Eran las 16:00 horas en la región afgana de Ghazni, de este pasado miércoles 25 de julio de 2007. Unos disparos dieron feroz y trágico cumplimiento a la primera amenaza de ejecución por parte del grupo talibán al líder de los que formaban el grupo de veintitrés misioneros evangélicos surcoreanos secuestrados.
Su cuerpo, tras asesinarlo con varios disparos (se contaron hasta diez heridas de bala en la cabeza, el pecho y el estómago), fue arrojado cerca de donde el grupo de misioneros evangélicos surcoreanos fue secuestrado el 19 de julio pasado.
Horas después, el eco de estos disparos hechos en Afganistán se convertía en campanadas en toda Soundang, y daban cumplimiento a la primera hora de luto nacional en Corea del Sur. Un pastor había dado su vida por sus ovejas.
Bae Hyng-Kyu no era el único surcoreano que había en Afganistán. Un contingente formado por 200 soldados había sido desplegado con fines humanitarios a lo largo de todo el país para ayudar en la reconstrucción de las zonas más dañadas.
El pastor acudió con el mismo fin, pero con un grupo bien distinto. Ellos no necesitaban ropa de camuflaje, ni tampoco un fusil para protegerse y “reconstruir” aquello que estaba más dañado en Afganistán. Les bastaba con llevar el armamento más ligero, pero también el más certero, su Biblia. Tampoco olvidaba otros aspectos más “terrenales” este equipo espiritual, ya que viajaban traductores, profesores y profesionales sanitarios. Y a su cabeza, liderándolo, el joven pastor protestante Hyng-Kyu.
Bae Hyng-Kyu nació en 1965 en el seno de una familia cristiana. Vivía con su esposa y su hija en la ciudad Seongnam de la provincia de
Gyeonggi (Corea del Sur). Él mismo fue uno de los co-fundadores de la iglesia presbiteriana de Saem-mul. “Era una persona muy involucrada en el servicio a su iglesia local y con gran vocación misionera” –nos explica por teléfono Kim, miembro de la embajada Surcoreana en Madrid.
El joven pastor –apenas 42 años- era alguien preocupado por la situación que se sufría en otros países, y su corazón ardía por ayudarles a la vez que por compartir con ellos la fe que llenaba su vida: “No era la primera vez que Bae Hyng-Kyu viajaba en este tipo de misiones. Había estado antes en Bangladesh, y su plan era visitar África después de haber terminado en Afganistán” –refiere la misma fuente de la embajada, al otro lado de la línea telefónica.
Finalmente, los planes de este pastor no se pudieron cumplir. Quizás no lo llegó a saber, pero murió como su propio maestro, el buen pastor de pastores. A manos de quienes había ido a socorrer abandonando todo a cambio de nada… salvo su entrega generosa, y el ejemplo de su amor desinteresado que queremos reflejar en estas líneas.
Hyng-Ku murió a los ojos de unos pocos; entre ellos los de quienes le seguían y le amaban; y que aún siguen sufriendo en el momento de escribir estas líneas la prisión a manos de sus mismos secuestradores, y un futuro incierto. Esperamos en oración para que Dios les ayude en todo, y para que de sabiduría y acierto a quienes llevan adelante la complicada negociación con los terroristas talibanes.
No te olvidaremos, Bae Hyng-Kyu.
MÁS INFORMACIÓN
Puede leer aquí la
noticia con los detalles del secuestro y la muerte de Bae Hyng-Kyu.
También pueden ver aquí un
video de la noticia (2 Mb)
Finalmente, pueden obtener aquí la
información actualizada de lo ocurrido en Afganistán tras el trágico asesinato del pastor protestante surcoreano.
Si quieres comentar o