España está de nuevo enfrentada en el tema religioso. Un sector de población quiere seguir los hábitos tradicionales, como el personaje de Unamuno,
yo creo en lo que cree la Iglesia católica y la Iglesia católica cree en lo que creo yo.
Y no hay más que hablar.
El cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo, hombre de gran poder social y político, acaba de reafirmarse en esta postura: “Si España pierde sus profundas raíces cristianas (entiéndase católicas) dejará de ser España”, ha dicho. Así pensaban también el inquisidor Torquemada, el fundador de los jesuitas, Ignacio de Loyola, el cura y filósofo Jaime Balmes, el políglota Menéndez y Pelayo, el belicoso cardenal Gomá, que puso sus cañones (no de pólvora) al servicio del glorioso alzamiento nacional conducido por Francisco Franco.
Otro sector importante de españoles de hoy demanda una España laica, sin influencias clericales, y un Estado que la haga posible. Esto no significa que la religión tenga que desaparecer de la vida pública. Pero la laicidad es importante y necesaria para articular la convivencia nacional de los españoles.
Así lo cree y lo escribe
Rafael Díaz-Salazar en ESPAÑA LAICA. El autor es profesor de la Facultad de Ciencias políticas y Sociología en la madrileña Universidad Complutense. Es profesor invitado en universidades de Brasil, Venezuela, El Salvador, Cuba y México. Ha escrito y publicado una decena de libros, entre ellos DEMOCRACIA LAICA Y RELIGIÓN PÚBLICA.
Al abordar el tema en las primeras páginas de la obra el autor afirma que “la laicidad es la autonomía del Estado, de política, de la conciencia moral, de la educación y de la vida espiritual. Una autonomía con fundamento ético que se establece frente a la denominación y colonización de estas esferas por las iglesias, las religiones y las ideologías, ateas o agnósticas que rechazan el pluralismo moral, ideológico, religioso y político”.
El autor entiende que Lutero y la reforma protestante, con su afirmación del libre examen y la soberanía de la conciencia individual frente al poder eclesiástico, pusieron las bases del laicismo moderno en Europa. En defensa de su tesis, a Díaz-Salazar le viene al pelo el laicismo apuntalado por la revolución francesa; separación total de la Iglesia y el Estado, privatización de la religión, la escuela pública laica con exclusión de la enseñanza de la religión, la moral laica como fundamento del vínculo social, la constitución laica del Estado.
Hacia esta configuración jurídico-política del Estado dicen que tiende en España el actual gobierno socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero. Y la jerarquía católica está que trina. Su máximo exponente, el cardenal arzobispo de Madrid Antonio María Rouco Varela, lo ha expuesto sin disfraz: “La gravedad en el influjo del laicismo –ha dicho- se nota en la permanente propuesta de querer separar radicalmente la experiencia política, la experiencia de la vida pública, la experiencia de la fe”.
No creo que los tiros de Zapatero vayan por ahí. Aunque me gustaría. Desvincular totalmente, absolutamente, hasta el más pequeño resquicio a la religión, cualquier religión, de la vida política. Los curas católicos, los pastores protestantes, los imanes musulmanes, los rabinos judíos, a sus templos, a ocuparse de la religión, que es lo suyo, que no estorben a las autoridades del Estado con sus intromisiones políticas. A rezar y a desbordarse en la sociedad para atender las muchas necesidades de los estómagos vacíos, de los cuerpos enfermos, de las carnes que pasan frío.
Volviendo al libro de Díaz-Salazar, el autor se adentra en los siglos y recuerda que “las tensiones y conflictos entre clericales y laicistas atraviesan la historia de la España moderna y contemporánea”. Cree que en el siglo XVI España tuvo la gran oportunidad de configurar un cristianismo humanista, emancipatorio y espiritual. Sin embargo, las tesis de Erasmo y de Bartolomé de las Casas fueron derrotadas por los largos brazos de la Inquisición.
Ahora, sigue el autor, “en España se han creado diversas asociaciones que defienden el laicismo y presionan para que el Gobierno adopte una política laicista”.
Resulta interesante la distinción que Díaz- Salazar hace entre la postura laicista que propugna el P.S.O.E. y la de Izquierda Unida. La concepción laicista del P.S.O.E. quedó reflejada en la revista TEMAS PARA EL DEBATE, que publicó un número monográfico sobre “la sociedad laica”. En él se afirma lo siguiente: “La democracia tan sólo funcionará si a la vez que respeta a las creencias indiscutibles, religiosas, las mismas quedan relegadas a un segundo plano en la organización de la cosa pública (………). La democracia está vacía de contenido cuando los ciudadanos se definen antes por una entidad –ético-religiosa que por una identidad personal”.
Respecto a Izquierda Unida Díaz-Salazar cree que “desde la elección de Llamazares como máximo dirigente de I.U. (ya no lo es, ha quedado como simple diputado) se ha adoptado un
laicismo de exclusión y claramente anticlerical….Llamazares ha declarado en diversos medios de comunicación que le ha “irritado profundamente” la política del gobierno hacia la Iglesia católica y ha amenazado con denunciar ante el Tribunal Constitucional las decisiones tomadas sobre la financiación y enseñanza de la religión”.
Echando una mirada al conjunto del país, Díaz-Salazar concluye que las demandas y reivindicaciones de las asociaciones laicistas van encaminadas a acabar con los viejos privilegios de la Iglesia católica, derogar los Acuerdos entre el Estado español y el Estado Vaticano, asegurar el carácter neutral, aconfesional y laico del Estado a través de un Estatuto de Laicidad que garantice la neutralidad ideológica y religiosa en el funcionamiento de las instituciones, establecimientos, centros y servicios públicos.
La lista de reclamaciones no concluye aquí. Habría que llenar muchas páginas para incluirlas todas. Valdría la pena. Para que España sea plural tiene que ser laica. El aprendizaje de la laicidad es una de las asignaturas pendientes en nuestra democracia y en una gran parte de los hombres y mujeres que ocupan escaños en el Congreso.
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