Otra vez Serrat, el Nano

En aquella ocasión tuve que esperar varios años antes de comprar el disco porque, aunque hubiera podido adquirirlo haciendo un esfuerzo, no tenía tocadiscos y eso si que estaba fuera de mi alcance.

Serrat explica que, cuando fue a llevarle el disco a la viuda del poeta se dio cuenta de que no tenía manera de reproducirlo y salió inmediatamente a comprar un tocadiscos y se lo regaló para que pudiera escuchar las canciones. Así eran las cosas para muchos en aquella época.

Para los hijos de los perdedores, educados como tales, la vida era monocromática aunque mucho mejor que la de nuestros padres según nos contaban ellos. No nos gustaba esa existencia sin ilusión ni medios pero nos habían convencido de que tenía que ser así, que no tenía remedio y que cualquier cambio sería inevitablemente a peor. Ciudadanos de segunda y… ¡gracias! (no se sabe exactamente a quien había que darlas), nuestro mundo era reducido y siempre de otros, de los demás, para nosotros quedaba la docilidad, la sumisión, el conformismo y hasta el ir encorvados físicamente por la vida. Una vida con pocos de los elementos indispensables para ser satisfactoria aunque sin las carencias necesarias como para no tener nada que perder.

Serrat le puso palabras a la banda sonora desafinada y chirriante de nuestra vida a la vez que le puso música a palabras de Miguel Hernández. Con las Nanas de la cebolla y El niño yuntero entendimos mucho mejor lo que nos contaban nuestros padres. Al escucharle “Para la libertad sangro, lucho, pervivo” muchos sentíamos el impulso para ilusionarnos y salir del conformismo. Para muchos de nosotros Serrat era uno de esos hombres que tiene un alma sin fronteras y como “la palmera levantina: La que atrapa la primera ráfaga de primavera. La primera golondrina”.

Ahora uno se siente “ante la vida sereno y ante la muerte, mayor” y perteneciente a una generación que recuerda “las abarcas desiertas” de la noche de Reyes, por lo menos casi desiertas y comparativamente desiertas y sabe lo que significa “dale al aspa, molino, hasta nevar el trigo”.

Esa generación que “llegó con tres heridas: La del amor, la de la muerte, la de la vida”. Esos que han aprendido que “el mundo de los demás no es el nuestro, no es el mismo”. Los que sufren porque aún hay quien siente “si me matan bueno: si vivo mejor”. Los que hemos llegado a la conclusión de que “sólo quien ama vuela”.

Espero disfrutar este CD como disfruté en su momento el vinilo.