Cincuenta y cuatro días

Uno se suma sin esfuerzo a la indignación y rabia de familiares, vecinos y amigos de Mari Luz. ¿Quién no siente que algo se le rompe por dentro al ver lo ocurrido a esa niña tan preciosa?

A nadie le cabe en la cabeza que se haya podido producir un crimen como ese. ¿Cómo puede existir quien ante la mirada de Mari Luz no sienta sólo cariño, simpatía y ternura?

Llama la atención el comportamiento de Juan José Cortés. Muchos periodistas han reconocido estar impresionados por su entereza, prudencia y sensatez. El impacto de su sinceridad, cariño por Mari Luz y autenticidad ha sido fuerte.

Es alentador verle recomendar serenidad a todo el mundo en días de hundimiento, derrota y dolor como los que está atravesando.

Desde el primer momento sospechó del detenido y le dejó frío la cara del asesino el día de la desaparición de su hija.

Sin embargo dice: «No le deseo ni un sólo día de los cincuenta y cuatro que yo he pasado. No se lo deseo ni al asesino de mi hija» —los días trascurridos desde la desaparición hasta la identificación del cadáver—. Pide «que no burle más a la justicia» «justicia, no venganza» «justa justicia» «cadena perpetua».

Enfrenta la vida a partir de ahora consciente de que va a ser difícil rehacerse pero con el deseo de consolidar su familia y dar a sus dos hijos su tiempo y todo el cariño. Está convencido de que con esfuerzo conseguirán salir adelante y que Dios les va a dar fuerzas. Sabe que los cimientos de su fe no se han movido y que en el silencio de Dios sigue estando Dios.

Sería deseable que la cadena de fallos judiciales que van apareciendo no siguiera poniendo a prueba la ponderación de este hombre.

Me gustaría que les llegara que somos muchos que queremos «llorar con los que lloran». Ahora más que nunca: Dios es mi salvación y mi gloria; es la roca que me fortalece ¡mi refugio está en Dios! – Salmo 62:7