La bibliografía sobre la relación que tuvo Miguel de Unamuno con el protestantismo se incrementa a medida que pasa el tiempo. El trabajo más lejano que conozco es el libro del pastor y misionero escocés
John Alexander Mackay. Este intelectual protestante nació en 1889 y murió en 1983. Después de su graduación en el Seminario Teológico de Princeton en 1915, se trasladó a España. En Salamanca conoció a Unamuno. En uno de sus artículos, escribió: “Unamuno me llevó a comprender la plena dimensión de lo que significa ser hispano y lo que es la cultura hispana”.
Después de España Mackay vivió en Méjico y en Perú. Llegó a hablar un castellano perfecto. En 1932 publicó en inglés THE OTHER SPANISH CHRIST (EL OTRO CRISTO ESPAÑOL), considerado su libro más importante. La versión española no apareció hasta 1952, veinte años más tarde, traducido por Gonzalo Báez-Camargo. En 1988 la Casa Unida de Publicaciones, de Méjico, publicó una segunda edición. Es la que yo poseo.
La tesis de Mackay en esta obra consiste en demostrar que los conquistadores no llevaron a territorios de América el verdadero Cristo, el de los Evangelios, el ensalzado por Unamuno y otros intelectuales contemporáneos como Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, sino el Cristo de madera y piedra adorado en los altares de la madre patria.
En 1993 Editorial Clie publicó en Tarrasa el sobresaliente libro de
Patrocinio Ríos titulado EL REFORMADOR UNAMUNO Y LOS PROTESTANTES ESPAÑOLES. La misma editorial dio a conocer en 1998 y 2004 dos libros sobre el brillante pensador vasco titulados LA FE DE UNAMUNO y EL LIBRO DE JOB EN UNAMUNO, del doctor en Filosofía y Letras
Rodrigo Segarra, cristiano evangélico valiente y comprometido, según lo define el doctor Pablo Martínez Vila.
En abril de 1998,
como tributo a la Generación literaria del 98 en su primer centenario, el Consejo Evangélico de Madrid programó un ciclo de tres conferencias en el Ateneo de la capital.
Gabino Fernández habló sobre “Influencia de los protestantes españoles en la independencia de Hispanoamérica”.
Patrocinio Ríos, profesor de literatura española, especialista en Unamuno, miembro de la Iglesia Episcopal en Madrid, tituló su intervención: “Unamuno, una Reforma para España”.
A quien esto escribe se le asignó un tema en torno a “La dimensión religiosa de la Generación del 98”. Las tres conferencias fueron publicadas en un volumen por el ya mencionado Consejo Evangélico de Madrid. En aquella ocasión escribí el siguiente párrafo: “Unamuno fue el escritor del 98 que más leía la Biblia y mejor la conocía. La Biblia entera. Y más en ella, el Nuevo Testamento; y dentro de este, los escritos de San Pablo, que nunca se separan de su pensamiento. Esto queda harto demostrado en su largo poema “El Cristo de Velázquez”.
El citado libro de Patrocinio Ríos tiene 122 páginas. De estas, 70 están dedicadas a cartas que Unamuno escribió a personalidades protestantes o que recibió de ellos.
Ahora, Pérez Alencart nos amplia el epistolario. Alencart es poeta peruano-español, actual profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Salamanca. Ha recibido numerosos premios como reconocimiento a su labor poética. Este autor ha escrito un breve ensayo que lleva como título UNAMUNO Y EL PROTESTANTISMO. Ignoro si ha sido publicado en forma de libro. Yo poseo el texto escrito en 22 folios, a un solo espacio y en letra pequeña.
Dice Pérez Alencart: “No creo que en España exista (en cualquier tiempo histórico) un intelectual de la talla de Unamuno que haya defendido con mayor publicidad los postulados básicos de la Reforma”.
Si Patrocinio Ríos recoge las cartas escritas por Unamuno a destacados protestantes españoles, Pérez Alencart extiende su investigación a los corresponsales americanos. Nos recuerda que en 1996 la Universidad de Salamanca publicó el libro EPISTOLARIO AMERICANO (1890-1936), compilado por Laureano Robles. “En él, por vez primera, se reunían todas las cartas de Unamuno hacia el Nuevo Continente”, refiere Alencart. Y destaca algunas de ellas.
