Vuelvo a mi realidad, querida y necesaria. Pero los de allá ya forman parte de esta realidad también. ¿Cómo olvidarlos si ya he sufrido y gozado con ellos? ¿Si ya los he acariciado?
Vengo con el corazón ‘partío’. Pero feliz. Y es lo que quiero transmitir a todos los que desde hace años vienen colaborando para colorear ese Arcoiris de Huaraz.
Ver de cerca te cambia la visión. Te comprometes más. Eres capaz de amar en cuestión de segundos. No necesitas 20 años. Pero ése es el amor de Dios. El que no sabe de fronteras, de colores, de posesiones, de rencores, de competencia, pues tu Dios es Dios, y no el hombre o las circunstancias. No te aferras a nada y confías. Sabes que sólo Él tiene el control. De todo y de todos. Entonces te dejas llevar.
¡Ay! Cómo cuesta desprenderse cuando hay amor. Del auténtico. Que el Señor nos ayude para que seamos azotados por una epidemia del mismo.
Pero retrocedo al último día en Huaraz. Como un eco resuena en mis oídos la palabra Eben-ezer, hasta aquí nos ha ayudado Dios. Después de once años entre desiertos y oasis, resistieron porque Él es fiel. Y lo comprobamos cuando se iban presentando los distintos programas donde pudimos constatar los logros después de más de dos lustros de travesía, no exentos de difíciles pruebas. Recuerdo que escasearon los recursos. ¡Pero resistieron! Pues Dios no estaba dormido. Porque la obra es suya. La misión es suya.
Da gusto ver que este equipo (mejor llamémosle Familia) funciona bien. ¿Acaso no es eso lo que somos? Espero que no sólo en teoría.
Y repasamos: Programa del comedor, Casa-hogar, Niños y adolescentes trabajadores de la calle, Taller de artesanía textil, Café Turmanyé, Comunidades quechuas. Tuve la oportunidad de visitar dos de ellas: la de Rodeo y la de Canchakuta, aunque también se trabaja en Canshan, Matara y otras.
Llegué en una mañana soleada y fui recibida por las caritas quemadas por el frío de los 4.000 metros de altura, acompañados por maestras que deben recorrer 40 kilómetros de distancia, a través de unas carreteras destartaladas por las lluvias torrenciales de esta época del año. Otras completan el trayecto a pie, pues el acceso es difícil.
Los niños aprenden el castellano, pero sin renunciar a su lengua materna: el quechua. Tendrán mayores posibilidades de acceder a la educación primaria y secundaria. Allí reciben material escolar, alimento, zapatos, atención médica… Y les hablan de Cristo.
Pero todo eso cuesta y no abundan los recursos. Más padrinos, más donativos. Dios ha puesto a mujeres de empuje en este programa. Y de pronto te asombras cuando te encuentras con una pareja de misioneros que salieron de Finlandia para aterrizar en esta zona andina. Realmente los vientos soplan por donde Él quiere. Marcos y Paivi, de Finlandia, tiñen de amarillo el Turmanyé. Y hablan quechua; seguro que con acento finlandés, pero lo hablan.
Paivi ha estado diseñando las prendas del taller de artesanía y preparando a otras mujeres para que la sustituyan ahora que vuelve a casa. Vino en el momento exacto. Constato otra vez el efecto de Su llamado. Y se me cruza la imagen de Maite Lamero, de Eli Stunt, de Sarita…, que dejaron atractivas posibilidades de empleo para caminar por las calles de Huaraz en busca de los chicos trabajadores, para sacarlos de la delincuencia, las drogas, la prostitución y tantos otros peligros que amenazan su integridad. Les ofrecen un lugar seguro, volver a retomar sus actividades académicas, trabajar de forma más segura. Algunos se han convertido y luchan para salir invictos. No les dejemos solos.
Aquí se notan los efectos positivos de la globalización. Las ayudas proceden de España, Inglaterra, Finlandia y Perú. Puedo nombrar entidades como Alianza Solidaria, Latin Link (Enlace Latino), Asociación Nueva Vida. Y en Turmanyé no olvido nombres como Jesús, Mª Jesús, Eli Stunt, Maite, Sarita, Nati, Gladis, Susana, Cristina, Norma, Gloria y tantos otros que velan por continuar la misión de Jesús que, por cierto, es integral. No me imagino a Jesús repartiendo panes sin peces.
Hasta pronto le digo a Rosita, a Anyelín, a Camila, a Franklin, a Carlos, a Jesús, a Mariela, a Carmen… Y no puedo contener las lágrimas porque ya son míos. Podrían ser otros, pero estos son los que hoy el Señor me ha puesto delante. Él sabrá por qué. Pero no olvido lo que tantos otros vienen realizando en beneficio de los más necesitados. Que el Señor bendiga su labor.
Voy llegando a Madrid, justo cuando la noche se va asomando sobre el paisaje montañoso que nos presagia que vamos sobrevolando la meseta castellana, la mía. El sol se va perdiendo entre las sombras, pero sus últimos destellos iluminan las crestas de las elevaciones reflejando una amalgama de colores que te hacen imaginar la gloria de Dios reflejándose en el mundo.
Me despido con un hasta pronto de los de allá y de los de acá que me acompañaron en esta travesía: Samuel, Paqui, Jaume; y les doy las gracias por su afecto y paciencia... Los lazos se estrechan en favor de los desprotegidos. Para continuar acercando el Reino de Dios a los que nos rodean.
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