La misión mundial necesita un trabajo asociado muy complejo (que atraviese las fronteras nacionales, que integre las diferentes culturas y que una a ricos y pobres). ¿Cómo podemos trabajar juntos de manera eficaz, respetando nuestras diferencias? ¿Cómo podemos asociarnos de manera que los ricos y poderosos no amedrenten a los débiles? ¿Cómo podemos asociarnos para honrar a Dios a través de relaciones de “familia” basadas en el amor?
Tim Stafford entrevista y habla con Valdir Steuernagel, un pastor brasileño y teólogo cuya función en World Vision (Visión Mundial) le brinda un amplio panorama de la iglesia en todo el mundo.
P: ¿Por qué es importante asociarse para trabajar?
Tanto Jesús como Pablo nos dicen claramente que el mensaje del evangelio es un mensaje de comunidad. Nunca es una empresa individual. Estamos llamados a predicar el evangelio y hacer el bien, y estamos llamados a ser una comunidad del evangelio.
Algo hermoso es que Dios mismo es una comunidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Jesús también oró por nosotros para que fuéramos una comunidad. La Trinidad nos provee un modelo de la manera de llevarnos bien, ser interdependientes y mantener nuestra especificidad propia sin ser competitivos.
No hablamos de un
modus operandi pragmático. Trabajar juntos es un mandato del evangelio, el cual debe verse expresado en la manera en que nos relacionamos unos con otros en una comunidad global. Los evangélicos no somos muy buenos en esto. Lo vemos a través de los cristales de los pragmatistas. Utilizamos más la palabra “cooperación” que la palabra “comunidad”.
P: La “cooperación” sugiere un alto grado de autonomía individual.
El pragmatismo dice: Usted pone sobre la mesa lo que tiene, y vemos de qué manera podemos trabajar juntos. En cambio, debemos comenzar por ser una familia.
P: ¿Existen hoy en día desafíos concretos personales para el trabajo asociado?
Por supuesto. En el pasado nuestra mirada estaba puesta en los misioneros europeos y estadounidenses. Hoy día hay muchos más jugadores sentados a la mesa, cada uno con su particularidad. Es importante discernir nuestras experiencias propias, entendernos mutuamente, para así poder trabajar bien juntos.
Los misioneros occidentales trajeron dones tremendos. Los estadounidenses venían de una experiencia de crecimiento y avivamiento en sus iglesias, con historias positivas para contar. Trajeron optimismo y un espíritu dinámico. Podían decir: Muy bien, ustedes hagan esto. Por otra parte traían dinero.
Ahora ya no es así. Una pregunta clave es cómo presta su servicio la iniciativa misionera estadounidense, a pesar de ya no ser la fuerza predominante. Cuando venimos a la mesa a día de hoy, tenemos, por ejemplo, a los coreanos, que nos dirán: “Lo hacemos a nuestra manera”.
P: O simplemente lo harán.
Exactamente. Luego tenemos a los brasileños, que dicen: “Bueno, también podemos hacerlo a nuestra manera”. Esto tiene tanto un lado bueno como uno malo. Durante mi juventud podíamos decir que todo era culpa de los norteamericanos: “Yankee, go home” (“Yanquis, vuelvan a casa”). Hoy no podemos decir lo mismo, porque Brasil también ha desarrollado sus propios imperios.
Es bueno, porque hoy podemos hablar de Pueblos Musulmanes Internacional, una misión latinoamericana que trabaja en culturas islámicas con gran capacidad y muchos años de experiencia. Ellos no preguntan a los estadounidenses cómo hacerlo, simplemente lo hacen. Eso es bueno.
También es malo. Mi esposa y yo visitamos Zambia y nuestros anfitriones nos llevaron a ver la enorme Catedral de la Fe. Su inauguración estaba prevista para unos pocos días más adelante. Al pasar delante en automóvil, observamos que unos jóvenes arrojaban piedras contra la catedral. Nuestros anfitriones nos explicaron que la iglesia no debería ocupar ese lugar. El sitio había sido asignado a otras personas, pero la iglesia tenía un cierto contacto con el ministro de gobierno y obtuvo la tierra. Al ser yo brasileño, creo saber cómo hicieron las cosas. Comprendimos que se trataba de una iglesia brasileña, que formaba parte de una conocida denominación brasileña originada en América Latina y que trabaja en cien países. La primera plana de los periódicos de Zambia hablaban acerca de la manera en que algunos de los pastores brasileños estaban siendo expulsados del país.
P: “Brasileños, vuelvan a casa”.
Exacto. Nos acercamos a la mesa trayendo nuestras experiencias exitosas, pero traemos también nuestros defectos, nuestros desastres y nuestros errores. En la actualidad, cuando nos acercamos a la mesa, debemos hacerlo siendo mucho más vulnerables.
Mi esperanza es que el Tercer Congreso de Lausana en Ciudad del Cabo sea esta clase de mesa. Esto es lo que algunos de
nosotros soñamos: Un lugar donde comencemos a hablar acerca del camino que hemos recorrido, de nuestras historias, de nuestras luchas y defectos, y de nuestras experiencias dolorosas. Cuando hacemos esto nos unimos mucho más.
