He sabido que tiene el apoyo explícito de otros líderes sindicales y que, ante reacciones viscerales y desproporcionadas de algún comentarista, ha hecho usted unas matizaciones de difícil equilibrio indicando que no propone abandonar a los niños, ni tirarlos, ni dejarlos ¡Faltaría más! Simplemente que descansemos ese día como si se pudiera descansar de ser abuelo.
¿Es aplicable ese mismo criterio a los padres y las madres del país? Porque si fuera así ¿Qué haríamos con los niños ese día? Comprendo que está usted en su papel cuando invita a todos a participar en la huelga general. Supongo que con esa precisa intención se convoca una huelga general. Puedo entender también que se dirija a jubilados y pensionistas porque somos damnificados conscientes y rabiosos de las avaricias y codicias de unos al igual que acabaremos siendo los paganos, también conscientes y rabiosos, de las irresponsabilidades e incompetencias de otros. Eso está cantado, con huelga general y sin huelga general. De lo que no estoy tan seguro es que la huelga sea el camino adecuado. Pero los abuelos somos otra cosa, ejercemos de otra manera y por otras motivaciones, ni se nos pasa por la cabeza meter en cualquier campo de batalla a nuestros nietos, y menos en éste.
En un artículo publicado en este mismo medio en febrero de 2008 -perdone mi ombliguismo- intentaba imaginarme lo que ocurriría en una “Huelga de abuelas”. Mi intención no era otra que reconocer el trabajo de las abuelas que son las que de verdad llevan ese peso de los nietos. Los abuelos normalmente sólo aportamos leves colaboraciones que nos llenan de satisfacción. No era mi intención dar ideas a nadie ni me imaginaba que en un momento como éste fueran utilizadas de manera tan, digamos, irregular e inadecuada.
Está claro que si las abuelas y los abuelos descansaran ese día estarían obligando indirectamente a sus hijos, padres a su vez de los niños, a sumarse a la huelga tanto si entraba en sus planes como si no. Las escuelas estarían cerradas porque los profesores y profesoras estarían cuidando a sus propios niños y los padres de los alumnos no podrán acudir a sus trabajos porque tendrían que cuidar de los suyos. A menos que los padres hagan también huelga de padres y obliguen así a los niños a hacer huelga de niños. Si se consiguiera convencer a los abuelos sería un éxito total, no haría falta dirigirse a otros colectivos de la sociedad.
Le explico la manera en la que nosotros -mi esposa y yo- participaremos, o no, en la huelga general. Si los niños tienen clase los acompañaremos a su colegio, como siempre. Si la escuela está cerrada y los padres han decidido hacer huelga nos quedaremos en nuestra casa para que ellos puedan convivir en familia, como siempre. Si los padres deciden ir a trabajar nosotros descansaremos pero otro día y ese nos ocuparemos de los niños desde la mañana hasta que haga falta, estaremos con ellos, jugaremos, les explicaremos cuentos y cualquier cosa que se nos ocurra.
¿Sabe usted lo que pasa? Que nos parece que si actuamos así dejamos que los padres y los maestros decidan en libertad y esperamos que así actúen los piquetes para que se vea el respaldo real de la convocatoria. Queremos pensar que quienes participen en la huelga estarán luchando también por nuestros intereses y que quienes opten por trabajar tendrán el mismo objetivo. Ya ve usted, simplezas de la edad.
Reciba un afectuoso saludo de un jubilado, pensionista y abuelo.
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