Hubo un detalle original: Bares y tabernas populares de Madrid fomentaron las “tapas literarias”. Tapas auténticas, tapas comestibles se daban gratis a quienes se acercaban a las barras con el tique de compra de un libro en cualquier librería de la capital. El Barómetro de la Federación de Gremios Editores de España indica que Madrid es la Comunidad más lectora del país, con un 64% de población asidua al mundo de los libros.
En Cataluña, el Día del Libro coincidió con la festividad de San Jordi. Ella regala a él un libro y él regala a ella una rosa. Los editores catalanes vendieron libros por un total de veinte millones de euros. Cuando redacto este artículo, 28 de abril, ni Madrid ni otras ciudades de España han dado datos sobre las cantidades de euros obtenidos por venta de libros. Llegarán más adelante.
El Día del Libro ha actualizado el enfrentamiento entre papel y revolución digital. Para algunos medios, la era digital equivale en importancia a la invención de la imprenta. ¿Significa esto que en pocos años la tinta electrónica ofrecerá todas las ventajas del papel y podremos llevar en el bolsillo de la chaqueta miles de libros constantemente actualizados? ¿Será verdad, como escribió Altares desde Alemania, que el libro digital ganará al papel en 10 años? No lo creo. Si desde los tiempos de Gutenberg el futuro del libro siempre ha estado en cuestión, nunca como ahora los apocalípticos de toda la vida han combatido tanto contra el libro papel y en defensa de Google. Hasta el Boletín Oficial del Estado -¡qué sacrilegio!-, el periódico decano de España, nacido hace tres siglos y medio, ha abandonado el papel para incorporarse a las nuevas tecnologías.
¿Estamos asistiendo a la muerte del libro en papel? Félix de Azúa, en un artículo dedicado a los libros en “El Periódico de Catalunya” escribía lo siguiente: “En el futuro será cosa de locos o de millonarios reunir en casa más de mil libros. Mi generación es la última que ha logrado tener al alcance de la mano la totalidad del saber y de la literatura. La electrónica y el precio de la vivienda, aquí y en todo el mundo, matarán las grandes bibliotecas particulares”.
¿Ocurrirá así? Certifico que no soy millonario ni estoy loco –todavía no- y en las paredes de la casa que habito habitan conmigo seis mil volúmenes de papel. Y sigo comprando.
El periodista Félix de Azúa tiene ahora 66 años. Puede estar seguro que sus hijos, sus nietos, sus biznietos, sus tataranietos y hasta el último de su sangre seguirán almacenando libros de papel por lo menos hasta la segunda venida de Cristo. Si no tienen cabida para mil, comprarán quinientos, o cien, pero siempre echarán mano de un ejemplar en el que puedan acariciar sus páginas.
Más optimista es otro trabajador de la palabra, Javier Celaya, al afirmar que no habrá nada que iguale el disfrute cuando se lee una novela en papel: “El tacto de sus hojas, el pasar páginas, el olor, sin lugar a dudas esas experiencias nunca serán sustituidas por los libros electrónicos”.
Antonio Gala, poeta y dramaturgo de fama, defiende el libro de papel en palabras que vibran: El libro, dice, “más accesible que todos los grandes descubrimientos, más íntimo que cualquier religión, más duradero que cualquier amor, más seguro y disponible que todas las demás compañías”.
Así es el libro. La verdadera universidad está en una buena colección de libros en la biblioteca del hogar. Para Ronald, desde los Evangelios al “Contrato Social”, han sido los libros los que siempre han hecho las revoluciones. El gran poeta nicaragüense Rubén Darío les dedicó este elogio:
El libro, ¡bendito sea…!
pues con afán inaudito
vuela por el infinito
con las alas de la idea.
El libro que vida crea,
pan de las inteligencias,
luminar de las conciencias,
y que hoy está en todas partes,
sublimando con las artes,
redimiendo con la ciencia.
El libro es fuerza, es valor,
es poder, es alimento;
antorcha del pensamiento
y manantial del amor.
Quien fuera ministro de Cultura, César Antonio Molina, ha dicho en el diario “El País” que “el libro electrónico, efímero en sí mismo, le robará terreno al libro impreso, pero difícilmente podrá arrojarlo de nuestras vidas y nuestra manera de vivirlas”. Para este intelectual, “el libro electrónico no es un peligro para la lectura. Sí lo son los videojuegos, los programas deleznables de la televisión, la mala enseñanza, el mal ejemplo familiar donde la cultura, en general, es algo desconocido y extravagante. Gutenberg no ha muerto, se ha metamorfeado”.
He ofrecido intencionadamente un ramillete de citas como soporte de que el libro, como lo conocemos en breves páginas o en tomos gordos, tiene defensores y permanecerá hasta el final de los tiempos. Entre otras razones, porque Dios es una biblioteca.
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