Vacuna contra el pánico

Nos dicen ahora que su nombre oficial es gripe A/H1N1, cabe esperar que sea el definitivo y que ninguno de sus números y letras se sientan ofendidos.

Aunque casi siempre después de leer sobre las cosas que pasan uno consigue formarse una opinión, aunque pueda ser equivocada, esta vez no es así.

La noticia tiene en los últimos días gran presencia en los medios. La Vanguardia de Barcelona, sin ir más lejos, le dedica no menos de quince páginas en dos días a este tema y otros periódicos van en la misma dirección.

Es fácil toparse con titulares alarmistas, subtítulos moderados y textos contradictorios o ambiguos. Desde la ignorancia sobre cuestiones científicas y médicas al respecto, cuanto más se lee menos se sabe qué pensar.

Se han adoptado todo tipo de medidas según los países. Reparto de mascarillas, controles y detectores térmicos para detectar la fiebre en aeropuertos, suspensión de vuelos a México y administración de antivirales, entre otras.

Los gobernantes deben mantener la alerta sanitaria al máximo nivel pero, al mismo tiempo, vacunar a la opinión pública contra el pánico recordando que la Unión Europea nunca ha estado tan preparada para hacer frente a una pandemia de gripe.

Mientras la población siente el miedo al contagio —la gripe del miedo— Marc Siegel, especialista en gripe porcina y profesor de medicina en la Universidad de Nueva York dice que esta gripe durará lo que dure en los informativos pero que la propagación instantánea del virus del miedo a través de los medios nos está perjudicando más que la gripe. Eso si es preocupante.

Tanto si estamos ante una grave e incontrolable pandemia como si el problema real se está convirtiendo en una neurosis colectiva, es tiempo de recordar las palabras de Jesús “Es más, aún vuestros cabellos están todos contados. No temáis, vosotros valéis más que muchos pajarillos” (Lucas 12:7) y que nuestros tiempos están en la mano de Dios (Salmo 31:15)