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Protestante Digital

 
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Debate: ¿anticatolicismo evangélico español?

Un debate entre Luis Fernando Pérez Bustamante (católico) y X. Manuel Suárez (evangélico) sobre sus diferentes visiones de la situación, perspectivas y relación actual entre católicos y evangélicos en España.
MUY PERSONAL AUTOR Temas de debate 24 DE JULIO DE 2009 22:00 h

Como introducción, el artículo de Pérez Bustamante responde al contenido de la noticia “Manuel Suárez denuncia que Gobierno y jerarquía católica actúan con el mismo patrón “rancio e intolerante”, publicado en Protestante Digital. La réplica de Pérez Bustamante fue publicada en la web www.infocatolica.com, que él dirige y al que le agradecemos que también publicase allí la respuesta de M. Suárez.

También es justo reconocer que desde la apologética y las diferencias evidentes en este debate, Pérez Bustamante (por detrás de Religión digital) es el único medio de información religiosa (en este caso además católico) que reproduce contenido protestante con respeto y de manera continua; con las lógicas dicrepancias existentes como la presente.

ACABÁRAMOS: ZAPATERO ES UN CARCA TRIDENTINO
Luis Fernando Pérez Bustamante

Señoras y señores, sepan ustedes que el gobierno de Zapatero ha acabado en la intolerancia tridentina y asume “posiciones propias del catolicismo rancio, dogmático y contrarreformista". ¿No se han enterado? Repetimos: el Gobierno ha asumido y ejercido las conductas intolerantes del catolicismo más dogmático porque niega los derechos más fundamentales de la persona y “lo hace igual que Trento, en nombre de una mayoría".

No, no me he vuelto loco. No soy yo el que ha dicho semejante payasada provocadora. Lo ha dicho el vicepresidente de la Alianza Evangélica Española, a la sazón vicepresidente del Partido galeguista, médico de profesión. Este señor ha sido entrevistado por sus hermanos en la fe sobre la actualidad y la futura ley del aborto. Y claro, en vez de acudir al último siglo y medio de la izquierda para explicar la intolerancia del zapaterismo ante los que defienden la vida, este líder protestante español no ha tenido mejor idea que equipararle a la Iglesia Católica de Trento.

Pero ojo, va más allá y dice que en el Estado español (se ve que eso de ser galleguista le impide decir simplemente España) el anti-clericalismo es mayor que en cualquier otro país del norte de Europa. “La diferencia con los países de tradición protestante se encuentra en que en esos países siempre partieron de la clara separación iglesia-estado, el dominio de las dos esferas, como sucede en el calvinismo"…… Manda carallo, digo yo a eso. ¿Separación iglesia-estado en el calvinismo? ¿lo dice por la Ginebra de Calvino? ¿quizás por la Holanda calvinista que echó a patadas a los arminianos tras el sínodo de Dordrecht? ¿y qué decir del luteranismo y su maridaje con la política desde sus orígenes? ¿acaso ignora que la mayoría de los países europeos que hoy siguen siendo constitucionalemten confesionales son precisamente protestantes? ¿no es el luteranismo la religión de estado en Dinamarca? ¿no lo es en Noruega, en Finlandia y en Suecia? ¿acaso en esos países no es el estado el que financia por entero a sus iglesias nacionales? ¿y hace falta que le recuerde que la reina de Inglaterra -país al que nombra- es la cabeza de la Iglesia anglicana? ¿sabe quién ha sido durante siglos el que firmaba los nombramientos de los obispos anglicanos en el Reino Unido?

Sí, ya sé que en EEUU eso no es así. Que allá sí ha habido de siempre separación entre Iglesia y estado aunque, cosas que pasan, es el país occidental donde los cristianos más intervienen en la política de la nación, intentando “imponer” su moral en las leyes del país. Digo lo de “imponer” porque de eso son acusados por los que en ese país juegan respecto a ellos el papel que usted desempeña aquí respecto a los católicos.

Asegura este protestante gallego que “el déficit principal de la Iglesia católica actualmente es un déficit de carácter moral” porque “le cuesta demostrar que intenta convencer en lugar de imponer". Una evidencia de ello, según Suárez, es que muchos seguidores del catolicismo no reconocen la autoridad moral de su Iglesia y acaban apoyando posturas contrarias a la moral católica. Hombre, al menos sigue existiendo una moral católica a la que seguir o de la que desentenderse. En esos países europeos que he nombrado, buena parte del protestantismo ha enviado la moral cristiana al cubo de la basura. No hace falta que le recuerde lo que ocurre en el anglicanismo y el luteranismo, ¿verdad? Por no hablar del hecho de que la inmensa mayoría de los bautizados en esas confesiones protestantes no asoman por sus iglesias ni para ver si la carcoma se ha comido los bancos.

