El debate de los orígenes (IV)El editor nos interroga sobre los orígenes, desde la doble perspectiva de la teología bíblica y la ciencia. Hay otros puntos de intersección, por no hablar de conflicto, entre las visiones científica y teológica de la vida y la naturaleza, pero posiblemente ninguno genere posturas tan encontradas como éste. ¿Qué relaciones cabe establecer entre los relatos bíblicos y la ciencia moderna, y qué trascendencia pueden tener esas relaciones?
Quisiera argumentar mi respuesta sobre la base de la unidad del conocimiento, la convicción de que cualquier intento serio y riguroso de abordar temas tan importantes para la existencia humana debe intentar ser integrador, no excluyente. Pretender ahondar en algo presumiblemente tan complejo como los inicios de nuestra especie, en sus diversas dimensiones, exige de entrada una actitud abierta a las aportaciones de diferentes áreas del conocimiento humano. En este sentido, estoy convencido de que las visiones que del mundo y la vida nos ofrecen la ciencia y la fe son complementarias más que antagónicas, y que el diálogo sincero entre ambas perspectivas no sólo es posible sino necesario y enriquecedor.
Desde este punto de vista, tan inadecuada resultará una exégesis que, condicionada por hipótesis científicas más o menos en boga, vacíe de contenido los textos bíblicos relativos a los orígenes como otra cuya metodología implique la ignorancia sistemática de cualquier opinión científica sobre el origen del universo y la vida. Un creyente intelectualmente honesto no debería, pues, eludir el análisis crítico de las diversas teorías sobre los orígenes ni la tarea de conciliar las conclusiones de ese examen con el mensaje revelado.
Conviene en este punto reconocer la notable dificultad de la empresa. Idealmente, una estimación adecuada de las diversas posturas sobre los orígenes requeriría conocimientos más que elementales de diversas disciplinas científicas, junto con buenas bases filológico-exegéticas. Los que tenemos la temeridad de adentrarnos en este campo con equipajes más ligeros debemos ante todo aceptar nuestras limitaciones, y con ello la modestia de nuestras conclusiones.
APROXIMACIONES TRADICIONALES A GÉNESIS
Desde una perspectiva teológica, el llamado «problema de los orígenes» está íntimamente ligado al de la interpretación de Génesis 1. Tradicionalmente, las opiniones sobre el tema se han agrupado en torno a cuatro posturas principales -reconstruccionismo, concordismo, literalismo y fideísmo— cuyos aspectos más importantes vamos a comentar brevemente, ciñéndonos principalmente a la primera de las dos narrativas sobre la creación (Gn. 1:1-2:3).
RECONSTRUCCIONISMO
La interpretación reconstruccionista (teoría del lapso, o de la restauración), adoptada por C. I. Scofield en su edición anotada de la Biblia, postula que «la tierra había sufrido un cambio catastrófico como resultado del juicio divino», que tiene que ver con «la prueba y caída de ciertos ángeles en un período precedente»(1). A consecuencia de ello la tierra estuvo «desordenada y vacía» durante un lapso indeterminado de tiempo que «deja margen para todas las épocas geológicas»(2). Los seis días de
Gn. 1:3-31 serían en realidad los días en que Dios reconstruyó (es decir, re-creó) la creación original. De ésta no nos es dado conocer nada, salvo que fue devastada por la rebelión de Satán. Aunque ideada aparentemente para evitar conflictos entre el mensaje bíblico y la ciencia, esta interpretación es poco más que un ejercicio de pres-tidigitación que intenta evadir el problema a base de hacerlo bíblicamenteinaccesible(3).
