Si todos ganan perdemos todos

Mientras el PP sublima sus resultados y minimiza los del PSOE, éste se consuela al considerarlos “razonablemente positivos” y se ampara tanto en el importante apoyo ciudadano como en ser el mejor grupo socialista de Europa. En resumen, si no ganan todos por lo menos ninguno pierde. Esperemos que en clave interna los partidos hagan valoraciones más realistas, de lo contrario vamos muy mal.

Hay que felicitar a nuestros partidos políticos porque la abstención no ha crecido como parecía y la participación electoral en España se ha situado por encima de la media europea. ¡Qué bien! Felicidades a nuestros políticos porque si bien en febrero se preveía que el 73 % se quedaría en casa, luego en el momento de la verdad, sólo lo hizo el hizo un 55.

Eso quiere decir, entre otras cosas, que todavía se puede seguir tensando la cuerda de los despropósitos porque el personal aún no ha llegado al límite de su capacidad de cabreo. El hastío se hace insostenible durante la legislatura pero, ante las elecciones y tras una campaña electoral a puro grito, se impone el sentido de la responsabilidad democrática y muchos deciden ir a votar aunque sea en blanco y tapándose la nariz mientras depositan el sobre en la urna.

Para mí los políticos hace una semana que empezaron su campaña electoral. Sería saludable votarles tras valorar su trayectoria y propuestas sin dejarse llevar por los estados de ánimo que se forman en las campañas. Habría que fijarse en el trabajo que desarrollan, desde las ideas que los mueven hasta la información que nos suministran sobre su tarea pasando por su dedicación exclusiva —o no— y el nivel de excelencia con que se mueven.

Habría que hacer un seguimiento de la proporcionalidad de sus ingresos; me ha llegado la noticia —pero no puede ser verdad— que los europarlamentarios están a punto de aprobarse un sueldo de 7.000.- € mensuales (Repetimos: 1.164.702.- de las antiguas pesetas) ¡así no hay quien no tenga afección política aunque se en medio de la crisis!

Sería saludable valorar —¿por qué no?— su grado de cortesía, los buenos modos, el respeto por el adversario en contraposición al insulto, la bronca, la bravata y la agresión verbal. Qué decir de la honestidad que va más allá de no meter la mano en la caja sino que afecta a la manera de ser consecuentes, la denuncia de la corrupción sin fines electorales y alejados de justificar en el compañero de partido lo que se censura en el adversario.

En cuanto a mí estoy dispuesto a dejarme seducir por cualquier candidato que saque buena nota en una evaluación continuada sobre trabajo, sueldo, cortesía, honestidad y comunicación ya sea de derechas, izquierdas, centro o más para allá; nacionalista de aquí o de allí y hasta independentista o no. Pero, por favor, que no nos tomen más por tontos.