Dice Suárez que “los cristianos debemos hacernos oír en todos estos temas porque todos tienen fundamentos morales y deben hacer saltar en nosotros una manifestación pública". Oiga, pues yo juraría que eso es precisamente lo que intentamos hacer muchos católicos, obispos, sacerdotes y seglares. Los mismos que somos objeto de su desprecio estamos dando la cara para que usted, como médico, pueda objetar a la hora de hacer un aborto. Los que somos hijos de esa Iglesia a la que usted ataca sin venir a cuento, somos los que más nos estamos partiendo la crisma contra un gobierno de un espíritu totalitario no comparable al catolicismo, sino al totalitarismo de izquierdas de toda la vida. Usted, sin embargo, nos quiere meter a católicos y zapaterinos en el mismo saco. Usted sí que representa el verdadero espíritu de intolerancia del siglo XVI, en el que católicos y protestantes arreglaban sus diferencias en los campos de batalla y en las hogueras (sí, ustedes también quemaban gente, caballero). Usted, en vez de decir que “a pesar de nuestras grandes diferencias doctrinales, vamos del brazo de los católicos en la defensa de la vida", azuza un anticatolicismo bastardo que está instalado en los genes de los que son incapaces de entender que para ser un buen cristiano evangélico no hay que ser un estúpido anticatólico. Usted ataca a la sana convivencia entre católicos y protestantes en España. Usted, vicepresidente de la Alianza Evangélica Española, es una mancha para el cristianismo de este país. Usted se merece el mayor de mis desprecios.

Luis Fernando Pérez Bustamante
PD: Ya que al vicepresidente de la AEE le da “yu-yu” decir España, propongo que a partir de ahora pasen a llamarse AEEE: Alianza Evangélica del Estado Español.


ESPAÑA, LA IZQUIERDA DE ZAPATERO Y TRENTO
Respuesta a Luis Fernando Pérez Bustamante por su artículo “Acabáramos: Zapatero es un carca tridentino”
X. Manuel Suárez

Leo con retraso su escrito en el que tiene la amabilidad de comentar mis propuestas sobre la vinculación entre la intolerancia del zapaterismo y la mentalidad de Trento. El talante de su escrito reafirma mis argumentos y la visceralidad con la que me responde me indica que he dado en el clavo.

La conducta, la actitud, el talante, no obedecen a la ideología, sino a la mentalidad; al buscar la raíz de la intolerancia del zapaterismo no encuentro explicaciones ideológicas, sino la mentalidad de Trento, la misma que no se conforma con discutir las ideas, sino se empeña en condenar al hereje. No le extrañe tanto, amigo Luis Fernando: es la misma que manifiesta usted cuando no se queda en el sosegado debate intelectual y no puede limitarse a discutir mis argumentos, sino se siente impelido a criticar a la persona, a señalar mis pecados personales, protestante y nacionalista, y colgarme así el sambenito (esta palabrita le suena ¿verdad?) en el que va escribiendo sus insultos condenatorios que resume al final acusándome de ser “una mancha” –el término tiene interesantes connotaciones inquisitoriales– y brindándome “el mayor de sus desprecios personales”; en fin, no puede usted renunciar a la bendita tradición de sus antepasados de demonizar y quemar al hereje.

En contraste, por mi parte, porque soy protestante, tiene usted el mayor de mis respetos, porque es usted una persona por la que Cristo murió, igual que por mí, y, porque soy protestante, soy capaz de rebatir sus argumentos renunciando a denigrarle personalmente y mandarle a la hoguera. Ya ve que la tolerancia no es cuestión de ideología, sino de mentalidad.

