Dios es redondo es el título de un libro escrito por el mejicano Juan Villoro, quien en febrero 2007 recibió en Barcelona el Premio Vázquez Montalbán de Periodismo Deportivo. Novelista y ensayista reconocido, Villoro también practica la crónica futbolística en sus variantes reflexivas, evocativas y militantes.
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Dios es redondo ofrece una vibrante memoria de esta religión laica que llena los estadios. “
El fútbol –escribe Villoro- comporta sistemas de creencias, los aficionados tienen fe al margen de la evidencia y esperan milagros, pero la distinción decisiva es que no hay sentido del más allá. El infierno y el paraíso son la cancha”. Manuel Vázquez Montalbán apunta en esa misma dirección en
Fútbol, una religión en busca de un dios, libro publicado meses después de su fallecimiento repentino en el aeropuerto de Bangkok, Tailandia. Para Montalbán, ese dios transitorio y simple es el balón, y sus adoradores los miles de fieles que abarrotan los estadios.
El autor de
Dios es redondo dedica 20 páginas de su libro a Armando Maradona. Cuando en 1986 Maradona marcó en México un gol con la mano, que dio el campeonato del mundo a Argentina, se justificó diciendo que había sido la mano de Dios. El remoquete le quedó al astro argentino casi como una continuación de su apellido.
Vázquez Montalbán apunta a Ronaldo. Dice que la FIFA escogió a Ronaldo como el dios menor heredero de Maradona. Según el autor catalán, Ronaldo es un mito creado por la FIFA “para que sigamos creyendo en la religión futbolística, y no hay religión sin dios, vacante de la FIFA desde que Maradona decidió autodestruirse”. Vázquez Montalbán sigue con una anécdota simpática. Cuenta que “Pelé, conmovido por la enésima lesión de Ronaldo, amenazó con dejar de creer en Dios si la lesión apartaba de los campos de juego al considerado dios menor del fútbol mundial”.
El fútbol ha penetrado en el terreno religioso y los mitos y símbolos de la religión marcan sus tendencias.
Los jugadores son los sacerdotes fundamentales y los socios los dueños de la Iglesia. Es muy frecuente ver a jugadores que se santiguan al saltar al terreno de juego. Directivos y equipos al completo que dedican los trofeos logrados a los santos y vírgenes de la ciudad. En octubre del año pasado, el Getafe, equipo madrileño en primera división, realizó una campaña publicitaria que la Iglesia católica consideró ofensiva. En los carteles aparecía una supuesta imagen de Jesucristo que se niega a morir en la cruz porque antes está su equipo de fútbol. Cuando Güiza marcó el segundo gol a Rusia el 26 de junio, el presentador de Televisión Cuatro gritó: “Que canonicen a Güiza”. En los días de la Eurocopa los vecinos de Móstoles, de donde es el ídolo local Casillas, extendieron un lienzo en la plaza de España con la fotografía del portero y esta oración: “Divino niño Jesús, por los méritos de tu infancia, que Casillas tape todos los goles”. Cuando Casillas detuvo un penalti a De Rossi en el España- Italia, Capdevila, en el colmo de la euforia, gritó: “Casillas es Dios”. Más sensato, Luís Aragonés sentenció antes del partido contra Rusia: “Dios es justísimo y no va a apretar ni por España ni por Rusia: Dios no se mete en estas cosas”.
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Deporte y Ocio en el proceso de la civilización, Norbert Elías asegura que el fútbol y otros deportes “hunden sus raíces en la religión”. Vázquez Montalbán pregunta si el fútbol es la religión del siglo XXI. Los estadios parecen catedrales. Los aficionados adoran a los jugadores y a los colores de sus equipos. Quienes llenan los campos son los modernos evangelistas de una religión que dura 90 minutos. Por cuanto gobierna sobre el globo terráqueo, escribe Juan Villoro, “Dios es redondo”.
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