Esta mesa nos unifica, convocándonos unos a otros a cumplir con nuestro llamado al ministerio del evangelio, llamándonos unos a otros a ser buenos administradores de nuestras posibilidades y recursos, pero también llamándonos unos a otros al arrepentimiento.
P: ¿Qué hacer con aquellos que no están preparados para esta clase de compromiso?
Hay dos voces dentro de mí.
En primer lugar, creo en el evangelio. Creo en un llamado continuo a entrar en una nueva experiencia con él. Creo en la comunidad porque creo en el evangelio. Aún me entusiasma la comunidad que la Trinidad esta moldeando para mí. Necesitamos continuar leyendo el evangelio y hablándonos unos a otros al respecto.
En segundo lugar, creo en la necesidad de arrepentirnos. Hay cosas en mi vida que puedo comprender únicamente a través del dolor. Del mismo modo que un anciano, debo tener esa paciencia que permita a las generaciones más jóvenes cometer sus errores, y conocer el dolor. Todos debemos estar dispuestos a prestar oído al evangelio y arrepentirnos.
Asimismo, los sistemas no cambian simplemente hablándoles. No seamos tan ingenuos como para creer que todo cambiará con un buen sermón y si oramos bien juntos.
P: Debemos ser realistas respecto de las dificultades que presenta el cambio.
Y no solo en forma individual, sino corporativamente.
Para bien o para mal, usted es un producto de usted mismo. La última vez que fui a Senegal conocí a unos misioneros brasileños que estaban iniciando un sencillo restaurante en el cual servían
churrasco, la barbacoa brasileña. En la India, una misionera brasileña que trabaja con refugiados afganos tiene una escuela de futbol con su esposo argentino. Es una locura. Es hermoso.
Es natural que transmitamos nuestra experiencia a otras personas: llevamos con nosotros aquello que disfrutamos. Puedo decir que es mejor llevar el fútbol que el béisbol, ¡pero es que soy brasileño! Debemos ser conscientes de lo que llevamos con nosotros, pero también reírnos de ello, y no pretender imponerlo.
P: ¿Cómo han resuelto esa clase de situaciones en World Vision (Visión Mundial)? Ustedes son una organización global con personal y dinero provenientes de muchos países. ¿Qué lecciones han aprendido en cuanto al trabajo asociado?
La lección más importante fue ver a la filial estadounidense de
World Vision renunciar al poder. Cada entidad tiene un voto en la junta directiva: Nosotros en Brasil tenemos un voto, y los Estados Unidos, que poseen el 40% de los ingresos, también tienen un voto. Creo que ese fue un testimonio poderoso.
P: ¿Cómo ve que se aplica el trabajo asociado, a iglesias que evitan trabajar con agencias y establecen contacto directo con personas en otros países, enviando equipos humanos y fondos en forma directa? Su objetivo es edificar una iglesia u organizar una clínica provisional de una semana de duración. ¿De qué manera los ayudan ustedes a ver que necesitan destinar tiempo y espacio para escuchar?
Si usted no escucha morirá solo.
P: ¿Hay una manera de escuchar? ¿Una estructura? ¿Una manera de abordar la cuestión?
Yo no creo mucho en eso de técnicas para escuchar. Creo más bien en un evangelio que nos moldea. El aspecto más importante es dónde tiene usted su corazón. ¿Está dispuesto a escuchar?
Si sale de viaje y se topa con sufrimiento y pobreza y no se entristece, algo está mal. Debemos recalcar esto. Cuando uno se siente fuerte y poderoso, no escucha. Pero hay momentos de vulnerabilidad. Por ejemplo, si en Brasil usted es parte de una iglesia rica, de personas de clase media, al encontrarse con las personas pobres de las
favelas se cuestionará por qué usted tiene mucho y ellos no. ¿Por qué ellos sufren y usted no? Si el evangelio está en su mente y en su corazón, le dolerá ver el sufrimiento de otros.
Debemos reconocer también que dominamos a quienes se encuentran en una situación de vulnerabilidad y que no pueden decirnos que no, cuando les ofrecemos todos nuestros programas y recursos. Lo primero que debemos hacer es escuchar.
Procure asociarse con personas que lo critiquen. Es muy peligroso asociarse únicamente con quienes desean sus recursos y que harán todo lo posible para hacerlo feliz con tal que usted esté allí. También necesita asociarse con personas que lo cuestionen y le formulen preguntas difíciles, para que así se entablen conversaciones reales.
Procure establecer relaciones que perduren en el tiempo. En la medida de lo posible, las misiones de corto plazo deberían guardar relación con alguna clase de compromiso a largo plazo. En la historia de nuestra misión, los misioneros a los cuales verdaderamente valoro son aquellos que han optado por permanecer toda la vida.
El Dr. Valdir Steuernagel es Vicepresidente de Christian Commitments, de World Vision International. Vive en Curitiba, Brasil.
Si quieres comentar o