Permítame que no sea exhaustivo en mi respuesta a todos sus interesantes argumentos, por cuestión de espacio, pero le invito cordialmente a un café para hablar sin limitaciones sobre este tema. Discutir la casuística podría hacer esto interminable, pero empiezo dándole la razón: rechazo el hecho de que la monarca británica sea cabeza de la Iglesia Anglicana. No tengo problema alguno en darle la razón en lo que la lleva, porque como protestante amo la verdad y, como protestante, no tengo reparo alguno en reprobar aquello que los miembros de la Iglesia de Cristo han hecho mal, porque a mí no me salva esa mi Iglesia, sino Cristo. Comprendo, por el contrario, que usted tenga serios problemas para hacer lo propio con su Iglesia o sus papas porque eso le supondría una seria inseguridad, pues cree que su salvación está vinculada a esa iglesia desde el propio momento del bautismo, y esto dificulta su apertura al debate libre y desapasionado; por eso necesita justificar el exterminio de protestantes diciendo que éstos “también quemaban gente”; una argumentación tan clásica como débil ésta del “también ustedes”, que no puede ocultar las innegables diferencias cuantitativas que se daban en estas prácticas a uno y otro lado.

Habla de la confesionalidad de las monarquías de los países nórdicos y reitero mi rechazo a ella, igual que rechazamos usted y yo la de la española, supongo, pero concordará conmigo en que esto de ninguna manera se traduce en una real influencia política de la Iglesia Luterana en el gobierno, de la misma manera que la reina británica de ninguna manera tiene capacidad de decisión en cuestiones de doctrina, lo que convierte esa “confesionalidad” en menos que virtual; pero oiga, la experiencia en la historia de España es muy diferente ¿o no? Hay un dato fundamental para entender la exigencia de que el monarca sea protestante en los países nórdicos, Holanda o Reino Unido: no fue el rey quien la impuso, sino fue el pueblo y sus dirigentes quienes históricamente impusieron al monarca esta condición, una decisión opinable, pero ciertamente democrática, surgida de abajo arriba, exigida como una garantía de que la monarquía iba a estar sometida a un grado de control por las demás instancias de poder, porque sabían bien que, por el contrario, la monarquía sustentada en la jerarquía católica conducía sistemáticamente al autoritarismo y a la tiranía. Así es: a lo largo de la historia las monarquías protestantes han tendido a verse controladas por los demás poderes, mientras que las católicas han tendido a la autocracia. Y por cierto, el calvinismo fue aceptado en Ginebra por decisión democráticamente votada, no por las armas de ningún tercio español, y algunas de las “imposiciones” de ese calvinismo incluyeron la educación obligatoria, gratuita y universal y una moral pública intachable; la primera tardó España en conocerla; la segunda, coincidirá conmigo en que aún falta. Las iglesias presbiterianas (calvinistas) llevan siglos eligiendo por democrática votación a sus cargos, y esto supuso un modelo en la mentalidad de quienes luego generaron sistemas políticos democráticos.

Pero no voy a discutir más ejemplos porque lo relevante no es esto, sino las tendencias y las cosmovisiones y en ese terreno le invito a entrar: ¿Hacia dónde han conducido la cosmovisión protestante y la católica? ¿Qué tipo de sustento han dado a los sistemas políticos? Esta, y no otra, es la pregunta que nos debemos hacer para interpretar la situación política actual; es la misma pregunta que se hizo Castelar (lo siento, también era hereje, republicano) en “La Revolución Religiosa” y su respuesta es clara: la cosmovisión protestante ha conducido históricamente hacia las libertades democráticas y la católica hacia el autoritarismo.

Es una verdad que no voy a intentar demostrar a los lectores porque la historia lo hace irremediablemente evidente: esta diferente mentalidad es la que ha permitido que sea en los países protestantes en donde primero se abrió la libertad de conciencia, de expresión y de prensa, se asentaron los sistemas de representación parlamentaria, se fundaron los sindicatos, se estableció el sufragio universal, se abolió la esclavitud, etc.; fue en un país protestante en donde se redactó la primera constitución democrática; es a esa mentalidad protestante a la que debo mi derecho a reclamar hoy la objeción de conciencia, un derecho en el que secularmente se ha encontrado de frente a la mentalidad católica. La mentalidad católica tridentina, en contraste, generó y consagró el dogmatismo, la intolerancia y el autoritarismo políticos en los países en los que triunfó, de los cuales España ha sido un paradigma desde Trento hasta Franco; esto certifican multitud de historiadores de la España contemporánea.