Desde el punto de vista hermenéutico, son excesivas las libertades que se toma con el v. 2, interpretado en el sentido de que la tierra se volvió desordenada y vacía, una lectura que hace violencia al lenguaje original. La pretendida restauración de la creación tras la caída de los ángeles es una especulación sin apoyo textual alguno. El hebreo tiene más que suficientes recursos lingüísticos para indicar que algo se restauró o reparó, pero en ningún punto el texto muestra indicios de tal acontecimiento. En resumen, a pesar de su amplia difusión en círculos dispensacionalistas, la interpretación reconstruccionista carece de apoyo bíblico y obedece más al capricho irrefrenable de la imaginación humana que a un estudio filológico serio.
CONCORDISMO
La aproximación concordista supone también la búsqueda de equilibrio entre los contenidos escritúrales y la ciencia moderna. El concordismo, una postura decididamente integradora, se toma en serio tanto la Biblia como la ciencia, y se esfuerza por hallar una interpretación de los orígenes respetuosa con ambos puntos de vista.
Los concordistas sostienen que el relato de Génesis es perfectamente compatible con las evidencias científicas disponibles, si se interpretan los textos bíblicos con espíritu abierto y conciliador. La lectura concordista de Génesis 1-2 ha sido adoptada por diversos comentaristas evangélicos, entre ellos y no sin ciertas reservas Derek Kidner en su conocido comentario(4).
El énfasis principal de la postura concordista radica en su traducción de yóm, día, en sentido no literal sino denotando duración indefinida o muy prolongada. Se citan en apoyo de esa traducción textos como el
Salmo 90:4.-
«Porque mil años delante de tus ojos son como el día I de ayer», o la frecuente expresión profética «en aquel día», que en general no denota períodos de 24 horas. Además, apuntan los concordistas, la narrativa referente al séptimo día no contiene la frase
«Fue la tarde y la mañana» con que concluyen los seis días precedentes, lo cual permite afirmar que ese día sigue aún en curso, luego si ese último día tiene duración prolongada, también pueden tenerla los anteriores. Con esta salvedad, las semejanzas entre el relato bíblico y la secuencia científicamente aceptada de acontecimientos son claras: la prioridad de la luz, la anterioridad de lo inorgánico a lo orgánico, el origen marino de la vida, etc.
Sin embargo, al analizar el texto no a grandes rasgos sino con mayor rigor surgen no pocas dificultades de armonización. A pesar de la innegable buena intención de los concordistas, sostener que Génesis 1 constituye una descripción científicamente válida de los orígenes plantea en la práctica numerosos problemas. De entre éstos el más embarazoso es el de la creación de los astros después de las plantas, en discrepancia con la secuencia científicamente más razonable, que requiere de luz solar para la vida vegetal. La justificación más habitual es que, en esa época, la tierra estaba cubierta por una espesa niebla y que Dios reveló (dejó ver, descubrió) las lumbreras celestiales por primera vez. Esta explicación, aunque pueda estimarse plausible(5), violenta el significado de bará (crear) e ignora que hay términos hebreos perfectamente válidos para denotar la aparición, el descubrimiento de algo, como se puede comprobar sólo un poco más adelante (
1:9).
Otras discrepancias de menor envergadura son la creación de los árboles (día 3) antes de los organismos marinos (día 5), o de las aves (día 5) antes que los reptiles (día 6), todo ello en contradicción con el esquema habitualmente aceptado por la ciencia actual. Con días de 24 horas, tales desajustes podrían tolerarse. Pero mantener, por ejemplo, que los pájaros (día 5) subsistieron todo un yóm (=era) en ausencia de vida animal terrestre (día 6) obliga a suponerlos exclusivamente herbívoros durante ese tiempo, un ejercicio de armonización probablemente excesivo.
En definitiva, la asimilación de día a era que propone el concordismo crea más problemas de los que resuelve. Es admirable el tesón de los concordistas en su búsqueda de armonización, pero la aplicación rigurosa de su criterio conduce a interpretaciones faltas de rigor exegético, sin conseguir por otra parte la deseada compatibilidad con las teorías científicas más aceptadas.
