Es hora de que rescatemos su legado.
Jorge Manrique, Fernando de Rojas Juan Boscán, Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina o Calderón de la Barca gozan del reconocimiento del gran público y la reverencia de los académicos y escritores contemporáneos. Mientras, en Bibliotecas moribundas derrochan su talento otros escritores que siguen sufriendo la peor de las prohibiciones, el olvido. ¿Acaso hay mayor inquisición que el olvido?
Los anglosajones, mal que nos pese, colocan al lado de su conocido y admirado William Shakespeare, a otros como Thomas Wyatt o Henry Howard, víctimas propiciatorias de la furia de Enrique VIII, pero España “
is different”. Francisco de Enzinas es uno de estos parias de la cultura hispana oficial. Por eso ha sido excluido de los libros de historia, de las enciclopedias, libros de texto y un largo etcétera.
La vida y breve obra de este escritor y pensador nos abrirá la mente a un mundo nuevo, más allá de los dictados conservadores de la historia de la literatura y el pensamiento hispanos.
INFANCIA Y JUVENTUD.
El primogénito de los Enzinas nació el día de todos los santos (1 de Noviembre de 1519) en Burgos. Unos días después recibe las aguas bautismales pasando a formar parte de la
Santa MadreIglesia.
En otro lugar de Europa, mucho más al norte, una pequeña disputa trae locos a los legados pontificios, un monje en “rebeldía” apoyado por un grupo de amigos y el príncipe Federico de Sajonia, pone en duda el magisterio de
la Iglesia.
El predicador enviado por Roma, un tal Eck disputa contra Lutero, intentando ponerle en contradicción para acusarle de herejía. La disputa terminó a favor de Eck, pero Lutero seguirá poniendo en jaque al Emperador y al Papa durante mucho tiempo.
Las noticias del norte de Europa no afectan para nada la tranquila vida de Francisco que todavía es un niño en su amado Burgos. Pronto vendrá a acompañarle un hermano, Diego, con el que compartirá sus juegos y fantasías infantiles.
Su padre había dispuesto un futuro prometedor para ellos: el mayor, destinado a la muy honorable carrera de leyes y el menor, al servicio de las armas.
Las expectativas paternas no llegarán a realizarse, ninguno de sus hijos cumplirá el plan prefijado por su progenitor. Aunque al principio la carrera de Francisco parece asegurada, ya que su padre se ocupa de enviarle a estudiar a una de las universidades más prestigiosas de la Península, la Universidad de Alcalá.
Francisco partió para Alcalá de Henares siendo aún muy joven. En dicha universidad enseñaba su tío, Pedro de Lerma. La ciudad castellana estaba en uno de sus mayores momentos de gloria. La Universidad Complutense, fundada en 1499 por el cardenal Cisneros, era en ese momento un faro del “saber” para toda Europa.
Por sus aulas pasaron los mejores cerebros hispanos como Nebrija y Alonso de Herrera en retórica; Santo Tomas de Villanueva y Sancho Carranza de Miranda en lógica y filosofía natural; Alfonso de Zamora en la cátedra de hebreo y Hernán Núñez y Juan de Vergara en la de griego. Se formó, con la ayuda de estos prohombres, una nueva generación, que en poco tiempo se convertiría en directora de la primera potencia mundial de su tiempo, el Imperio Austria. Entre ellos podemos destacar a: Francisco de Ortiz, San Ignacio de Loyola y Francisco de Osuna.
En el bando protestante podemos nombrar a Juan de Valdés, Constantino Ponce de la Fuente, Egido, García –Arias y a nuestro protagonista, entre otros.
Cuando Francisco llega a Alcalá las ideas de Erasmo sacuden sus aulas. Los profesores se entusiasman con la idea de reformar la iglesia desde dentro, en sus corazones hay un sincero intento de regenerar unos reinos paralizados por la inflación, el retraso económico y el abandono de su monarca (Carlos I de España) que aconsejado por sus mentores flamencos busca en Alemania, Italia y los Países Bajos, la corona laureada de los sucesores de Carlomagno y el gran duque de Borgoña.
Mientras sus reinos hispanos sufren la lacra de los funcionarios extranjeros (flamencos en su mayoría), los impuestos abusivos, los caminos llenos de salteadores y las ciudades dominadas por la aristocracia inmovilista y violenta.
Continuará
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