El pluralismo, consecuencia del protestante libre examen, genera en nosotros la diversidad en medio de la unidad, una unidad basada en el libre y espontáneo reconocimiento de lo que nos une a los protestantes; el monolitismo papista, el dogma, genera en el catolicismo una unidad impuesta que no impide descubrir las violentas diferencias entre jesuitas y Opus. El protestantismo origina la polifonía del Mesías de Haendel y el catolicismo la monocromía del canto gregoriano; uno da sustento natural a la diversidad y pluralismo democráticos; al otro le cuesta vencer la tradición para asumir la democracia.

Los lectores concordarán en que no se trata de meras coincidencias, y fíjense: en los países protestantes la democracia se estableció fundamentándose en valores religiosos, extrayendo de la Biblia los principios que alumbraron las libertades políticas, mientras que en los países bajo la mentalidad tridentina la democracia se tuvo que abrir paso en contra de la cosmovisión religiosa dominante y los poderes eclesiales; es por eso que en España y otros países católicos la democracia surgió ligada al anticlericalismo y es por eso que tantas dificultades han tenido los demócratas católicos para hacerse oír, porque tienen que vencer una tradición de legitimación de la tiranía y la opresión por parte de su iglesia, algo que pesa mucho en el imaginario colectivo, en la consciencia y experiencia popular. Tengo la mejor disposición a colaborar con los católicos que luchan legítimamente por los derechos y libertades democráticos, de los cuales el derecho a la vida es básico, desde la concepción hasta la muerte, pero mi mejor contribución empieza por ayudarles a reconocer estos elementos porque les hará más certeros en su diagnóstico y más eficaces en su lucha.

Me preocupa tanto como a usted el dogmatismo intolerante del zapaterismo, y a ambos nos interesa preguntarnos a qué se debe. Podríamos pensar que se trata de una tendencia congénita de la izquierda; de ser así, deberíamos ver ese talante reproducido en otros países en donde gobierna la izquierda, pero la realidad es bien diferente. Mi propuesta es que ese talante obedece a su background cultural, al código de valores asentados secularmente en su entorno. Los mismos principios ideológicos producen formas de gobernar diferentes según el medio en el que se desarrollan; consecuentemente, la izquierda lo hace con un talante mucho más dialogante y abierto al pacto en Alemania (en donde no tiene reparos en hacer coalición con la CDU), en los países nórdicos, el Reino Unido o EEUU, y en estos dos su flexibilidad lleva a sus diputados a votar en ocasiones en contra de su propio gobierno; esa capacidad de aceptar la disidencia, la diferencia, el pacto desde la pluralidad, tiene que ver con su cultura alemana, nórdica, anglosajona, por tanto, protestante. Lo que singulariza al zapaterismo no es que sea más de izquierda, sino que es de cultura española y, por tanto, católica. Mal que le pese a él y a usted, Zapatero es culturalmente católico y Trento ha dejado una huella duradera en la mentalidad colectiva de su entorno cultural.

Cuando Zapatero dice que la ley del aborto se va a imponer por mayoría, sin buscar a fondo el consenso amplio con la oposición, está siendo coherente con el principio tridentino de que “una mayoría no puede estar equivocada”; cuando niega a la Iglesia Católica su legítimo derecho a manifestar públicamente sus discrepancias, está siguiendo el dogma tridentino de que “no hay salvación fuera de Roma”; cuando se permite amenazar el derecho a la objeción de conciencia, está siendo fiel al principio de Trento de que “la herejía no tiene derechos”, cuando se postula como modelo para la izquierda universal, está siendo en su “Iglesia” “adalid de Trento y espada de Roma”; la única diferencia es que el papa es otro, la Iglesia es otra y otros son los herejes, pero la querencia por el dogma, la intolerancia y la laminación de derechos a los disidentes es la misma, es el mismo talante tridentino que ha dejado huella perdurable en los españoles, incluida la izquierda. El totalitarismo, el dogmatismo y la intolerancia en España no han sido importados del extranjero por la izquierda; llevaban aquí siglos asentados y consagrados por la Iglesia Católica desde Trento hasta Franco; Zapatero no necesita para nada referencias ajenas.

Ciertamente, lo que propongo es algo en lo que muchos de nuestros lectores no han reparado y comprendo la inicial reacción visceral de usted, pero así somos los herejes: decimos lo que nadie se ha atrevido a decir en nuestra sociedad y aunque todos digan que el rey lleva un maravilloso vestido, si lo vemos desnudo así lo exponemos; desde Lutero no nos retractamos “a no ser que nos convenzan con las Escrituras o con argumentos razonables”. Admitan los lectores la posibilidad de que pueda llevar algo de razón aún siendo un hereje protestante; si es así, tenemos delante una nueva perspectiva de análisis, diagnóstico y consecuente tratamiento.