CREACIONISMO-LITERALISMO
En contraste con las posturas anteriores,
la aproximación literalista o creacionista rechaza de plano cualquier interpretación que no sea la estrictamente literal, que se considera el único registro histórico-científico autorizado de los acontecimientos. A diferencia del concordismo, el creacionismo reconoce claras incompatibilidades entre el texto bíblico y las opiniones de la ciencia sobre los orígenes y, ante el dilema, opta decididamente por conceder veracidad al primero, en sentido estricto (yóm = día de 24 horas), sin claudicaciones ni contemporizaciones(6).
Según los creacionistas, aunque no haya testimonios presenciales de los procesos originales, la narración de Génesis, tomada literalmente y en tanto que verdad revelada, constituye una descripción científicamente válida(7) de los mismos. Las dificultades intelectuales que pueda plantear, p. ej., una vida vegetal carente de luz solar lo son sólo para quienes no reconocen el poder de Dios, que pudo perfectamente haber iluminado la tierra por otros medios durante los primeros días.
Los creacionistas insisten en que el texto de Génesis no contiene lenguaje figurado y recurren a textos como
Ex. 20:11,
Mt. 19:4 o
2 Ped. 3:5 para argumentarlo. El primero de dichos textos forma parte de los Diez Mandamientos, cuyo lenguaje es obviamente no figurativo, y de ahí los creacionistas infieren por extensión que la referencia a Génesis («...en seis días hizo Yahvé...») debe considerarse como no figurativa, es decir literal. Blocher(8), entre otros autores, ha cuestionado certeramente este tipo de argumentación, señalando que otras formulaciones de la Ley contienen referencias antropomórficas a Dios (p. ej.,
Ex. 31:17), o carecen de referencias a la creación (
Ex. 23:12), o bien relacionan la ordenanza sabática con el deber de generosidad con el prójimo (
Dt. 5:12-15).
Es decir, no existe un vínculo inevitable entre la justificación/literalidad del sabat y los relatos de la creación -lo único que parece razonable admitir- es que el proceso de la creación sirve de arquetipo para justificar los patrones de trabajo y descanso que Dios quiere instituir para su pueblo. El pasaje, pues, no apoya necesariamente una interpretación literal deyom. Más débil aún es el recurso a los textos del NT, que no aportan prácticamente nada a la cuestión. En definitiva, el carácter literal de los relatos de Génesis 1 está mucho más abierto a discusión de lo que los creacionistas quieren hacernos creer(9).
FIDEÍSMO
La cuarta aproximación tradicional al tema de los orígenes, el fideísmo, pretende solucionar el problema a base de suprimirlo. Es una postura de amplia aceptación, tanto en círculos católicos como protestantes. Se resume típicamente en la afirmación de que «la Biblia no es un texto de geología o de antropología/ sus capítulos iniciales se ocupan de asuntos de fe y no de cosmología,- sus enseñanzas son religiosas, no científicas,- su valor es doctrinal, no histórico».
Sin rechazar, pues, la validez de la visión científica del mundo, incluidos los orígenes, el fideísmo niega que la Escritura tenga relación alguna con la ciencia y aboga por una compartamentalización, en la línea de la doctrina luterana- de los dos reinos, como solución para preservar el contenido bíblico de una innecesaria confrontación con la ciencia.
Al concluir esta revisión de los puntos de vista más habituales sobre Génesis 1-2, es difícil no reconocer cuánto de insatisfactorio tienen todos ellos. Los analizaremos y seguiremos este artículo el próximo domingo.
(1) Scofield, C.I., Biblia Anotada, Spanish Publications, Miami, 1970, p. 1, nota 3.
(2) Ibíd., p. 1, nota 2.
