Las ciencias sociales,
la sociología en particular, nos provee herramientas para examinar el desarrollo social de las comunidades que comparten determinados valores religiosos.
Se puede estudiar a la religión como creencia, un sistema implícito o explícito de convicciones, y como conducta, la exteriorización de acciones observables de los creyentes y sujetas a ser investigadas por, entre otros, los sociólogos.
Mientras los estudiosos de las ideas religiosas centran su atención en confesiones de fe, sistematizaciones teológicas, debates y confrontaciones doctrinales, diseminación de las ideas de personajes fundacionales para una familia confesional (un ejemplo bibliográfico es el de Justo González,
Historia del pensamiento cristiano, 3 vols., Editorial Caribe); los sociólogos y las sociólogas (o quienes sin serlo echan mano del arsenal sociológico) ponen su mira en la conducta manifiesta del grupo a investigar.
Una forma de ejemplificar lo anterior es tener presente que en las iglesias evangélicas/protestantes se enseña determinada eclesiología, dependiendo de la orientación doctrinal de cada una de ellas. Por medio de predicaciones, materiales educativos, clases de Escuela Dominical, instituciones teológicas, grupos de estudios bíblicos, campamentos y convenciones, se transmite a los asistentes y congregantes el ser y hacer de la Iglesia. Pero cómo la membresía de una comunidad confesional pone en práctica esas enseñanzas, puede ser objeto de evaluación tanto del liderazgo eclesial como de un científico social que se pregunta si los valores éticos enseñados en el grupo religioso son conductualmente iguales, similares, distintos, innovadores si se les compara con los culturalmente dominantes.
Para hacer afirmaciones acerca de cuál es la tendencia conductual de un grupo, hace falta más que capacidad de observación o ejemplos aislados. Es necesario buscar información y datos verificables, cuya
dureza, por así decirlo, no está sujeta al arbitrio del investigador. Es imprescindible que la investigación esté basada en hechos y datos precisos, macizos y concisos. Pero también la interpretación que haga el sociólogo del conjunto fáctico tiene que estar controlada por sus hallazgos concretos y no por la fantasía y/o por su inclinación ideológica que distorsiona el objeto de estudio.
Ronald J. Sider publicó en el 2005 un estudio que es devastador para el evangelicalismo norteamericano. Se supone, eso afirman conspicuos personajes y representantes de esa corriente, los cristianos evangélicos tienen mejores conductas que los que no lo son. Eso se supone, pero ¿qué arrojan las mediciones estadísticas y acercamientos cualitativos sobre la suposición?
Desde el título el libro de Sider es provocativo:
The Scandal of the Evangelical Conscience. Why Are Christians Living Just Like the Rest of the World(
El escándalo de la conciencia evangélica. ¿Por qué los cristianos viven justo como el resto del mundo?). Se vale de amplios estudios estadísticos y encuestas producidas por Gallup y Barna Group para poner en su justa dimensión la premisa evangélica de que
el matrimonio es sagrado y un vínculo indisoluble. Sin embargo resulta que los cristianos nacidos de nuevo se divorcian más que los no cristianos, 26 por ciento contra 22 por ciento. Menciona que en muchas partes del llamado
Bible Belt el divorcio está “casi cincuenta por arriba de la media nacional”.
En cuanto a la
ética sexual, tan exigente para los de afuera, los evangélicos norteamericanos tienden a reproducir las mismas conductas que tanto reprueban y condenan públicamente. Respecto al
racismo, de acuerdo con cifras de 1989, distintos grupos manifestaron su postura de rechazo a convivir en su vecindario con población negra. 11 por ciento de los católicos y no evangélicos objetaron esa posibilidad. Protestantes de las iglesias históricas alcanzaron un 16 por ciento de rechazo. Bautistas y de otras denominaciones evangélicas llegaron a 17 por ciento. El primer lugar de rechazo a vecinos afroamericanos se los llevaron los bautistas del sur con 20 por ciento. ¿Dónde quedó la enseñanza bíblica de que todos los seres humanos son imagen y semejanza de Dios?
