Sin embargo,
el Papa Benedicto XVI ha emitido hace unas semanas de motu proprio el documento titulado (Ubicumque et semper, “en todas partes y siempre”) que establece el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.
Uno de los motivos por el cual este reciente cambio merece una consideración minuciosa es que parece ser una iniciativa a largo plazo. El tema central que da nombre al consejo también tiene un gran significado, especialmente para los evangélicos, que tienden a creer que les “pertenece” todo lo que está relacionado con el evangelismo y la evangelización.
Lo que se establece es una oficina vaticana dedicada a promover la nueva evangelización de Occidente. Otra característica que haría sonar algunas campanas evangélicas es una larga cita de Evangelii nutiandi, un documento vaticano de 1975 sobre misiones que muchos observadores han visto como la contrapartida católico romana al Pacto de Lausana de 1974. O sea, que la misión dirigida al mundo occidental está justo en el centro del orden del día vaticano.
Enfrentarse al reto del Occidente secular es una preocupación conocida del Papa Ratzinger. De diferentes maneras, sus primeros años como Papa pueden leerse como un intento de abordar este tema. El Consejo recientemente establecido es la forma “institucional” de afrontarlo. La carta contiene referencias a algunas cuestiones que son muy valoradas por Benedicto XVI: apunta a la pérdida progresiva de las prácticas cristianas en el Primer Mundo, así como también al gradual abandono de los valores cristianos en la sociedad occidental que conducen a la indiferencia y, lo que es peor, a actitudes duramente anti-cristianas. En pocas palabras,
el Papa cree que el “secularismo” es el gran enemigo espiritual de la Iglesia, a la que hace un llamamiento para que inicie una fase de revitalización de su vida interior para responder a las tendencias profanas.
La carta papal Ubicumque et semper no contiene una teología “para todo el orbe” sobre la nueva evangelización. De cualquier modo, incluye insinuaciones que quizás merezcan algún comentario y esto pone en perspectiva este nuevo movimiento vaticano.
- La retórica de la progresiva descristianización de Europa ha sido una característica persistente en las declaraciones papales desde la Revolución Francesa. “Existe una buena razón para el temor a fin de que esta gran perversidad no pueda ser como un anticipo, y quizás el comienzo de aquellos males que están reservados a los últimos días; y puede que esté ya en el mundo el “hijo de perdición” de quien hablan los Apóstoles (2 Tes. 2:3). ¡Verdaderamente, tal es la audacia y la ira que se emplea en todas partes cuando se persigue a la religión y se combaten los dogmas de la fe, con burdas tentativas para desarraigar y destruir toda relación entre el hombre y la Divinidad!”
Estas palabras parecen de Ratzinger, pero fueron escritas por Pío X en 1903 en su encíclica E supremi apostolatus (nº 5). En cierto sentido, nada hay nuevo bajo el sol. Las iglesias han estado participando en diferentes formas de secularismo durante, al menos, tres siglos. Lo que quizás sea nuevo es el peligro de que las iglesias institucionales pierdan su estatus de privilegio en una sociedad pluralista. Parece que el secularismo de hoy en día no puede hacer frente a los compromisos entre la iglesia y el estado que hubo en la pre-Revolución. ¿Es esto lo que más teme Ratzinger? - Al evaluar el peligro del secularismo, Benedicto XVI le atribuye toda clase de males. De todas formas, su evaluación es rigurosa. Sin embargo, se encuentra a faltar algo importante. No hay ni una sola palabra sobre la responsabilidad que ha tenido la Iglesia en las pobres condiciones en que se encuentra el cristianismo occidental.
Realmente, ¿ha trabajado duro la Iglesia para proclamar el Evangelio con integridad al observador mundo moderno? ¿Ha sido fiel la Iglesia a la Palabra de Dios? ¿Es responsable la Iglesia, en cierta manera, de haber causado, al menos en parte, las inquietantes tendencias seculares? ¿Debe la Iglesia observar sus propios pecados antes de señalar al mundo con el dedo? Este documento no aborda nada de esto. ¡Ni tan siquiera se plantea la pregunta! - El aliento que se ha dado a la Iglesia es para que fomente la nueva evangelización y encienda de nuevo su misión para formar a la sociedad. El documento no dice nada respecto a la esperanza de la conversión al Evangelio, como lo hace el Pacto de Lausana. Más bien apunta a la recuperación de una sociedad cristiana donde los valores cristianos sean honrados y practicados y donde la Iglesia sea reconocida como el moldeador y defensor de la sociedad.
¿Qué se espera para empezar la evangelización? ¿Se promueve sólo la nostalgia de la “sociedad cristiana” del pasado europeo? Sin embargo, ¿eran cristianas aquellas sociedades en el sentido evangélico? ¿No deberíamos aceptar el desafío de evangelizar Occidente sin volver tantas veces la vista hacia atrás?
Un comentario final sobre las herramientas que el Papa Benedicto XVI considera cruciales para esta labor. Destaca “la utilización del Catecismo de la Iglesia Católica, para la indispensable y completa formulación del contenido de la fe”. Es perfectamente legítimo para la Cabeza de la Iglesia Católico Romana apoyar el uso del Catecismo. No obstante, el pueblo del Evangelio seguramente estaría esperando que el Papa le animara a leer, estudiar y compartir la Biblia.
Porlo visto, para él el Catecismo contiene la Biblia, y no a la viceversa.
(traducido por Rosa Gubianas)
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