Un total de 48 obras escritas en español y en francés ha consultado Félix Benlliure para escribir este libro, además de las investigaciones personales realizadas. El tema de los Hugonotes, que le ha tenido siempre fascinado, le llevó a pueblos y ciudades de Francia en busca de información directa. Bernardo Sánchez escribe: “El autor ha viajado a los escenarios geográficos que enmarcaron las gestas de la evangelización de los pueblos galos; ha hurgado minuciosamente en los fondos editoriales, en archivos, en museos, en templos; ha entrevistado a descendientes directos de los santos inmolados, ha fotografiado retratos, escenas, símbolos, lugares, personas, para lograr enriquecer así su magnífico texto. La lectura engolosina y cautiva desde el principio hasta el final”.
El ensayista e historiador norteamericano Harold Fuller, en un breve libro titulado RECORDANDO A LOS HUGONOTES, afirma que la sociedad actual ha olvidado esta página negra de la Historia y muy pocos escritores se atreven con el tema.
Debemos felicitarnos de que uno de esos pocos escritores sea el español Félix Benlliure.
Benlliure es hijo de padre español y madre francesa. Obtuvo una diplomatura en Teología tras años de estudios en el Instituto Bíblico Europeo de París. Una vez instalado en España dividió su tiempo entre el pastorado, la enseñanza y la literatura. En este campo ha destacado como traductor de libros del francés y del inglés. Además ha escrito obras sobre diferentes temas y colaborado con artículos en revistas de España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos.
Benlliure estructura su hermoso libro en cinco capítulos y dos apéndices. El primer capítulo analiza la situación religiosa en la Europa del siglo XVI. Los dos capítulos siguientes tratan de acontecimientos que tuvieron lugar en aquél siglo turbulento. Desde la Reforma al coloquio de Poissy; Juan Calvino y Servet; los grandes éxitos de la Reforma; las ocho guerras de religión que cubrieron de sangre aquellos años, hasta la forzada conversión al catolicismo del rey Enrique IV de Navarra.
Lo más estremecedor de estos capítulos, el vertiginoso descenso de la maldad humana a las profundidades del horror, es la descripción que hace Benlliure de la matanza padecida por los hugonotes en una noche sin fin. El encanto estilístico del autor se mezcla con la caída emocional que hace padecer al lector.
El cuarto capítulo de la obra, que se inicia con la promulgación del Edicto de Nantes y concluye con su revocación, abarca los dos últimos años del siglo XVI y se prolonga hasta quince años antes de que concluya el XVII. Aquí Benlliure ejerce de historiador escrupuloso. El autor es consciente de que a la Historia incumbe ilustrar a los pueblos acerca de la trascendencia de sus actos, aunque algunos de ellos hagan retroceder a la posteridad con espantoso sacrilegio.
En el último capítulo del libro el autor nos lleva de la mano hasta las postrimerías del siglo XVIII, con la firma del Edicto de Tolerancia por parte de Luís XVI.
El relato que escribe Benlliure en torno a la Noche de San Bartolomé o Matanza de San Bartolomé, el episodio más sangriento desatado por católicos franceses contra hugonotes protestantes, es sencillamente espeluznante. Cuenta el autor que cuando el sol se levantó el 24 de agosto del año 1572, “habían muerto asesinados unos veinte mil hugonotes. En las calles todo era un tumulto impresionante, desorden y carnicería. Arroyuelos de sangre corrían por las calles; cadáveres de hombres, mujeres y niños estorbaban delante de las puertas; el populacho corría detrás de los asesinos que mutilaban a los hugonotes, les arrastraban atados con cuerdas por el barrizal y la sangre para ser también partícipes de esta fiesta de caníbales”.
Los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre el número de protestantes franceses asesinados la noche de San Bartolomé en varias ciudades del país. Los cálculos varían entre 70.000 y 100.000. ¡En una sola noche!
En el tercer tomo de su monumental HISTORIA DE LA HUMANIDAD, el historiador y filósofo belga Francois Laurent apunta directamente a los culpables. Dice: “Los franceses no fueron, a decir verdad, sino el instrumento de la Iglesia católica. Y no es la mano que hiere a quien la Historia debe perseguir con sus maldiciones, sino al que inspira el crimen”.
En el primero de los dos apéndices al libro Benlliure describe los ocho episodios guerreros, cruentos y sanguinarios, que se iniciaron el 1 de marzo de 1562 y concluyeron el 2 de mayo de 1598 con el tratado de Vervins. Una frase tremenda, tremendamente cruda y realista concluye las reflexiones del autor sobre aquellas guerras de religión: “¡Lástima que la humanidad haya tenido que conquistar el principio de libertad religiosa por medio de baños de sangre y sobre montones de ruinas”.
Lástima, sí. Imploremos al Eterno que la sangre derramada en las guerras de religión pueda servir de aviso y de escarmiento a los seres humanos en la ruda y dura carrera de su perfeccionamiento.
Si quieres comentar o