En los matrimonios tradicionales, en los cuales la autoridad del esposo es dominante y en muchos casos incuestionable (la tendencia mayoritaria en parejas evangélicas se ubica en este tipo), nos dice Ronald J. Sider, casi 11 por ciento de las esposas han padecido
violencia doméstica. En contraste proporciona el dato que en los matrimonios que llama igualitarios esa violencia es de 3 por ciento. Para dimensionar la diferencia la pone en números que nos sacuden: las esposas en los matrimonios tradicionales sufren 300 por ciento más violencia que las que tienen relaciones igualitarias.
La ceguera que domina en las iglesias evangélicas estadounidenses, y que deja pasar
la injusticia estructural de la sociedad norteamericana, incluso hasta la defiende y explica como voluntad divina, lleva al autor de
The Scandal of the Evangelical Conscience a subrayar que es resultado de la rendición al individualismo y al materialismo centrados en el bienestar personal y el desinterés por los demás.
La asimilación cultural del evangelicalismo norteamericano, en lugar de contrastar por obediencia a las pautas bíblicas, parece haberse intensificado en lugar de disminuir. El teólogo coreano/americano, que recurre frecuentemente a indicadores sociológicos, Soong-Chan Rah, hace un ejercicio en el que demuestra, así me parece, que la eclesiología evangélica mayoritaria está modelada más por tendencias culturales que por el entendimiento bíblico de lo que deben ser las iglesias.
En
The Next Evangelicalism. Freeing the Church from Western Cultural Captivity (
El evangelicalismo que viene. Liberando a la Iglesia de la cautividad cultural occidental, InterVarsity Press, 2009), Soong-Cha es tajante y afirma que “en la mayor parte de su historia (pero particularmente en los últimos cincuenta años) el evangelicalismo norteamericano ha reflejado más los valores, cultura y ethos de Occidente, de la cultura blanca norteamericana que de Las Escrituras”.
La imagen de la cautividad ha sido usada en distintas ocasiones para denotar el encarcelamiento, por así decirlo, de la Iglesia cristiana para que no muestre libremente su verdadera naturaleza, que es la de pueblo de Dios en el que se vive la ética del Reino. En 1520 Martín Lutero escribió
La cautividad babilónica de la Iglesia, donde criticó duramente a la Iglesia católica y la institución del papado que distorsionaban la salvación por fe y gracia en Jesucristo, para en su lugar exaltar los sacramentos, las indulgencias y el clericalismo. A partir del siglo IV tuvo lugar lo que desde la perspectiva de la Iglesia de creyentes podemos llamar la cautividad constantiniana de la Iglesia.
Para Soong-Chan Rah el evangelicalismo que viene, el que va a dominar cuantitativamente la escena religiosa está en los países del sur, en naciones que han estado sujetas al dominio político y/o económico de Estados Unidos y Europa. Así lo demuestran las incontrovertibles cifras: “En el año 1900, Europa y Norteamérica tenían 82 por ciento de la población cristiana mundial. En 2005 Europa y Norteamérica tuvieron 39 por ciento de la población cristiana mundial, mientras los cristianos africanos, asiáticos y latinoamericanos representaron 60 por ciento de la población cristiana del mundo. Para el 2050 los cristianos africanos, asiáticos y latinoamericanos van a constituir el 71 por ciento de la población cristiana mundial”.
Los números del cambio religioso en el orbe son impresionantes. ¿Pero qué de la calidad de vida en el cristianismo (con muy fuerte acento evangélico) y su influencia para transformar la vida social de sus países? ¿Vamos a ver nada más una mutación de adscripción religiosa, pero sin reforma ética y mayor justicia estructural? Cuantitativamente sabemos que el cristianismo evangélico crece vertiginosamente en el mundo que no es predominantemente blanco, ¿y cualitativamente que se está engendrando?
¿Acaso no podemos sacar lecciones de los estudios sociológicos que revelan por parte de las comunidades cristianas más acomodamiento a las pautas culturales que obediencia a la ética del Reino?
Artículos anteriores de esta serie:
1.
Sociologia y fe cristiana (I)
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