Abajo el que sube

Por otro lado, la envidia no es exclusiva de los españoles sino que es algo mucho más trasversal que afecta a casi todo el mundo a pesar de que algunos quieran excluirse sibilinamente poniéndonos la etiqueta.

La envidia es, para el incapaz, el deseo de ser, tener y hacer lo que otro disfruta en abundancia ya se trate de bienes y capacidades o de equilibrio personal, estabilidad familiar, claridad de ideas, proyección pública o coyuntura favorable.

“Abajo el que sube” podría ser el lema del envidioso.

Sin embargo también hay practicantes de ese deporte entre quienes, navegando en la abundancia, se sienten tristes y molestos por lo que otros menos dotados tienen. Porque son lo que son, porque tienen lo que tienen o porque hacen lo que hacen. Les molesta hasta que existan, les niegan el pan y la sal e intentan apoderarse de lo suyo pese a ser ello insignificante comparado con su propia fortuna.

Es envidia el quítate tú que me pongo yo. Es envidia querer brillar, ser los únicos que brillen e intentar eliminar como sea a otros que puedan brillar, aunque su brillo no les haga la más mínima sombra.

Es envidia que la esencia de personas, organizaciones o instituciones se sustente en la negación de la razón de ser de otros. Es envidia pretender que los demás no hagan nada para que no se ponga de manifiesto que uno no está haciendo lo que le corresponde.

No se pueden medir las energías que se gastan a diario en atacar, descalificar y desprestigiar a quienes se valora como un estorbo. ¡Mejor! Si se pudieran medir nos llevaríamos todos un gran disgusto.

Sería mejor emplear las energías en hacer cada cual lo que hay que hacer.

Sería infinitamente mejor construir que tratar de impedir que los demás construyan. Ya basta de preguntarse ¿y qué de éste? Porque la respuesta sigue siendo ¿Qué a ti? Sígueme tú.