Ivan Satyavrata es pastor de las Asambleas de Dios en Kolkata (India), académico de Langham y autor de “The Holy Spirit: Lord and Life-giver” (El Espíritu Santo: Señor y Dador de vida).
Mientras disfrutaba de mi paseo de plegaria, una mañana temprano, percibía los sonidos de un mundo que se despertaba. En medio de una cacofonía de ruidos -pájaros, gallos, vacas y algún que otro coche en la lejanía- mis oídos también sintonizaban con los sonidos de la devoción religiosa. Primero, los tambores, platillos y cantos de un templo cercano; después los distantes acordes de la llamada a la oración para los musulmanes desde la mezquita; y finalmente los sonidos de los himnos de adoración desde nuestra propia capilla del Colegio Bíblico cuando los madrugadores se reunían para el devocionario matutino. Varias preguntas candentes que me habían obsesionado durante muchos años de mi vida, regresaban ahora a mi mente.
¿Es que Dios sólo oye los sonidos de las plegarias desde nuestra capilla y cierra sus oídos a las voces de los fieles practicantes musulmanes y de los devotos hindúes? Los amigos y vecinos más íntimos de mi infancia no eran cristianos. Dos miembros de mi familia, por matrimonio, procedían de otra fe: uno, era un musulmán devoto y el otro, era zoroástrico (uno de ellos es hoy un creyente brillante, el otro todavía no ha hecho profesión pública de fe).
Yo pasé la mayor parte de mi tiempo, en los primeros años de mi ministerio, en las calles y barrios bajos de una de las más densamente pobladas ciudades del mundo, Mumbai, y los últimos cuatro años he vivido en otra populosa ciudad, Kolkata. Mientras paseaba y oraba, reflexionaba sobre mi lucha por contestar a los que buscan sinceramente, que hacen preguntas como ésta: Si Jesús es el único camino para llegar a Dios, ¿qué será de mis padres y abuelos hindúes que no han tenido nunca la oportunidad de oír acerca de él, y de mis antepasados que vivieron y murieron antes de que Jesús naciera?
He dedicado mi vida entera a comunicar el evangelio de Cristo eficazmente a aquellos que nunca lo han oído. Sin embargo, la visión de cientos de miles de personas entrando y saliendo atropelladamente de una estación de tren abarrotada o arremolinándose en las calles durante la temporada de festivales me preocupa enormemente, porque me doy cuenta de que la gran mayoría de ellos nunca ha oído y quizás nunca oiga hablar del evangelio. ¿Enviará Dios a todos estos millones de personas al infierno automáticamente sólo porque yo u otros como yo no les hemos hablado de Cristo?
Esta respuesta está destinada a complementar más que a criticar el competente tratamiento que Mark Chan da al ataque contemporáneo del relativismo a la noción de verdad absoluta, una asunción fundacional de la fe evangélica. Como ilustra el fiable resumen de Chan, el pluralismo relativista es lógicamente una casa de paja construida en epistemológicas arenas movedizas.
De todas formas, la persona corriente se siente cautivada por las respuestas plurales más por razones socio-pragmáticas que por su atractivo lógico. Las exigencias de superioridad o decisiones terminantes, en cualquier religión, parecen amenazar la paz y el delicado equilibrio de la armonía social en los contextos multiculturales. A las religiones que hacen afirmaciones absolutas se las percibe como si buscaran erradicar de la faz de la tierra a las demás. Si las otras religiones toman iniciativas para defender su supervivencia, el conflicto y la discordia social en el colectivo parecen inevitables.
Antes que nada, necesitamos rechazar la tipología que clasifica el compromiso de fe cristiano histórico a una decisión de Cristo como “exclusivismo”. La cosmovisión cristiana no es más exclusiva que cualquier otra cosmovisión, incluyendo el pluralismo. Nuestro desafío real es complementar nuestra fría defensa de una verdad absoluta con una cálida respuesta existencial en la que ofrezcamos a las personas de cualquier fe, y también a las que no tienen ninguna, la oportunidad de un encuentro con el Cristo vivo. Esta respuesta requiere que basemos nuestro testimonio, usando la frase de Chan, “al nivel de nuestra humanidad corriente”, compartiendo nuestra experiencia de Cristo con nuestros vecinos de otra fe como compañeros peregrinos en la búsqueda común de una experiencia genuina de Dios.
Un compromiso firme con la providencia y la resolución de Cristo nos proporciona una base para dedicarnos libremente a buscar la verdad, la belleza y la bondad, incluso entre las religiones y culturas no cristianas y usarlas como “puentes” o “pistas de aterrizaje” para comunicar el evangelio de Cristo. Esto prepara el camino de un enfoque, efectivo pero no amenazante, para comunicar el evangelio a la gente de otra fe.
Para este planteamiento es esencial la existencia de una auténtica comunidad de seguidores de Jesús, que experimenten la vida verdadera en el Espíritu y cuya asunción del camino de Cristo esté firmemente arraigada en el testimonio bíblico de la vida y ministerio de Jesús. Al final del día, para el seguidor de Cristo, la verdad es algo más que un conjunto de proposiciones. La verdad es una persona -Jesucristo, la decisiva y definitiva autorevelación de Dios. La verdad es también un acontecimiento -la Cruz y la resurrección- a partir de la cual el Cristo vivo continúa hoy invitando a personas de todas partes a aceptar el ofrecimiento de Dios de perdón, reconciliación y amistad eterna.
LA CONVERSACIÓN GLOBAL
El movimiento Lausana entra en la recta final de su tercer encuentro (Lausana III, en Ciudad del Cabo, en octubre de 2010). Con este motivo, organiza un foro global por internet llamado
“Conversación Global de Lausana”. A través de blogs, forums de discusión y otras herramientas interactivas como Twitter y Facebook, la conversación global permitirá que se oigan las voces de todos. Por ello, este foro está abierto a todos los cristianos evangélicos del mundo entero, y servirá para debatir las cuestiones centrales que se debatirán en CP2010, incluyendo el contenido de este artículo.
Ésta es la web de la “Conversación Global de Lausana” ¡No dejes de participar!
Traducción: Rosa Gubianas.
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