La vida y la obra de Suárez han sido biografiadas en varios libros. Este que acaba de publicarse y que ha alcanzado tres ediciones en dos meses es un libro distinto a todos. Su autor, Luís Herrero, es hijo de quien fuera ministro con Franco, Fernando Herrero Tejedor. Cuando Tejedor era Gobernador civil de Ávila tenía a Suárez como secretario. Herrero Tejedor fue el padrino político de Suárez, su mentor, su maestro, el hombre que lo lanzó al estrellato de la política.
No hay en España otro escritor que conozca tan bien la vida y la carera política de Suárez como el autor de esta obra. Creció junto a él, como un hijo más.
Luís Herrero, periodista, escribe con la facilidad del reportero. Lo hace desde la cercanía, con una pluma sincera impregnada de indisimulado cariño. Con ternura. Con calor humano.
Aunque por el libro desfilan todos los políticos de la época, los dos protagonistas principales son Adolfo Suárez y el rey.
El trato que da a la figura del monarca sigue la línea de otros libros tales como “La soledad del rey”, de José García Abad, y “Los reyes infieles”, de José María Solé.
Leyendo el libro de Luís Herrero uno apercibe que no escribe con fervor ni con favor sobre el rey Juan Carlos.
Una figura femenina de la época, llamada “la musa de la transición”, fue Carmen Diez de Rivera. Francisco Umbral, amigo cercano de Carmen, es cruel con ella. En su libro “Crónica de esa gente guapa” dice que “Carmen, como toda mujer, se movía por razones vaginales” (pág. 54). Herrero refiere lo que “afirmaban insistentemente los rumores de la época” en el sentido de que Suárez pudo estar “liado con ella” (1). Sigue el despiadado Umbral sobre Diez de Rivera: “Cuando cayó Suárez me pidió, sentada en la alfombra de mi casa, con lágrimas en los ojos, que no escribiera nada contra él; era la ternura de la enamorada por el perdedor” (págs. 54-56).
Luís Herrero describe a Carmen como mujer de “una belleza deslumbrante y un punto de insolencia muy poco frecuente en los modales al uso” (2). Añade que contribuyó poderosamente y de manera decisiva a estrechar las relaciones entre Suárez y el rey.
Sigue diciendo que Carmen Diez de Rivera “tenía línea directa con el rey, hablaba con él casi a diario” (3). Entre el rey y ella existía una familiaridad íntima. “La anotación que dejó escrita la joven amiga del rey en su diario no ofrece duda –escribe Herrero-: 8:15 de la noche. Me habla de la crisis. Suárez, candidato. Y me explica el cómo”….” (4).
Antes de ser coronado, siendo aún príncipe quien ahora es rey de España, tuvo lugar este incidente: “Alguien llama por teléfono a Carmen Diez de Rivera y, un día de junio, le dice en inglés: I´m a man after all before being what I am. I simply adore you”. (Traducción propia: “Después de todo yo soy un hombre antes de ser lo que soy. Simplemente te adoro” (5). En otra ocasión, justo antes de consignar una conversación con el rey, Carmen anota: “Nadie me da calabazas como tú me das”. Y añade la mujer: “De eso estoy segura” (6).
En una conversación entre Sabino Fernández Campo, jefe de la Casa del Rey, y el propio Luís Herrero, el primero contó al segundo que culpaban a él de suministrarle datos para que fuera “contando por ahí todos los líos de faldas del rey” (7).
José Manuel Lara, el viejo zorro andaluz que de la nada levantó todo un imperio editorial en Barcelona, quería a toda costa que el rey le concediera un título nobiliario, “que si no se lo dan piensa publicar un libro a todo trapo” sobre los líos de faldas mencionados. El 7 de octubre de 1994 “El rey concedió a José Manuel Lara el título de Marqués del Pedroso” (8).
Luís Herrero da fe de un dato que también lo incluye José García Abad en “La soledad del rey”. En una carta dirigida al Sha de Persia en 1977, el rey Juan Carlos, “invocando el nombre de Adolfo Suárez y el peligro que representaba una posible victoria del socialismo español, que aún era marxista, le solicitaba un préstamo de 10.000 millones de pesetas”. Cuando Alfonso Guerra obtuvo fotocopia de la carta se la mostró a Felipe González con este comentario: “Para que veas a quién estamos apoyando. Me parece gravísimo” (9).
Es indudable que Adolfo Suárez fue nombrado presidente del Gobierno por deseo especial del rey. Pero en los últimos años las relaciones entre ambos se deterioraron considerablemente.
En un tono de amargura Suárez confiesa a Luís Herrero: “El rey es una persona que te utiliza mientras te necesita y después te tira como a una colilla. Si caes en sus redes te envuelve con todo tipo de halagos, pero luego no le tiembla la mano a la hora de dejarte caer. Conmigo lo hizo así durante siete años. Desde mi dimisión apenas tuvimos contacto y no volvió a llamarme ni a demostrarme afecto hasta que se publicó el libro de José Luís de Vilallonga” (10).
En la siguiente página del libro, Adolfo Suárez, todavía presidente del Gobierno, dice a Herrero: “No descarto la posibilidad de que muy pronto, me toque ir al despacho del rey para decirle: “Majestad, no tiene usted más remedio que abdicar por el bien de España” (11).
En este trabajo me he centrado en la figura del rey. En un próximo artículo trataré de la decadencia física de Adolfo Suárez, enfermo de Alzheimer.
Notas:
(1) pág. 55; (2) pág. 50; (3) pág. 135; (4) pág. 129; (5) pág. 125; (6) pág. 125; (7) pág. 272; (8) pág. 272 y 276; (9) pág. 273; (10) pág. 275; (11) pág, 276.
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