En 1904 Unamuno dice a
Ricardo Palma, académico y lingüista peruano, que practica el “oficio de predicador laico o caballero andante de la palabra; recorro estos pueblos y ciudades vertiendo lo que yo creo ser la buena nueva”.
Al pastor
William C. Morris, por entonces misionero en Argentina, Unamuno escribe el 29 de diciembre de 1904 este vibrante y sincero párrafo: “Los pueblos de origen español, triste es decirlo, necesitan de que se les recristianice, de que se les saque a flor de alma el cristianismo que tienen en las entrañas de esta, ahogado bajo la inmensa pesadumbre de sentimientos, ideas y prácticas paganas. Hay que combatir eso que llaman la fe del carbonero y enseñar a las gentes que se formen por sí mismas sus propios ideales, leyendo directamente el Evangelio, hay que emancipar la conciencia cristiana”.
José Ripoll fue misionero español en Cuba. Pastoreó iglesias en Manzanillo y en Matanzas. En la primera Iglesia bautista de Santiago de Cuba cedió el ministerio a Francisco País, padre de Frank, héroe y mártir de la revolución cubana. En 1904 Unamuno escribe a Ripoll una carta que sería publicada en noviembre del mismo año en EL MENSAJERO, de Camaguey. Pérez Alencart reproduce en su trabajo este fragmento de la extensa misiva: “Hace dos años, en Cartagena, dije que nos hacía falta en España una Reforma, una Reforma nuestra, indígena, española, no de traducción, pero que fuera a nosotros lo que la Reforma del siglo XVI fue a los países germánicos, escandinavos y anglosajones. Hay que cristianizar a España, donde aún persisten las formas más bajas del paganismo, sancionadas de ordinario por la Iglesia”.
Alencart da amplias noticias de cartas enviadas por Unamuno a otros escritores hispanoamericanos y también a emigrantes españoles residentes en América, todos ellos protestantes.
A los venezolanos Pedro Emilio Coll y Rufino Blanco, al vasco Francisco Grandmontagne, residente en Buenos Aires, al profesor español Andrés Belloguin, viviendo en Asunción, Paraguay; al vasco, como él, Pedro Jiménez Ilundain, le manda este mensaje a Estados Unidos en diciembre de 1902: “Lo del protestantismo no le parece a usted solución eficaz y posible para España. Yo creo que es acaso la única que puede salvaros del irreliogismo o de la indiferencia o del olvido de la otra vida. Y eso lo dice uno que no usa disfraz”.
En opinión de Alencart, hay muchas cartas dirigidas a éste amigo vasco. En otra de Diciembre de 1905 Unamuno le escribe: “He terminado también un ensayo, “Qué es la verdad”. Es un ataque durísimo al catolicismo”.
Pérez Alencart finaliza su magnífico epistolario con un personaje singular: Alberto Nin Frías, protestante uruguayo que por entonces contaba 23 años. En la Casa Museo de Unamuno se conservan 29 cartas y 14 tarjetas. Las que escribió Unamuno fueron publicadas en 1962 en Buenos Aires bajo este título: “13 CARTAS INÉDITAS DE MIGUEL DE UNAMUNO A ALBERTO NIN FRÍAS”. Cree Alencart que tal vez Unamuno veía a Nin Frías como un transmisor de sus ideas en América. En una de sus cartas, el rector de Salamanca dice al hijo de diplomático, educado en colegios de Londres y Bruselas: “Si el catolicismo ha estropeado a España, su apariencia vana ha estropeado a Sud-América”.
Si Miguel de Unamuno estuviera vivo ahora, 73 años después de su muerte, tal vez se sorprendería al saber que en esa América hispana que tanto le atraía viven actualmente 40 millones de protestantes. ¿Han brotado algunos de la semilla literaria que él sembró? Sólo el cielo lo sabe.
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