jean Baubérot y Jean-Paul Willaime incluyen al adventismo en la familia protestante (
El protestantismo de A a Z. Lugares, nombres conceptos, Gayata Ediciones, Barcelona, 1996, p. 11). En el mismo sentido se inclinan Samuel Vila en su
Origen e historia de las denominaciones cristianas (CLIE, Terrassa, 1988, pp. 102-104); y Marco Antonio Ramos en la obra
Nuevo diccionario de religiones, denominaciones y sectas (Editorial Caribe, Miami, 1998, pp. 7-8)
En el Censo del 2000 los adventistas fueron colocados en el inciso denominado iglesias bíblicas
no evangélicas, junto con los mormones y los testigos de Jehová. En el Censo del 2010 la categoría que agrupa a las tres confesiones modificó ligeramente su nombre por el de iglesias bíblicas
diferentes de evangélicas. Por lo antes argumentado nos parece que uno y otro Censo incurren en un error al separar a los adventistas del abanico confesional protestante/evangélico.
El peso del adventismo es muy importante en Chiapas. Si sumamos a este credo al rubro religión protestante/evangélica, tenemos que entonces el total es de 24.5 de la población chiapaneca. Sin los adventistas los protestantes/evangélicos representan 19.2 por ciento. La diferencia entre uno y otro porcentaje es sustancial. Hay municipios chiapanecos de la zona indígena tzotzil donde los adventistas le aportan más del doble a los evangélicos, como en El Bosque, poco más del triple, en Huitiupán, y hasta cinco veces más, en Amatán.
Al realizar cuentas por municipio tenemos, por ejemplo, que en poblaciones chiapanecas cercanas a la frontera con Guatemala el catolicismo tiene números catastróficos para su causa. En Cacahoatán aglutina al 39 por ciento, Motozintla 36.5, Mazapa 40, Frontera Comalapa 41.8, Frontera Hidalgo 42.5; la debacle es ostensible en Maravillas Tenejapa (19.8) y Bejucal de Ocampo (18.8) representa el piso de la Iglesia católica en la región.
El caso de Bejucal de Ocampo es de llamar la atención, porque la mayoría
no la tiene el catolicismo ni tampoco el credo protestante/evangélico, sino la dominancia confesional le corresponde a los testigos de Jehová con 30.6 por ciento de la población. Le corresponde el segundo lugar en el municipio al apartado de los sin religión, con un muy alto 27 por ciento.
El inciso sin religión reporta porcentajes elevados en varios municipios de Chiapas, entre otros Suchiate con 32.7, Frontera Hidalgo 34.7, Metapa 21.3, Cacahoatán 27 por ciento, sólo por mencionar algunos de la frontera con Centroamérica. La media de sin religión en todo Chiapas es de 12.1 y en el país de 4.6 por ciento. Es decir, si, como algunos analistas hacen, equiparamos sin religión con ateismo, tendríamos que hay en distintos municipios chiapanecos entre cinco y siete veces más ateos que el promedio nacional. Pensamos que hacer la equiparación mencionada es un error. Más bien hay que irse por el lado de ubicar a la mayoría de los sin religión reportada como integrantes de movimientos que, siendo religiosos, enseñan a sus adeptos que su creencia
no es religiosa.
En municipios preponderantemente indígenas de Los Altos de Chiapas el caso del emblemático Chamula, donde se ha dado la mayor recurrencia histórica de expulsiones de evangélicos por parte de los tradicionalistas, los números del 2010 muestran un descenso del catolicismo en poco más de cuatro puntos porcentuales respecto de una década antes, de 73.9 a 69.8 por ciento. Los protestantes ascendieron (con adventistas), en el mismo periodo de 5.4 a 15.6 por ciento. Casi crecieron tres veces pese a que todavía han padecido hostigamientos y expulsiones, aunque sin llegar a las de años anteriores.
Ya hemos mencionado que la media de población católica en Chiapas es de 58 por ciento. En la zona tzotzil (con once municipios), perteneciente a la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, el promedio es de 47.6 por ciento, es decir, diez puntos porcentuales menos que la media estatal.
El obispo católico de San Cristóbal de Las Casas, Felipe Arizmendi, ha reconocido carencias del catolicismo que facilitan las tareas de otras confesiones religiosas. Piensa que tiene plena vigencia el documento que la Conferencia del Episcopado Mexicano produjo en 1988 y que se titula
La Iglesia frente a los nuevos grupos religiosos.Allí se menciona la existencia de “una insuficiente instrucción religiosa de gran parte de nuestro pueblo, la cual conduce a la ignorancia de la fe, por lo que una porción del Pueblo de Dios queda indefensa ante la acción proselitista”.
La pérdida de feligreses, delinea el documento, es causada por “un ecumenismo llevado a la práctica en forma equivocada o ingenua; un ansia de contacto con la Palabra de Dios, que impulsa a muchos a satisfacerla en el fundamentalismo; la insuficiencia de agentes de pastoral; un laicado que no ha sido suficientemente incorporado a la tarea evangelizadora; deficiencias de los agentes de pastoral en su testimonio cristiano y en su trato con la gente; atención personal que parece inadecuada, y la necesidad que tiene el pueblo de una auténtica experiencia de Dios y de una liturgia viva y participativa, que a veces no se encuentra en el culto tal como lo celebramos”. El diagnóstico no está mal, pero el Episcopado Mexicano parece no tener elementos a la mano para llevar a cabo tareas que sabe podrían fortalecer al catolicismo entre su feligresía.
Queda mucho por investigar en el tema, pero es claro que en Chiapas la Iglesia católica tiene un enorme reto frente a una población que ha decidido enrolarse en creencias y prácticas religiosas diferentes a la confesión que hace cuatro décadas reportaba más de 90 por ciento de adeptos en el estado.
Por su parte
las iglesias protestantes/evangélicas tienen ante ellas el desafío de formar a los miles de chiapanecos y chiapanecas que se suman a sus filas cada año. El discipulado debería resultar en la creación de una ciudadanía con personalidad democrática, es decir, que mediante un proceso educativo integral surjan del mismo hombres y mujeres nuevos. Que la cuestión no se quede en la suplantación de una religiosidad por otra, donde el cambio ético y cultural se frustra.
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