(3) Una reciente aportación a la bibliografía sobre los orígenes que parece inspirada en el modelo reconstruccionista, aunque soslaya sus aspectos más controvertidos, es la obra de John H. Sailhamer Génesis Unbound, Multnomah Books, Sisters, Oregon, 1996. La tesis del libro es que la creación original de Dios se restringe a Gn. l:la. Entre l:la y l:lb transcurre un lapso de tiempo indeterminado que permite dar acomodo a las diversas etapas geológicas y de l:lb en adelante el texto presenta a Dios no creando sino prepararando (con los elementos antes creados) el jardín de Edén, prototipo de la tierra prometida y prefigura del reino eterno de Dios con su pueblo. El autor, un especialista en AT formado originalmente en el seminario de Dallas, se esfuerza por desmarcarse del reconstruccionismo avant la lettre y mantiene un tono dialogante no habitual en autores dispensacionalistas, pero a pesar de ello la asociación es inevitable, así como las críticas a todo cuanto comparte con el modelo restauracionista clásico.
(4) Kidner, D., Génesis, Introducción y Comentario, Certeza, Buenos Aires, 1978.
(5) El astrónomo cristiano Hugh Ross, prolífico autor de obras sobre los orígenes, aboga por dicha explicación de forma particularmente convincente. Véase, p. ej., Génesis One. A Scientific Perspective, Wisemen Publications, Sierra Madre, 1983, pp. 5-6 Creation and Time, Navpress, Colorado Springs, 1994, pp. 153-154.
(6) Históricamente, el creacionismo se ha asociado al fundamentalismo político-religioso norteamericano, representado en su versión más intransigente por el predicador presbiteriano y candidato presidencial frustrado William Jennings Bryan, abogado de la acusación en el famoso juicio Scopes, en Tennesee (1925). Irónicamente, las propuestas fundacionales del creacionismo científico se deben a un adventista, el controvertido geólogo George McCready Price, cuya obra The New Geology (1925)
fue durante años la única referencia teórica del movimiento hasta la publicación de The Génesis Flood, de Whitcomb y Morris (1961). Adoptado ampliamente por los evangélicos conservadores de EE.UU. (con algo menor arraigo en círculos reformados), el creacionismo ha sido exportado a otros países, entre ellos España, y aceptado en amplios sectores evangélicos, que han llegado a considerarlo un tanto acríticamente como la única postura aceptable para un cristiano.
(7) El creacionismo desconfía profundamente de la ciencia oficial, cuyas opiniones sobre los orígenes se descartan en favor del creacionismo científico, una teoría basada en la interpretación literal de Génesis que propugna, entre otros aspectos, una edad muy reciente para la tierra y un diluvio literalmente universal y con extraordinarias implicaciones geológicas. Para sustentar tales propuestas, el creacionismo cuestiona entre otras cosas la validez del registro fósil (el diluvio habría provocado una masiva sedimentación que impide cualquier reconstrucción cronológica,- los fósiles fueron creados con "apariencia de edad" ) o de los métodos radiométricos para establecer la edad de la tierra.
(8) Blocher, H. Re´velation des origines, Lausanne, Presses Bibliques Universitaires, 1979; existe traducción al inglés: In tbe be^ínning, Leicester, ínter-Varsity Press, 1984.
(9) La aproximación literalista tropieza también con dificultades en la segunda de las narrativas de la creación (Cn. 2:4 ss.). M.G. Kline (citado por Blocher, p. 56) ha señalado que la afirmación de 2:5 («...porque Yahvé Dios no había hecho aún llover sobre la tierra...») presupone la actividad normal de la naturaleza y sólo es relevante si el tiempo transcurrido es suficientemente largo para que la ausencia de lluvia constituya un problema. Si la tierra seca emerge de las aguas el día 2 y las plantas han existido desde el día 3, no tiene sentido dar explicaciones sólo 48 horas (!) más tarde de la falta de lluvia.
(*) Esta serie sobre El debate de los orígenes es la reproducción y adaptación (con permiso) del nº 10 de la revista Aletheia, una publicación de pensamiento y teología realizada por la Alianza Evangélica Española.
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