La mayordomía de las relaciones personales (II)¿Cómo podemos ser buenos mayordomos de nuestras relaciones personales? Necesitamos, ante todo afirmar que una buena mayordomía no significa satisfacer todas las demandas y necesidades de mi prójimo. Si no entiendo o no acepto este principio básico y quiero cubrir todas las necesidades que veo a mi alrededor, voy a acabar frustrado y agotado, siendo además un pésimo mayordomo en otras áreas importantes de la vida.
Ello es así por dos razones: en primer lugar, porque en el campo de las relaciones humanas las necesidades son casi infinitas , nunca se terminan.
Aquellos que tienen responsabilidades pastorales en la iglesia o los que trabajan en profesiones asistenciales (sanitarios, maestros, obreros sociales etc.) conocen bien esta realidad: cuanto más haces, tanta más cuenta te das de lo que queda por hacer, de modo que
siempre hay algo más que puedes hacer .
Nos hará bien recordar que ni siquiera el Señor Jesús, como hombre, fue capaz de satisfacer todas las expectativas de los demás. Con frecuencia le vemos poniendo límites a las demandas de la gente, unas veces apartándose de las multitudes para ir a descansar, otras veces incluso rehusando ayudar cuando ello no entraba dentro del propósito de su ministerio (Mateo 15:21-28).
La segunda razón es que algunas personas -afortunadamente no todas- cuanto más les das, tanto más esperan -o incluso, exigen- de ti.
Es un problema de expectativas que a veces puede convertirse en una auténtica carga para quien desea ayudarles porque tales personas acaban sintiéndose como víctimas y hacen sentir a los otros culpables. Por tanto,
el primer paso es aceptar nuestras limitaciones y poner límites a nuestra entrega.
En este sentido nos ayudará tener una
motivación correcta a la hora de "guardar al hermano" y una visión clara de lo que Dios espera del mayordomo. Éstas son nuestras próximas consideraciones.
MAYORDOMOS DE DIOS, NO ESCLAVOS DE LOS HOMBRES
En uno de los pasajes más explícitos sobre la mayordomía, el apóstol Pablo nos da un principio muy clarificador. "Así pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo y administradores (mayordomos) de... Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel" (1a Corintios 4:1-2).
El requisito principal, de hecho el único mencionado, de un mayordomo de Dios es la fidelidad. La misma idea se encuentra en el conocido pasaje de la parábola de los talentos cuando el elogio supremo que recibe el mayordomo es: "Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel..." (Mateo 25: 21).
Llama la atención que en el texto de la Corintios 4, Pablo se refiere inmediatamente al escaso valor que la opinión de los demás tiene para él : "Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros" (versículo.3). Es significativo que tal afirmación se haga justamente en el contexto de una buena mayordomía. El apóstol sabía bien que en el campo de las relaciones lo importante es la opinión de Dios, no la de los hombres.
Ello nos hace volver de nuevo al problema de las expectativas de los demás. Si tenemos claro que
nadie nos exige satisfacer todas las demandas posibles y lo que el Señor espera en nuestra mayordomía es una actitud fiel , ¿por qué algunos creyentes caen en un activismo frenético y, aun así, sienten que nunca es suficiente lo que hacen en su servicio a los demás En la mayoría de ocasiones surge de la necesidad de agradar mucho y no decepcionar nunca. Algunas personas viven como un fracaso el tener que decir "no" y temen perder el afecto del otro si no satisfacen todas sus demandas, por excesivas que sean. Sin darse cuenta, enfocan sus relaciones con una motivación equivocada: que tengan un buen concepto de mí. Es lo que llamaríamos la
motivación narcisista .
Este problema -porque llega a ser un problema- suele darse en personas inseguras, con una autoestima baja, que necesitan constantemente el afecto de los demás en forma de aprobación y de aplauso. De lo contrario se sienten frustrados o culpables.
Como creyentes no cuidamos del prójimo para agradarle ni para que tenga un buen concepto de nosotros. Cuando esto ocurre es agradable, pero es un "efecto secundario", no la meta de nuestras relaciones . Se nos llama a ser
mayordomos de Dios, pero no esclavos de los hombres . La motivación central es el amor a Cristo porque es a Él a quien servimos (Colosenses 3:23-24).
¿POR QUÉ NECESITO A MI PRÓJIMO´?
Tenemos necesidad de relacionamos porque Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza.
Las relaciones humanas son una consecuencia de la imagen de Dios en nosotros . Dios existe en forma plural, como bien se ve en el acto creador: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza (Génesis 1:26). Por cierto, ésta es una característica distintiva del cristianismo; no hay ninguna otra religión monoteísta donde Dios sea un plural; el cristianismo es la única. Este es un argumento más a añadir cuando alguien pretende que "todas las religiones son iguales"
Desde un buen principio Dios se nos aparece como el ser relacional por excelencia. Estas relaciones tienen una doble dimensión y ello va a constituir
el modelo de nuestras propias relaciones :
por un lado, se relaciona con las otras personas de la Trinidad . Por ejemplo, en Juan 15 encontramos una preciosa descripción de la relación perfecta, armónica, entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Pero, además, Dios entra en relación con el hombre; esta segunda dimensión se hace evidente por el hombre dado al Hijo: en el principio era la Palabra, el Verbo (Juan 1:1), que es el instrumento de relación y de comunicación por excelencia.
Lo más singular es que
Dios crea al ser humano con esta misma necesidad de relación bidireccional : por un lado, siente el anhelo de relacionarse con el Tú superior, con la divinidad, de ahí el profundo y misterioso "impulso religioso" que reconocen todos los estudiosos del comportamiento umano, hasta los más ateos. Es la "sed de Dios" del salmista. Por otro lado, la necesidad de relacionarse con el "tú" (en minúscula), el prójimo: "No es bueno que el hombre esté solo, le daré pues ayuda idónea". Todos los sicólogos y antropólogos reconocen la necesidad básica e amar y ser amado como uno de los pilares de la felicidad humana.
Así pues, vemos cómo la necesidad de relaciones le es intrínseca al ser humano por cuanto está hecho a imagen semejanza de Dios. Es una necesidad doble: de ´ascendencia -sed de Dios´, y de amor humano.
Cedido por Editorial Andamio, Grupos Bíblicos Universitarios (editores del original "Mayordomía cristiana", de donde se ha extraido este artículo)
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