Y termino dándole la razón en otra cosa: hoy las sociedades protestantes europeas están abandonando los principios escriturales de la Reforma, sustituyéndolos por un relativismo vacío; ésa es la razón por la que Europa tiene hoy, en mi perspectiva, un limitado recorrido como sociedad transformadora y progresista. No me alegra comprobar que lo mismo sucede con la Iglesia Católica en España, cuyas estadísticas incluyen como católicos a todos los bautizados en esa iglesia (yo mismo figuro en esa nómina), pero sus creyentes reales disminuyen día a día. Pero, siguiendo mi modelo de reflexión, los ya descreídos europeos del norte siguen siendo aún culturalmente protestantes y, consecuentemente, aún mantienen el talante que les permite conservar relaciones socio-políticas con profundidad democrática; si mi análisis es correcto, en el momento en que se apaguen los rescoldos de su cosmovisión protestante, la democracia se irá debilitando y surgirán nuevas tendencias totalitarias.

Cita a los EEUU como ejemplo de influencia de los cristianos en la política, y fíjese que coincide que es la sociedad en la que el protestantismo se mantiene más vivo e influyente: las propias iglesias católicas americanas asumen mucho del discurso protestante en las formas y en el fondo, incluso hasta un 15% de los católicos americanos se reconocen “nacidos de nuevo”, un crucial concepto evangélico. Muchos políticos americanos exponen francamente su fe evangélica y muestran su traducción a iniciativas políticas, pero fíjese que hablamos de influencia –no de lo que usted llama imposición–, desde el protestante reconocimiento de la pluralidad, no desde el monolitismo de mentalidad católica. Los lectores lo comprenderán con un ejemplo: en España los funerales del 11-M fueron católicos, en una iglesia católica, a pesar de que había víctimas protestantes; en contraste, la toma de posesión de cualquier presidente americano incluye oraciones de líderes religiosos, pero de una pluralidad de confesiones, y esas oraciones no son ninguna amenaza a la separación iglesias/estado porque tienen claro el concepto calvinista de las diferentes esferas; los políticos evangélicos americanos expresan abiertamente sus convicciones de fe porque su sistema democrático está fundamentado en bases religiosas (no se podría decir lo mismo en España), y esas bases incluyen el derecho a la diversidad y la separación iglesias/estado: jamás hubo peligro de que cualquier iglesia protestante impusiese sus criterios en la esfera política (no se podría decir lo mismo en España).

¿Hay lugar aquí para la colaboración socio-política entre católicos y protestantes? Sin duda; creo en la cobeligerancia en cuestiones en las que coincidimos claramente, una cobeligerancia que respete la diversidad y las identidades diferentes, en un talante de franqueza y claridad. Es este talante el que me ha llevado a decir lo que he dicho; no me parece mal que le haya irritado, pero así que le baje la adrenalina plantéese si hay algo interesante en mis palabras que le pueda ayudar a descubrir nuevas perspectivas; es necesario que los católicos practicantes y los culturales (incluidos militantes de la izquierda) se desembaracen de la tradición de Trento, de sus tendencias autoritarias, dogmáticas y excluyentes, porque a partir de ahí será más fácil construir el consenso, desde el respeto a las libertades democráticas, la primera de las cuales es la libertad de conciencia; la democracia española lo necesita.

X. Manuel Suárez es médico y Vicepresidente de la Alianza Evangélica Española
 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

Johannes de Silentio
27/08/2012
16:12 h
2
 
Apasionante debate en el que se reflejan claramente dos tipos de mentalidades, dos tipos de respuesta e incluso dos tipos de España. Una de las cuales podría haber triunfado hace unos siglos, si no hubiera sido por el fanatismo de la otra. En otra situación estaríamos ahora, probablemente en una situación más cercana a la de nuestros vecinos del norte.
 
Respondiendo a Johannes de Silentio

daniel
25/02/2012
12:04 h
1
 
con el simple hecho de recordarle que en la America hispana y catolica la esclavitud se abolio antes que en las colonias protestantes...se cae todo su discurso....
 



 
 
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