Marx, que nació de padres judíos, se convirtió al Cristianismo cuando sólo tenía siete años. ¿Qué ventajas espirituales obtuvo con el cambio de religión? ¿Qué le ofreció el Cristianismo? ¿Qué le podía ofrecer un Cristianismo carnal, indiferente a las miserias del pobre, haciendo causa común con el rico, preocupado sólo por sus ambiciones políticas, con las túnicas de sus ministros manchadas por la sangre que las guerras de religión hicieron derramar?
Voltaire, el cínico, el infatigable enemigo de Dios y destructor de la religión, fue durante seis años (de 1704 a 1710) un brillante alumno de los jesuitas en el colegio católico “Louis le Grand”.
Stalin, el hombre fuerte del comunismo ateo, fue en su juventud seminarista católico.
Cuando el judío
Spinoza fue excomulgado por los rabinos de la sinagoga de Ámsterdam por sus críticas contra la Biblia, se aproximó a varias denominaciones protestantes en busca de algo mejor para su mente y para su alma, pero no lo encontró.
El padre y la madre de
Nietzsche descendían de una familia de pastores luteranos. Y el mismo Nietzsche, que dijo haber matado a Dios y puesto en su lugar al superhombre de su imaginación estudió para pastor luterano hasta los dieciséis años, cuando renunció a la Teología.
Emmanuel Kant era de familia profundamente religiosa. Su madre era fervorosa seguidora del movimiento pietista, que era una reacción contra el aspecto mundano del protestantismo. Kant estudió durante ocho años (de 1732 a 1740) en un colegio religioso del movimiento.
También
Kierkegaard fue educado en su juventud en los principios religiosos del pietismo moravo. Su educación fue muy austera. El mismo llegó a escribir que le mostraban a cada momento el Crucificado, tanto, que la Cruz era la única imagen y la única idea que tenía del Salvador. No obstante, a los veinte años le vemos rebelado contra la Iglesia.
Rousseau, otro genio del racionalismo religioso, estuvo en su niñez a pensión junto a un pastor protestante y a punto estuvo él mismo de dedicarse al pastorado. No obstante, abjuró del protestantismo, se convirtió al catolicismo y terminó atacando con toda su inteligencia, que no era poca, al Cristianismo.
Hegel y
Straus, otros dos jefes del racionalismo, que tanto daño hicieron a la fe, fueron graduados de Teología en la Universidad de Tubinga y ejercieron durante un tiempo de pastores protestantes, ministerio al que renunciaron siendo aún jóvenes.
Ernesto Renan, el también célebre racionalista, autor de la “Vida de Jesús” más vendida en todos los tiempos, estudió durante trece años en diferentes seminarios católicos, renunciando a la carrera de sacerdote para dedicarse a demoledor del Cristianismo.
También fue sacerdote católico otro renombrado racionalista de época más reciente, el francés
Alfredo Loisy, que tanto se destacó por sus ataques contra la inspiración de la Biblia; hasta tal punto, que casi todas sus obras están prohibidas por el Vaticano.
¿Qué ocurrió para que esas inteligencias europeas guiaran sus vidas por caminos distintos y hasta contrarios a la doctrina de Cristo? El Cristianismo ha consumido montañas de papel escribiendo contra las herejías e inmoralidades doctrinales de estos movimientos. Pero ¿no es acaso el Cristianismo el responsable directo de esas herejías? Ha querido alimentar la mente y la conciencia del hombre con enseñanzas puramente humanas, ha prescindido de los principios sencillos y luminosos del Nuevo Testamento, se han corrompido sus miembros en un adulterio culpable con los poderes y los placeres temporales, y el resultado ha sido la deserción y enemistad de las minorías selectas y la indiferencia total de las masas.
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