Lo primero que me llama la atención en esta interesante novela de Miguel Ángel Moreno es su prosa espléndida, cómo dice lo que dice, el dominio del lenguaje para expresar los conceptos, la manera natural y rítmica de conducir el movimiento de los personajes, atrapados entre la fidelidad a la fe que profesan, el sentimiento de justicia y el deseo de venganza.
Moreno no niega la antropología paulina: El hombre es un ser triple, material por su elemento corpóreo, eterno por su espíritu, divino por su alma. Pero acaba justificando el comportamiento de sus criaturas en la frase de Leonardo Da Vinci; ese mismo hombre sólo se diferencia en ocasiones del animal en el tránsito de comida, en el foco de corrupción. Cuando se siente herido sin causa por el cuchillo perturbador, los principios más básicos de la fe cristiana flaquean hasta desaparecer.
En el protestantismo español está surgiendo una nueva generación de escritores. Esto es bueno, muy bueno. La pega, si la hay, es que en su mayoría tienden a temas extraídos del inmenso caudal etimológico, histórico y cultural de lo oculto, a medio camino entre el folklore y la leyenda, cruzando la línea que separa lo verdadero de lo fantástico y utópico. Estos temas venden mucho. Las editoriales lo saben. Fueron ellos, los editores, quienes en la segunda mitad del siglo pasado lanzaron a Erich von D´aniken en Suiza y a Juan José Benítez en España. El primero forzaba textos del Antiguo Testamento para fundamentar teorías sobre seres extraterrestres. El segundo con sus caballos de Troya, llegó a pintar a San Juan Bautista impotente, misógeno y demente. Ahora, Dale Brown, con su Código Da Vinci, ha vuelto a despertar el interés por lo fantástico, lo oculto, lo improbable, el misterio.
Autores evangélicos están cayendo en esta trampa.
No ocurre así con LA VIDRIERA CARMESÍ.
Miguel Ángel Moreno nos entrega una novela absolutamente creíble desde la primera a la última página. La trama se desarrolla en un ambiente totalmente evangélico. Los argumentos, las escenas, los personajes no habitan en las nubes. Están aquí, en la iglesia local, en el seno de la congregación con la que compartimos cada domingo.
Una muchacha, Rebeca, hija de pastor, brutalmente violada en su inocencia y en su cuerpo. Un pastor, Aarón, que trata de ocultar la violación de su hija contando a los enfermeros que se había caído por las escaleras. Luego, dirigiéndose a la hija que apenas le oía, añade: “Puedo conseguir que todos mantengan nuestro secreto. No permitiré que una prueba como esta vuelva a sacudir el bienestar de nuestra familia. No. Con Sara ya desatamos demasiadas opiniones negativas, y ya sabes que si un pastor no es capaz de gobernar su propia familia no es un buen pastor. Lo dice la Biblia. Así que lo que te ha ocurrido esta noche no debe conocerse. En el fondo, hija, lo hago por ti. Así seguirás pura a los ojos de los demás”.
Rebeca, ya despierta, responde con un tembloroso hilo de voz: “Vale”.
Pero lo que valía para el pastor y para la hija ultrajada no valía para el grupo de jóvenes integrados en la iglesia. Liderados por Ismael deciden aparcar por un tiempo la Biblia y vengar la ofensa. Lo hacen de forma tan brutal, tan indiscriminadamente, que Ismael, a punto de casarse con Rebeca en las primeras páginas de la novela, en las últimas es identificado por sus propios hermanos en la fe como el anticristo.
En la novela de Miguel Ángel Moreno hay una prodigiosa carga poética y didáctica. El autor deja constancia de que la novela evangélica, en sus formas más elevadas, puede ser un medio capaz de afrontar problemas internos de iglesias, superar dificultades entre hermanos y recoger el legado cristiano del Nuevo Testamento.
Se ha escrito que la novela es una forma particular del relato. Es uno de los elementos esenciales de nuestra aprehensión a la realidad. Desde que nacemos hasta que morimos nos hallamos perpetuamente rodeados de relatos, primero en nuestra familia, luego en la escuela, después en el mundo humano que nos rodea, en los encuentros y lecturas. La misión del novelista consiste en dar forma a esos relatos con una intención educativa e instructiva.
Es lo que ha hecho Miguel Ángel en esta novela cautivadora. Ha trasladado sucesos cotidianos de la vida eclesiástica a las páginas de una obra brillante. Los personajes imaginarios llenan un hueco de la realidad eclesiástica y nos iluminan acerca de ésta.
Felicidades a Moreno por este hermoso libro. Esperamos el segundo.
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