En la página 409 de este último, el autor escribe: “
A principios de la década de los 60, por razones que no vienen al caso, la Misión Cristiana Española decide liquidar sus compromisos en España, enajenando sus propiedades. Juan Antonio Monroy, uno de sus dirigentes, establece contacto con la Junta Directiva de la UEBE para ofrecerle la obra que MCE mantiene en Puerto Sagunto (Valencia). Solicita un pago de 60.000 pesetas como precio del edificio. El tema no interesa en esos momentos a los líderes bautistas, por lo que la incorporación de Puerto de Sagunto a la UEBE quedará aplazada para más adelante”.
Dos son los responsables de esta información desinformada, el autor de la obra y quienes redactaron el “Acta de la Junta Directiva de la UEBE el 4 de agosto de 1964”, por lo que procedo a contar las cosas como fueron y que puedo demostrar desde la A á la Z.
Primero: La liquidación de los compromisos que la Misión Cristiana Española tenía en España fijada por Máximo García “a principios de los años 60”, tuvo lugar exactamente en agosto de 1964.
Segundo: Juan Antonio Monroy no era “uno de sus dirigentes”. Yo fui nombrado Director de la Misión en España en septiembre de 1956, en sustitución de Samuel Vila, y estuve en el cargo durante ocho años, hasta la fecha señalada de 1964.
Tercero: El transitivo “enajenar”, que el autor aplica al traspaso de propiedades, quiere decir literalmente “transmitir la propiedad o el dominio de una cosa”. Esto fue lo que yo hice atendiendo a requerimientos de la Junta de la Misión Cristiana en Canadá y de su director general Zacarías Carles.
Cuarto: En marzo de 1957 mantuve una primera reunión con Samuel Vila en Tarrasa para conocer el estado de las propiedades y de la Editorial Clie. En su mayoría las iglesias integradas en la Misión Cristiana Española se unieron para formar la Federación de Iglesias Evangélicas Independientes de España, bajo la sabia dirección de José María Martínez. Estuvo totalmente acertado.
Quinto: En aquella reunión Samuel Vila me comunicó que a la Misión Cristiana Española le quedaban cinco propiedades: Cuatro de ellas ocupadas por las Iglesias en Tarragona, Termens, Sevilla, Puerto de Sagunto y un apartamento situado no recuerdo bien si en la calle Carnicer o en Mesón de Paredes, en Madrid. Aquí Ángel Guijarro congregaba cada domingo a un grupo de personas. Bernardo Sánchez, quien por entonces hacía el servicio militar en Madrid, ayudaba voluntariamente a Guijarro.
Sexto: En una segunda reunión, donde yo quedé nombrado presidente de Clie, con José María Martínez como vicepresidente, Samuel Vila me entregó las Escrituras de Termens, Tarragona, Sevilla y Puerto de Sagunto. Me dijo que el apartamento de Madrid lo había vendido para saldar deudas que la Misión Cristiana tenía en España.
Séptimo: Todo esto lo comuniqué a la Junta de la Misión en Canadá. Y en un gran rasgo de generosidad que nunca fue agradecido, a mí sí, pero no a los directivos en Canadá, me comunicaron que procediera a “enajenar” las propiedades restantes, cosa que hice de inmediato. Por cantidades simbólicas cedí los locales que ocupaban las iglesias de Sevilla, Termens y Tarragona. Conservo aún cartas de reconocimiento que recibí de pastores de estas iglesias, la más efusiva de Benjamín Suárez.
Octavo: Respecto al templo de Sagunto lo ofrecí a la UEBE, toda vez que las Iglesias en calle Cuarte y el Cabañal, en Valencia, habían atendido esporádicamente esta obra y podían continuar haciéndolo. Aquí, en la capital del Turia, mantuve una reunión con directivos de la Junta de la UEBE, entre quienes figuraban José Cardona y Pedro Bonet. El precio fijado por el local lo puso Samuel Vila, no yo. Aún así, esa cantidad no pagaba ni la cuarta parte de su valor real.
Noveno: A cada cual lo suyo. Al pan, pan. Si a los directivos de la UEBE no interesó el tema, como dice el acta que el autor maneja, no fue por las 60.000 pesetas de la propiedad, que hasta el propio Bonet consideró que era un regalo, sino porque yo ponía como condición que al ceder el local a su nombre tenían que aceptar también al pastor que entonces había, Eutimio Herrero. El inconveniente que veían era que Herrero no había sido graduado en un seminario bautista de España. Lo fue en Portugal. Ya murió. Esta fue la razón del primer rechazo, no el dinero. Así fue la historia. La historia verdadera.
Yo también escribo libros, y se me escapan cosas, pero con aquellos que tratan de episodios vividos, que afectan a individuos aún en la tierra, tengo sumo cuidado. Porque desde la altura de la razón la historia puede derivar en fábula.
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