Ni la amenaza de huelga de los sindicatos, ni el drástico recorte social anunciado por Zapatero. El tema del día no es el juez Garzón, ni el presidente valenciano Camps, ni la operación del rey, ni la farandulesca ceremonia de los príncipes en la catedral de Santiago, ni el Estatuto de Cataluña, ni los vaivenes de la Bolsa, ni las escaramuzas entre el presidente del Gobierno y el presidente de la oposición.
El tema del día es el equipo de fútbol Atlético de Madrid.
El pasado miércoles 12 de mayo el Atlético jugaba en Alemania la copa de Europa frente al equipo inglés Fulham. ¿Puede usted creer que para adquirir una entrada algunos seguidores del Atleti se apostaron frente a las taquillas veinticuatro horas antes de que abrieran?
¿Puede usted creer que allí, a la intemperie, comieran, durmieran e hicieran la vida por amor a los colores del equipo?
¿Cómo calificamos este gesto, surrealista, demencial, idólatra, fanático o simplemente pasión? Después de todo, la pasión modifica el entendimiento; en la pasión hay más ilusión que realidad.
Para presenciar el partido acudieron a Alemania 13.000 seguidores del Atleti. ¿Cuánto gastó cada uno de ellos? Por muy bajo que calculemos, entre avión, o coche, o tren, más comidas y una noche mínimo de hotel, tuvo que pasar de los mil euros.
¿Se habrían desplazado 13.000 evangélicos para apoyar una campaña de evangelización asumiendo individualmente la cantidad citada? ¿Qué pasa, que un balón rodando ejerce más magnetismo, tiene más poder que una Biblia abierta?
Cuando Forlán marcó el gol de la victoria fue el desmadre. Señores muy dignos, en traje y corbata, llorando como si se les hubiera muerto un ser querido. El ministro de Industria abrazado al Príncipe de España sin importarles el protocolo.
En Madrid se desató la locura. Centenares de atléticos abarrotaban los bares y cafeterías donde transmitían el partido. Al final, las calles tomadas por coches con símbolos del Atletic que forzaban el claxon sin parar. En la plaza de Neptuno, contigua a la Cibeles, miles y miles de personas cantando y vitoreando.
Cuando escribía este articulito sonó uno de mis teléfonos. Era Manolo García, de Parla. Le comenté lo que estaba haciendo, la frenética actividad de los seguidores del fútbol y la pasividad de los evangélicos, que hasta les cuesta abandonar la cama algunos domingos para ir a la Iglesia. Me apuntó esta idea: “Cada uno se mueve por lo que tiene en su interior, Juan Antonio”.
¡Qué fuerte!
Entonces, ¿los seguidores del fútbol llevan dentro fuego y nosotros hielo? ¿Ellos pasión y nosotros apatía? ¿Ellos desprendimiento económico y nosotros tacañería? ¡Dios tenga misericordia de nuestras almas!
Al final, el cúmulo de contradicciones, como siempre en estos espectáculos. Le ofrecen la copa a la virgen de la Almudena y una gran bufanda con los colores del Atleti a Neptuno. Religión y paganismo. La supuesta virgen católica y el dios pagano de la antigua Roma, identificado con el Poseidón griego.
¿Y usted cree que a esta masa ofuscada importa algo la religión? Sólo cumplen un rito. Igual les da arrodillarse ante una imagen católica que saltar, gritar y bailar en torno a una estatua del paganismo.
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