Los inquisidores generales anteriores a Fernando de Valdés habían sido defensores de la reforma propuesta por Erasmo, pero los nuevos directores de la Inquisición van a combatirla.
En esta ardorosa lucha se verán implicados erasmistas como
Juan de Vergara, Alfonso Ruiz de Virués, el librero Miguel de Eguía, Mateo Pas-cual, el ex rector del colegio complutense de San Ildefonso, Miguel Mezquita y Juan del Castillo, que aunque logró llegar a Bolonia será extraditado y quemado en la ciudad de Toledo en el año 1539.
Luis Vives, uno de los más ilustres españoles del siglo XVI, desde su exilio voluntario en Brujas comenta sobre la situación española: “en estos tiempos difíciles en los que no se puede callar ni hablar sin peligro”.
Siempre deseosos de controlar la vida y religiosidad de la gente, animados por un Estado en búsqueda de su propia identidad y excluyente de lo diferente,
los “padres” inquisidores reaccionaron contra los vientos de reforma que se podían observar entre algunos grupos de intelectuales y ciertas personas de noble cuna.
Desde el 1521 los tribunales de Aragón y Valencia queman libros luteranos, uniéndoseles Navarra en 1523, Toledo en 1530 y Salamanca en el 1531.
El inquisidor general Fernando de Valdés actúa con gran prontitud para sofocar los grupos de evangélicos que por diversas partes de España van tomando forma, algunos compuestos por un número importante de personas, destacando las pertenecientes a la nobleza. Pero todo esto sucederá varios años después de la marcha de Francisco de Enzinas al extranjero.
La llegada de Francisco a Lovaina en Junio de 1539 y sus estudios en el Colegio Trilingüe le apartan momentáneamente de las luchas y enfrentamientos de sus compatriotas.El ambiente en la ciudad es animado y mucho más tolerante y abierto. Su estancia es agradable, la primavera está terminando y el verano del 1539 no hace presagiar el frío de los inviernos belgas.
El río Dyle refresca por las mañanas las calles de la ciudad y el aspecto de sus gentes está en consonancia con la buena situación económica. Pero la universidad y la ciudad se hacen pequeñas para el joven burgalés, que tiene una especie de muelles en los pies que le impiden estarse quieto mucho tiempo en un mismo sitio.
Su curiosidad e interés por el mundo le empuja a viajar constantemente. Viaja a París para a visitar a su hermano menor Diego y a su tío. La impresión que Francisco tiene de la ciudad tras su visita no es muy buena. Es testigo como miles de parisinos del apresamiento y muerte de los protestantes de la ciudad. Los dos hermanos presencian la ejecución de Claude le Peintre (1540). La persecución de protestantes en Francia era algo común desde los años treinta del siglo XVI. Las ideas reformadas se habían filtrado a través de Francfort y Amberes, donde se imprimían muchos libros evangélicos en francés; también desde Basilea, principal centro editorial de las obras de Erasmo; de la ciudad de Estrasburgo, convertida en su mayoría a la fe reformada y refugio de numerosos protestantes franceses; y también desde Ginebra y Lyón.
Las imprentas clandestinas de París producían una innumerable cantidad de literatura evangélica inundándolo todo. En la Sorbona, donde seguramente estaba estudiando Diego, la literatura de Lutero se leía abiertamente.Aunque el profesorado, en su mayor parte, era contrario a la Reforma, no faltaban los docentes que animaban a sus alumnos a ahondar en las doctrinas de los evangélicos y en la lectura de las Sagradas Escrituras.
Las ideas de renovación en Francia no eran del todo extranjeras. En el reino francés habían existido precursores de la Reforma. Entre ellos están Juan Bouchet y Jaime Lefèvre, que ya habían hablado antes que Lutero de la justificación por medio de la fe y eran igual de críticos que él en su condena a la jerarquía católica.
También
existieron algunos intentos de reforma a cargo del obispo Guillermo Briconnet, en su diócesis de Meaux (1515), donde propició el estudio de las Sagradas Escrituras, la traducción de los Cuatro Evangelios y del Antiguo Testamento, realizados por el anteriormente nombrado Lefèvre.
Pero Briconnet no se conformaba con purificar al pequeño rebaño de su diócesis, por lo que intentó y consiguió atraer hacia sus ideas a Margarita de Navarra, de la que era amigo y confidente. Entre las reformas de Briconet hemos de destacar su intento de impedir el absentismo de los párrocos de sus iglesias, ya que muchos de ellos residían fuera de ellas, obteniendo los beneficios económicos pero sin ejercer su servicio pastoral. Las “novedosas” reformas de Briconnet se encontraron con la oposición de muchos de sus colegas eclesiásticos. Cuando los obispos consiguieron una condena por parte de la Universidad de París, de las ideas de Lutero. Briconet tuvo que acudir a París en 1522 para apoyar la prohibición de los libros del Reformador Alemán y quedar así libre de toda sospecha herética.
Las ideas de reforma impregnaban tanto afuera como adentro de las fronteras francesas a todas las capas de la sociedad, por ello la jerarquía eclesiástica usó dos de los apoyos más importantes con los que todavía contaba para combatirlas: el Parlamento de París y la Facultad de Teología de la Sorbona.La autoridad política, el Parlamento, en un país todavía fragmentado y dividido era imprescindible para parar a los protestantes; la Sorbona era considerada la institución de enseñanza más importante de Europa, de hecho la universidad parisina publicó poco después de la condena papal una repulsa similar hacía la obra y la persona del Reformador Alemán.
La guerra entre Francia y España agravó la situación de los evangélicos en el país. El grupo de Meaux se disolvió y figuras como Farel partieron al exilio. En mayo de 1525 el Papa facultó a cuatro jueces del Parlamento para perseguir a los herejes, pero los rigores del tribunal eran tales, que el mismo rey Francisco I, prisionero de Carlos V en España, mandó parar los juicios y disolver el tribunal.
El Rey, a su regreso, viendo mermada su autoridad, convocó una Asamblea de Notables (1527) y la celebración de varios concilios provinciales. Todos coincidieron en la necesidad de perseguir al protestantismo, lo que se vio rápidamente refrendado por la ejecución de varios evangélicos en París y Ruán. Desde el año 1528 al 1535 las ejecuciones fueron constantes.
De esta manera, el París que descubrió Francisco de Enzinas no fue el paraíso de tolerancia que tal vez soñara. La, en otros tiempos, ilustre universidad parisina se había convertido en una verdadera “Inquisición Francesa” y el Parlamento en su brazo ejecutor.
Francisco deja la ciudad muy pronto, para volver a territorio de los Países Bajos. Su regreso a Flandes le hace concebir una idea cuanto menos arriesgada, ya que Francisco quiere acudir a estudiar al corazón mismo del protestantismo en esa época, Wittemberg. Con una carta de recomendación de Juan Lasca decide marchar a Alemania, como el mismo dice: “para disfrutar de las doctrinas de este hombre (Lutero) atravesaría los confines del mundo civilizado”.
Francisco, seguramente es ya evangélico en su corazón antes de este viaje. La repentina enfermedad de su tío le hace volver a París, teniendo que posponer el viaje unos días.
Tras la muerte de su tío se dirige a Alemania y el 27 de octubre de 1541 se matricula en la universidad de la ciudad de Lutero, Wittemberg.
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