Entre Navidad y Año Nuevo

Mientras ultimaba los preparativos de la comida, ayudada por su marido y los adultos recién llegados, revivió los trabajos y las luchas de cuando sus hijos eran niños y se preguntaba cómo serían de mayores y en qué mundo vivirían.

Recordó sus esfuerzos por verlos alegres e ilusionados mientras les enseñaban que la Navidad —más allá de su origen religioso o tradicional— es la conmemoración del nacimiento de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre para dar su vida por la humanidad. Una historia cierta, no una fantasía.

Con todos a la mesa pasaron por su mente las dudas de cuando los veía rebeldes en la adolescencia y los temores de en qué iba a acabar todo aquello. Se acordó de los intentos por celebrar la Navidad exenta de las fuertes tendencias consumistas y la presión de las marcas, los precios y la novedad como elementos de satisfacción. ¡Cuánto había trabajado por ellos y cuánto los quería!

Se marcharon y la casa recuperó el silencio aunque el orden tardó bastante más en llegar.

Elisabet repasó satisfecha que sus hijos —por iniciativa propia— habían dedicado meses a hacer combinaciones para pasar la Navidad con ella y sonrió satisfecha.

No era imprescindible nada extraordinario para sentirse muy feliz, un simple rato de convivencia familiar era más que suficiente. Pensó que sus hijos no eran lo que tantas veces había temido y tampoco lo que imaginó —si es que alguna vez soñó algo concreto—, y se sintió muy orgullosa de ellos. Desarrollaban sus vidas, asumían sus responsabilidades y tenían sus propias familias. Su relación con ellos, ya adultos, era muy buena y no le faltaban motivos de alegría.

La familia crecía a la vez que ella se sentía cada vez más vulnerable pero estaba decidida a disfrutar la bendición del momento.

Estaba profundamente agradecida a Dios. Tal vez el futuro traería adversidades imprevisibles por ahora pero confiaba en Dios que la había acompañado hasta aquí.

Pero… ¿a quién podían interesarle estas cosas?