Gabriel Sánchez (I)Gabriel Sánchez nació en Villarramiel (Palencia) el 18 de marzo de 1901, en el seno de una familia adinerada. No sé quiénes habéis estado por allí, pero alcanzar el pueblo es trazar una línea recta por la meseta castellana y llegar, sin apenas darte cuenta, a una plaza con edificaciones restauradas y en la que, sin embargo, el aire parece haberse detenido muchos años atrás: la torre de la iglesia, reconstruida hace un par de siglos, la fuente, con el busto del fundador de la Villa que nos contempla, probablemente nos vigila, pero no parece darnos la bienvenida, todavía no.
Fue criado en la enseñanza del catolicismo romano, pero al llegar a su juventud se dejó fascinar por el ateísmo radical de la época. Me hubiera gustado preguntarle cómo le llegaron aquellas ideas, qué fue lo que le sedujo de ellas, qué libros leía, con quién discutía al respecto. Que no os lo he dicho: Gabriel Sánchez era mi abuelo, y nunca pude preguntarle nada. Mi madre tampoco tuvo ocasión de hablar con su padre. Quizá os interese la historia.
Marchó a Madrid, donde trabajó en el Hotel Palace como cocinero. Estando allí, la persona más allegada que tenía en la capital enfermó y falleció en cuestión de días. Quedó desolado, y su dolor y su tristeza no tenían posibilidad alguna de consuelo.
Fue en ese momento cuando uno de sus compañeros volvió a hablarle del Evangelio, de las buenas noticias. Con anterioridad, sistemáticamente se había negado a escuchar. Incluso había amenazado con ensartar con la horca de aventar el grano a alguno que había intentado hacerle llegar las palabras de Jesús.
Su mente y su corazón entablaron una lucha con las nuevas ideas que descubría en la Biblia, sorprendiéndose de la frescura, el atino, la oportunidad y la validez de lo que leía, así como de la autoridad difícilmente refutable. Tanto fue así, que se convenció de que detrás de aquel libro estaba el mismísimo Dios creador del universo y de las personas, y que era el que podía perdonar sus pecados. Así fue como una noche, en su habitación en Madrid, de rodillas, clamó al Señor. Le pidió salvación en virtud de la obra de Cristo en la cruz y le entregó su vida.
También me hubiera gustado preguntarle al respecto. ¿Qué textos de las Escrituras le hablaron al alma? ¿Cómo fue que se convenció de que Jesús era quien decía ser? ¿Por qué decidió encomendar su futuro en sus manos?
Desde ese momento su deseo fue conocer más y más a ese Dios recién descubierto, de modo que siguió estudiando la Biblia. Comenzó a reunirse en la iglesia del barrio de Chamberí, en Madrid, en c/ Trafalgar, y su celo por aprender y por trabajar por su Señor fue creciendo.
Paralelamente, en aquellos años Josefa Alonso, nacida en Navares de Enmedio (Segovia) también conoció a Jesús después de una dura resistencia inicial, ya que desde el catolicismo estaba instruida para rechazar
cualquier pensamiento que pusiera en tela de juicio los dogmas de la iglesia de Roma. Su hermano Laureano, convertido al Señor durante su servicio militar de tres años en Melilla, le habló del Evangelio. Fue a través de palabras de San Agustín que Josefa acabó de comprender la Palabra del Señor en este punto y entregó su vida a Cristo, dando buen testimonio de Él en el barrio de Madrid donde servía en una casa.
Se conocieron en la iglesia y Gabriel se enamoró de ella, y compartió con un hermano en la fe su deseo de pedirla en matrimonio. Ese compañero era un hombre viudo que estaba también, a su vez, prendado de Josefa. Pero fue generoso y le dijo a Gabriel: “
Como yo ya he estado casado, pídeselo tú primero. Si te rechaza, entonces se lo pediré yo…”. Lo cierto es que
en 1929 Gabriel Sánchez y Josefa Alonso se casaron, y en noviembre de 1932, a los pocos días de nacer su primera hija, María, se trasladaron a Sepúlveda (Segovia) como obreros evangélicos y evangelistas, para predicar el Evangelio de salvación desde allí, extendiéndose a todos los lugares de alrededor.
En ocasiones la gente escuchaba de buena gana, pero no se comprometía a nada. Otras veces comenzaba a oírle, y acababa echándole del lugar a pedradas. En algunos lugares las autoridades, entiéndase alcalde, maestro o cura, impedían a toda costa que Gabriel y sus compañeros encontraran un lugar recogido donde exponer tranquilamente su mensaje. En otros, daban todas las facilidades para el encuentro de las ideas y el diálogo.
Parte de estas andanzas se hallan reseñadas en las cartas que directamente Gabriel Sánchez o bien otros siervos del Señor mandaron a las revistas
El Joven Cristiano y
El Camino, donde también encontramos reflejada la gratitud por las ofrendas que se recibían como sostenimiento para poder vivir, aunque sin lujos, sí completamente dedicados a la labor misionera.
El regalo de una bicicleta por parte de los jóvenes de la iglesia de Chamberí permitió alcanzar todavía lugares más alejados. De Segovia a Riaza, de Fuente el Césped a Cantalejo, Fuente el Olmo de Fuentidueña, San Miguel de Bernuy… Otras veces, fue gracias al coche de D. Santiago Miñambres que realizó viajes más cómodos.
Después de tres años viviendo en Sepúlveda y sin ningún fruto ni compromiso hacia el Señor por parte de sus convecinos, Gabriel Sánchez y su familia se trasladaron a Navaluenga (Ávila). Allí nació su segunda hija, Marta, mi madre, en mayo de 1936.
Desde allí visitó, entre otros lugares, El Barraco, Burgohondo, Piedralaves, Sotillos, Casavieja, Arenas de San Pedro, incluso Salamanca, Benavente, Aranda, Valladolid y Madrid.
Pero 1936 fue para España un año tristísimo, el primero de muchos años aciagos.
Continuará. Escrito por las hermanas Febe y Sara Jordà
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