¿Dónde se han ido todos los líderes? (II)Aquel que quiere ser un siervo se pone en las manos de Dios para ser usado, para ser completamente consumido como un sacrificio a Cristo. Éste es el mejor argumento que toca los corazones en esta generación postmodema.
Hay tanto líder de papel, hay tanto producto de marketing que la gente hoy necesita más que nunca líderes siervos. Gente en quien pueda percibir la genuinidad, la autenticidad, en lugar del culto a la imagen. El postmodemo es muy desconfiado, porque sabe que hay mucho engaño, mucha posición y poco contenido.
Ser un líder cristiano es ser contracultural, porque va en contra de todos los principios de lo que le gusta a la carne. El líder auténtico es un seguidor radical de Cristo. Un siervo que está marcado por un conjunto de prácticas claves.
Me gustaría considerar algunos otros aspectos importantes:
El líder está enfocado en Dios, no en lo que piensan los demás que debe hacer. Tiene un poderoso llamamiento de Dios para estar allí. No se ha situado él en esa posición.
Tiene una profunda convicción de que no le nombraron, sino de que Dios le puso. Eso no significa que Dios no use a otras personas para llamar a un ministerio específico. Pero el elemento clave es que, ya sea a través de personas, o de otros medios tengamos el profundo convencimiento de que estamos allí por la voluntad de Dios.
El líder es alguien que está implicado en oír a Dios. Le escucha en la oración, le escucha en la Palabra, le escucha en lo que lee en la comunidad, porque no es insensible a ella. Mantiene la visión de Dios. Eso es lo que realmente le mueve.
Nunca trabaja solo y nunca trabaja para sí mismo. La principal tarea de un líder es construir un equipo. Es consciente de su debilidad, sabe que no puede realizar la tarea por sí mismo. Sabe que incluso el Hijo de Dios trabajó en equipo. Conoce que su función no es realizar por sí mismo todas las tareas, sino que es mucho más efectivo cuando es capaz de descubrir y equipar al pueblo de Dios para el servicio.
Hay un modelo de liderazgo que está centrado en el líder. En ese modelo se pretende que todo pase a través de él. Ese líder se convierte en un adicto al control, y acaba convirtiéndose en el cuello de botella de la congregación. Un embudo tiene una capacidad, por más que echemos en la parte ancha del embudo sólo pasará lo que es capaz de pasar por la parte estrecha.
En cambio hay otro modelo de liderazgo en el que el líder es un catalizador del trabajo de la congregación. Forma redes en las que no todo pasa a través de él, sino que permite que la red se vaya tejiendo entre otros miembros de la congregación. Uno de los efectos más beneficiosos es que cada miembro puede desarrollar un mayor potencial. Esta clase de líder invierte su tiempo en estas dos áreas: DESCUBRIR y FORMAR.
Richard Farson, autor de
Managment of the absurd: Paradoxes in Leadership, dice: La verdadera capacidad de un líder radica en su capacidad para suscitar la fuerza del grupo. Efesios 4: 12 explica que la función de los dones y ministerios de la Iglesia es ésta: «Capacitar a los santos para la obra del ministerio». Esa es la mayor capacidad de un líder cristiano, descubrir los dones que el Señor ha dado a su Iglesia y formar para el ejercicio de esos dones.
La estructura del liderazgo no es piramidal, sino que forma parte de su comunidad y es uno con ella, el líder es alguien que expresa sus dones para el bien del cuerpo de la Iglesia.
Estamos en un tiempo de confusión. Por una parte tenemos gente completamente postmodema y por otra parte tenemos gente tremendamente desorientada con los cambios que provoca la postmodemidad.
Estas dos clases de personas generan estructuras de liderazgo completamente distintas. Los postmodemos buscan un líder que sea a la vez un guía espiritual y esa oportunidad surge de una relación personal: aquí se inicia el discipulado. El líder espiritual ayuda a resolver problemas prácticos. A los postmodemos no les gusta que se les obligue a nada. En su mente el ser sermoneado es un abuso de poder. Ven a la religión organizada como un abuso de poder. La autoridad solo se reconoce en la medida que el líder es capaz de ir delante y ser ejemplo.
En todo caso el liderazgo sensible a los postmodemos no es nunca jerárquico o autoritario y se centra en ayudar a los otros a crecer espiritualmente Y a expresar los dones individuales en el ministerio.
Junto con este modelo cohabita otro modelo entre aquellos que se sienten intimidados con la confusión que provoca la época en la que vivimos. Esta confusión genera temor y la necesidad de seguridades. Prefieren los lemas a las preguntas. No necesitan algo sobre lo que discutir, sino algo a lo que agarrarse.
Esto ha creado otro tipo de iglesias y otro tipo de liderazgo. Es un modelo con un éxito considerable aunque no tenga ninguna sensibilidad con la postmodernidad. Se basa en una estructura de liderazgo completamente piramidal. El líder es casi indiscutible, se siente un nuevo Moisés. La gente en su Iglesia le venera. Su palabra es palabra de Dios. La iglesia tiene muchas normas y muy rígidas, que deben ser obedecidas y que muy pocos discuten.
Estos dos modelos coexisten en nuestra sociedad postmoderna, y nosotros tenemos que elegir a partir de nuestras convicciones bíblicas. Con todo, estoy convencido de que este segundo modelo es un modelo a extinguir en la sociedad contemporánea en la medida en la que la postmodernidad vaya permeando capas sociales cada vez más extensas. En el momento de transición entre cosmovisiones en el que estamos pueden coexistir, pero uno va a ir consolidándose, mientras que el otro está en vías de extinción.
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