Generación ni-ni

Menos mal que hoy ya no se estila porque sería un planchazo que el otro contestara que no hace nada de nada y te quedas con la conversación bloqueada, el ligue por los suelos, en medio de un ridículo espantoso y a otra cosa mariposa.

Todos lo hemos podido leer, el 54% de españoles entre 18 y 34 años manifiestan no tener un proyecto de vida que les interese e ilusione. Se habla de la infantilización de la juventud y tienen poca prisa por hacerse mayores. Aunque más del 80 % se muestran satisfechos con su vida son muchos los que se sienten vulnerables y perdidos con unas más que inciertas perspectivas laborales. Contratos basura, mileurismo y demás lindezas. Muchos tiran la toalla incapaces de encontrar una salida y de cambiar las cosas.

Sin duda la culpa la tiene ZP y la responsabilidad es del todo imputable a la crisis pero no estaría de más buscar otros factores —aunque fueran pocos— menos coyunturales y más de fondo que nos ayudaran a ver cómo hemos llegado hasta aquí.

Pasó a la historia por fortuna la postguerra con su lucha por la supervivencia y las necesidades básicas. Nuestros jóvenes han vivido en una sociedad cada día más rica —hasta hace cuatro días perecía que no tenía límites— y cada día más tecnificada.

En paralelo con el progreso la familia se ha debilitado y la convivencia familiar como centro de relación, aprendizaje y trasmisión de valores se descafeiando. Entre el autoritarismo de antes y el actual rechazo a cualquier forma de autoridad se nos quedó en el camino su ejercicio equilibrado por parte de padres, profesores y gobernantes. Se nos olvidó marcar unos límites claros y consistentes a los hijos, estimularlos cada día y envolverlos de amor y cariño verdaderos que nada tienen que ver con hacer dejación de las responsabilidades como padres. Ahora no sólo están desorientados, sino que no hay pistas ni camino.

La Biblia advierte de que tras la negligencia —también en su versión ´ni-ni´ de la actualidad— llega la pobreza, la necesidad y las goteras en la casa. Si no queremos invertir esta tendencia no demos a nuestros hijos ninguna orden, ni les hablemos de obligaciones, ni de responsabilidades proporcionadas a sus posibilidades. No se nos pase por la cabeza matizar siquiera su libertad, ni les enseñemos a respetar a sus mayores, autoridades y profesores. No les privemos de ningún capricho aunque ellos no cumplan su parte del trato, ni les enseñemos a compartir, ni a reconocer sus propios errores y, ni mucho menos, a pedir perdón.

Hoy más que nunca son imprescindibles el trabajo, el esfuerzo, la iniciativa, la diligencia y la rectitud.

Todavía hoy quedan jóvenes —46 % según las estadísticas— con fuerza a los que les hierve la sangre y que aplican toda su juventud a un proyecto estimulante de vida. Gracias a Dios por ellos.