Tony Blair, a punto de cambiar de religión

Cuando el pasado día nueve leí esta frase me llamó la atención, tal vez por tratarse del ex-primer ministro británico y actual enviado especial para oriente medio. La nota recogía lo publicado en la revista católica “The Tablet” sobre que, en cuestión de semanas, Tony Blair se convertirá a la iglesia de Roma y será el cardenal Cormac Murphy O´Connor —arzobispo de Westminster y primado de Inglaterra y Gales— quien le acoja en su seno durante una misa privada en su residencia oficial.

CARTAS DE UN AMIGO AUTOR Luis Ruiz 17 DE NOVIEMBRE DE 2007 23:00 h

Tony Blair, a punto de cambiar de religión

Se sabe que son muchas las ocasiones en que ha asistido con su familia a misas dominicales e incluso ha llegado a comulgar.

Todo esto ha suscitado ya diversos comentarios políticos:

Que si nunca un católico ha ocupado la jefatura de gobierno en la Gran Bretaña, aunque no hay ninguna ley que lo prohíba.

Que si no se convirtió siendo primer ministro por no herir susceptibilidades constitucionales.

Que si sus simpatías por el catolicismo no le impidieron tomar decisiones políticas contrarias a la iglesia de Roma tales como las alianzas civiles, las investigaciones con células madre o el derecho a adoptar de los homosexuales.

Que si participó en la guerra de Irak. Que si…

Está claro que estamos ante una conversión —si por fin se produce— a fecha preestablecida y que se consumará en un momento estratégico escogido con mucho cuidado por el protagonista.

No parece que vayan a cambiar mucho las cosas en su entorno familiar ni que las repercusiones políticas vayan a ser significativas.

Tampoco es que me genere —he de reconocerlo— una sorpresa, expectativa o entusiasmo especial.

Me hubiera emocionado que la conversión de Tony Blair fuera algo más que un cambio de religión —del anglicanismo al catolicismo, o al revés—.

Se queda uno con las ganas de una conversión al estilo bíblico y como la plantea el Apóstol Pablo “convertidos de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero y esperar de los cielos a su Hijo” (1ª Tesalonicenses 1:9-10).

Todo lo que no sea una gran transformación personal, un giro radical hacia Dios movido por el Espíritu Santo y llegar a ser hijo de Dios por la fe en Jesucristo no pasa de ser una anécdota.

En Tony Blair, en un ateo, en un católico, o en un evangélico de toda la vida.

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