Jordi Pujol y el I.V.A.

A punto de acabar el mes me tropiezo, en LA VANGUARDIA, del día 31, con un artículo titulado “IVA”. Lo firma Jordi Pujol, el que fuera president de la Generalitat de Cataluña durante 23 años y en la actualidad jubilado.

Muerdo el anzuelo porque entre tema y el autor hay algo que no me acaba de encajar. Descubro muy pronto que no se trata del Impuesto sobre el Valor Añadido I.V.A. sino de Ideas, Valores y Actitudes.

Defiende que en la construcción de un país, sea el que sea, son imprescindibles ideas claras, valores sólidos y actitudes positivas.

Ideas claras sobre lo que somos, lo que queremos ser, lo que podemos ser y lo que no podemos ser. Valores sólidos frente a los frágiles, blandos, líquidos, porosos, de quita y pon, con fecha de caducidad, Kleenex en definitiva tan ensalzados por amplios sectores de nuestra sociedad. “Nunca se ha edificado nada ambicioso y duradero sobre la arena del relativismo”. Actitudes positivas, estimulantes, constructivas y esforzadas con las dosis adecuadas de autoestima y autocrítica, impregnadas de vitalismo y abiertas a la esperanza.

Me identifico sin reservas con ese planteamiento y creo que cualquier cristiano que pretenda regirse por el contenido bíblico puede asumirlo sin problemas.

Al margen de las concreciones sociológicas o políticas que puedan tener, estas formulaciones son aplicables a la vida personal, a la familia y a cualquier proyecto de iglesia local. No sería bueno mirar en exclusiva de puertas para fuera e identificar las carencias en los demás. Es mejor ejercer la autocrítica e identificar en clave interna aquello en lo que nos estamos deviando.

¿En qué medida nuestras ideas son claras, nuestros valores sólidos y nuestras actitudes positivas?

Habría que revisar una vez más si nuestras convicciones se sustentan en valores verdaderamente bíblicos. Habría que ver si los valores que defendemos nos llevan a adquirir compromisos firmes y duraderos. Habría que plantearse de nuevo si estamos asumiendo los riesgos que nuestra fe comporta. Habría que potenciar el hábito de convertir en virtudes los valores que configuran nuestro modo y estilo de vivir.

Una vez entendido el I.V.A. sería bueno aplicar a nuestro proyecto vital el I.R.P.F. Ilusión, Reto y Responsabilidad, Poder de Dios y Fe.