La historia de las influencias religiosas que han dado forma a Obama puede relatarse a partir de sus abuelos maternos, Stanley Dunham y Madelyn Payne. El procedía de la Iglesia bautista; ella asistía de tarde en tarde a una Iglesia metodista. Ninguno de los dos destacaba por la asistencia a los cultos, mucho menos involucrados en el trabajo de sus respectivas iglesias locales.
Al asumir la presidencia el 20 de enero de este año Obama será el primer Presidente de los Estados Unidos no criado en un hogar realmente cristiano.
Cuando nace en Honolulu el 4 de agosto de 1961, su madre tenía 18 años. A esa edad, Ann Dunham ya había bebido de las turbulentas corrientes de la contracultura, que desde la Universidad de Berkley, en California, comenzaba a extenderse por todo el país. Una de sus compañeras de Universidad observa: “Se declaraba atea y había leído mucho sobre el tema, por lo que era capaz de defender sus argumentos. Ya pensaba en cosas que a los demás ni siquiera se nos cruzaban por la mente”.
Fue en su primer año de Universidad cuando Ann conoció a un joven negro, llamado Barack Obama, natural de Kenia, estado en el África Ecuatorial, quien estudiaba en Hawai con una beca de su país. Las relaciones pasaron muy rápidas. A finales del otoño de 1960 ella concibió un hijo. La pareja contrajo matrimonio a principios del año 1961. El padre del presidente electo, de su mismo nombre y apellido, era musulmán. Tres años después, en 1964, el matrimonio se divorció, al enterarse Ann que su marido tenía otra mujer e hijos en Kenia.
La madre de Obama, joven y atractiva, contrajo nuevo matrimonio con un indonesio llamado Lolo Soetoro, también de religión musulmana. En 1967 los tres se trasladan a Indonesia.
Con siete años Obama asiste a una escuela católica. Ann, atea, y Lolo, musulmán, soportaban la escuela católica porque era la mejor en la zona. Al cambiar la familia de barrio, Obama fue inscrito como musulmán en otra escuela islámica. Aquí le enseñaban la religión de Mahoma dos horas semanales. Su vida era un torbellino religioso. En la escuela católica rezaba el Ave María y se inclinaba ante una imagen de Jesucristo. Con su padrastro asistía cada viernes a una mezquita y aprendía el Islam. En casa, su madre le enseñaba su ateísmo optimista.
En 1971 Ann se divorcia de su segundo esposo y regresa con el hijo a Honolulu. En 1979, ya con 18 años, Obama ingresó a la Universidad Occidental de Los Ángeles. Dos años después se trasladó a la Universidad de Columbia en Nueva York. En ambas universidades entra en contacto con jóvenes evangélicos. Un domingo, en la gran ciudad magistralmente cantada por Sinatra, Obama acudió por vez primera a un templo evangélico, la Iglesia bautista Abisinia. Sharon Cohen dice que cuando Obama “sintió el dulce dolor en un antiguo himno, no tenía la fe que podía darle alas a su cantar”.
La semilla del Evangelio quedó sembrada en el corazón de Obama. Graduado con calificaciones excelentes, en 1985 se trasladó a Chicago y comenzó a trabajar en proyectos corporativos para comunidades en desarrollo. “La gente quería saber primero dónde estaba puesta su fe, antes de oír sus ideas sobre mejoras sociales”, escribe Mansfield. El salía del paso diciendo que no era “muy religioso”.
Un domingo, a las ocho de la mañana, Barack Obama se sentó en un banco de la Iglesia de la Trinidad Unida, pastoreada por Jeremiah Wright.
Al terminar el sermón, los ojos de Obama estaban llenos de lágrimas. Fue un comienzo. En LA AUDACIA DE LA ESPERANZA, Obama escribe: “Las preguntas que tenía no desaparecieron por arte de magia. Aunque arrodillado allí bajo esa cruz en el sector sur de Chicago sentí que el Espíritu de Dios me llamaba. Me sometí a su voluntad y me dediqué a descubrir su verdad”.
En una conferencia titulada DE LA POBREZA A LA OPORTUNIDAD, en el verano de 2006, Obama mostró los frutos de su examen del alma y sirvió como declaración de valores para la emergente izquierda religiosa. Dijo: “Más allá de lo que hayamos sido hoy ya no somos una nación cristiana solamente. Somos también una nación judía, una nación musulmana, una nación hindú y una nación no creyente. Si expulsamos a todo el que no sea cristiano de los Estados Unidos de América, ¿el cristianismo de quién enseñaríamos en las escuelas?”.
Este aparente sincretismo religioso ha sido muy criticado por sus enemigos. En el curso de la campaña se dijo que profesaba el Islam en secreto. Que mantenía relaciones con líderes islámicos del Medio Oriente. Hasta hubo un periodista que preguntó en tono jocoso si no sería un musulmán de Manchuria, enviado para subvertir al pueblo norteamericano.
También ha sido censurada su vinculación con el judaísmo.
Obama mantiene una postura equilibrada en el conflicto palestino-israelí, pero se ha manifestado como firme defensor de Israel, en parte por la influencia de sus numerosos amigos judíos de Chicago.
En este tema Obama se ha mostrado poco discreto. El primer nombramiento que realizó días después de ganar las elecciones fue el de jefe de su Oficina Presidencial, o jefe de Gabinete, que recayó en Rahm Emmanuel, un judío de Chicago que se hizo multimillonario invirtiendo y desinvirtiendo en la Bolsa de Nueva York. Por otro lado, nada de extraño. Desde aquel Mardoqueo que soplaba a los oídos del rey Asuero, los judíos han estado siempre cerca del poder. Con este Rahm Emmanuel a la sombra del presidente, los judíos norteamericanos siguen dominando la política de Estados Unidos e Israel asegurándose la protección y los miles de millones de dólares que le llegan cada año procedentes del contribuyente americano.
En fin, si es que la suerte existe, que la tenga buena el nuevo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.
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