El fin de Zona Roja es transmitir el amor de Jesús y su mensaje de una forma práctica y vivencial. Y la verdad es que no hay mucha gente que sea capaz de levantarse de su cómoda vida para ayudar al prójimo y menos al prójimo necesitado.
Pregunta (D. Pujol): ¿De dónde sale vuestra preocupación por las prostitutas?
Respuesta (M. Vergara): Bueno, yo empecé en el equipo de Zona Roja porque sentí en mi corazón un deseo de conocer a estas mujeres y poder transmitirles del amor de Dios. Fue a partir de escuchar hablar a Miriam Rodríguez, fundadora del equipo en Barcelona, sobre el grupo y el trabajo que llevaban a cabo. Creo que para cada miembro del equipo ha sido diferente. Lo que sí tenemos en común es nuestro objetivo de llevarles el amor de Dios.
D.P.- ¿Quiénes formáis el equipo?
M.V.- Veamos… pues somos un chico (¡de momento!) y el resto chicas. Pero a hablar a las mujeres solo vamos las chicas, por tema de que pensamos que es más fácil acercarnos a ellas si sólo somos mujeres, que si vamos un equipo mixto. Ellas se sienten así más abiertas a hablar con nosotras.
D.P.- Normal. ¿Y el chico?
M.V.- El chico tiene una carga muy fuerte de orar por ellas, y se queda en el local orando mientras nosotras salimos a evangelizar.
D.P.- Explícanos cómo es una tarde con vuestro equipo en acción.
M.V.- Vale, pues cada jueves quedamos en el local que nos presta Ágape, allí hablamos del equipo, planeamos cosas, compartimos la Biblia y oramos. Después, las chicas salimos mientras David, el chico que te decía, se queda orando por nosotras y por las mujeres del Raval. Allí en el Raval simplemente nos presentamos a ellas y entablamos conversaciones.
P.-¿Sin pasos previos?
M.V.- No. En invierno llevamos bebidas calientes, cuando podemos, y en verano algún refresco. Esto hace más fácil poder empezar una conversación cuando aún no les conoces. Siempre llevamos literatura cristiana, Biblias en diferentes idiomas y más material, y a veces hemos llevado flores, tarjetitas, chucherías... Por ejemplo, esta Navidad pasada les llevamos unos regalos, y la verdad que en dos minutos se montó allí una minifesta de alegría y grititos emocionados, ¡fue genial! Muy divertido.
P.-¡Ya imagino! Y David supongo que sigue orando…
M.V.- Bueno, cuando hemos terminado de hablar con las que hemos tenido oportunidad de hacerlo, pues volvemos al local, contamos a David lo que hemos vivido en esa tarde y lo vamos apuntando todo en un diario que tenemos, de manera que podemos acordarnos de los nombres de todas ellas y de sus peticiones de oración. Oramos de nuevo para acabar, y cada uno va para su casa. Esto es más o menos lo de cada jueves.
D.P.- Por curiosidad ¿qué veis por esas calles?
M.V.- No es tan impactante como la gente se piensa, en realidad. Yo misma pensé que iba a encontrar algo más impresionante la primera vez que fui allí, pero la verdad no es para tanto, me refiero a simple vista, porque claro está que la realidad de estas mujeres es durísima. Lo que quiero decir es que tú vas allí y son lugares normales, con gente de a pie, caminando, y con bastantes chicas en las aceras mirando alrededor y llamando a algún hombre que pase cerca. Esto es básicamente lo que se ve allí. No hay peligro alguno, nunca hemos tenido ningún problema.
P.-¿Ni al hablarles de Dios?
M.V.- La verdad es que como a la mayoría ya las conocemos, pues ir a hablar con ellas es como encontrarte con amigas en la calle, son muy agradables y hablamos un poco de todo. Con las que no conocemos y hablamos por primera vez, claro, se te quedan mirando un poco en plan "eh?" pero después ya poco a poco se van abriendo a ti, y te cuentan cosas y tú les hablas de Dios y de su amor. Así que ya ves, no es incómodo ni mucho menos, pasamos muy buenos ratos con ellas, la mayoría de las veces.
P.-¿Y qué dicen de la fe?
M.V.- La verdad es que les cuesta creer que Dios les ama y cuida de ellas, muchas vienen de trasfondos religiosos, como las chicas rumanas, que son ortodoxas, y conocen la Biblia y la historia de Jesús, y todo esto, pero no son capaces de aplicarlo a su realidad porque piensan que Dios no quiere perdonar sus pecados. Y nosotras estamos allí para recordarles que sí que quiere, y que les espera con ¡brazos abiertos!
D.P.- Una anécdota.
M.V.- Bueno, me da la sensación de que siempre explico la misma, pero es que fue tan alucinante que aún se me escapa la sonrisa cuando me acuerdo.
P.-¡Cuéntame!
M.V.- Mira, fuimos una tarde, bueno, sobre la tarde-noche, y nos pusimos a hablar con una muchacha de Nigeria que ya conocíamos, y al final le preguntamos si quería que orásemos por ella por algo en especial, y ella dijo que sí, así que nos pusimos a orar por ella allí mismo, cosa que hacemos bastante a menudo. Cuando abrí los ojos vi que otras 5 chicas se habían unido al grupo, dándonos las manos y formando un corro allí mismo, y oraban, todas ellas en alto (vienen de trasfondo cristiano pentecostal, de allí, de Nigeria), y fue algo tan especial... no sé, no creo que no lo olvidaré nunca.
D.P.- Yo tampoco.
M.V.- Esto nos unió a ellas más, y ahora, ellas y nosotras sabemos que podemos hacer esto en cualquier lugar y en cualquier momento, porque ¡Dios está ahí!
D.P.- …y se nota. ¿Hay algún tipo de seguimiento específico que hagáis?
M.V.- Depende. Conforme vamos ganando confianza con ellas, y vamos avanzando en nuestra amistad, pues ellas se van sintiendo más libres de hablar de ellas, y nos dan su número y nosotras el nuestro, y les mandamos sms o les llamamos. Hemos quedado algunas veces con ellas, fuera del Raval, de ese ambiente, para que estén más tranquilas. No sabemos dónde viven, aunque te haces una idea por las conversaciones que tenemos con ellas. Es que según su nacionalidad su situación es muy diferente entre unas y otras.
P.-¿A quiénes harías un llamado?
M.V.- A todas las personas a quienes Dios ponga preocupación en su corazón por ellas. A todas las personas a quienes se quieran comprometer con estas chicas, a conocerlas, a amarlas como Dios las ama. Y a toda la gente que piense en ellas, pues que ore ore y ore, que es la base de que todo esto funcione y dé fruto.
D.P.- Díselo.
M.V.- Os animo a llamarnos y conocer por vosotros mismos al equipo y la realidad de estas mujeres en el Raval, y lo que Dios está haciendo.
P.-¿Alguna cosa más?
R.-¡Qué decir! qué decir de tantas cosas que tienes en la cabeza… donde se juntan pensamientos de esperanza, de amor, ¡y también de frustración y tristeza a la vez!
No sé, podría decir mil cosas, pero lo más importante es que en el equipo nos sentimos muy privilegiados de poder participar en esto, de poder ir cada semana al Raval y hablar con estas amigas, poder compartir del amor de Dios un día más, orar juntas, reír, es una pasada… y ¿sabes? en nuestra debilidad, como dice la Biblia, Dios se perfecciona, y nos hace dignas de ir allí, y poder ser esa luz a la que Dios nos llama a ser.
D.P.- …no puedo resistir mi amén…
M.V.- Es tan palpable el amor de Dios en el Raval cada vez que vamos, que a veces te dan ganas de subirte en algún sitio, y gritar: “Dios os ama, de verdad que sí, creedlo ¡creedlo! Porque hay otra vida ¡hay una esperanza para vosotras hoy!”…hasta quedarte afónica. Pero claro [sonríe], hay que ir poco a poco, porque en Zona Roja hay que tener paciencia.
D.P.- …y voz.
M.V.- La semilla está siendo plantada cada semana, y Dios dará su fruto en su momento. Estamos muy contentos y alucinados de todo lo que Dios hace cada semana.
D.P.- Seguid adelante María, y muchas gracias por tu tiempo, el que has tenido con nosotros y el que tienes con ellas.
M.V.- A vosotros, muy amables y gracias.
Un abrazo.
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