Marín, en la margen sureste de una Ría, cerca de Pontevedra, en Galicia, es una ciudad de marineros no sólo por la presencia de una Escuela de la Marina, que ocupa un área desproporcionada de su costa, sino sobre todo porque buena cantidad de sus habitantes son hombres de mar, pescadores o empleados en los astilleros y sus familias. Aquí vine en Marzo a celebrar con mis hermanos gallegos los 125 años de presencia evangélica en esta ciudad que resultó tierra fértil como ninguna para la predicación de las Buenas Noticias de Jesucristo.
Disfruté con mi esposa de la hospitalidad de la comunidad evangélica y tuve entre otras la experiencia de sumergirme por unos instantes perdurables en la historia de la ciudad. Fue durante la visita a la exposición que la Iglesia Evangélica había montado en el Museo Manuel Torres, en el centro de la ciudad, y en el tercer piso de su local de culto.
Había venido yo a Marín cuarenta años atrás mientras estudiaba en la Universidad Complutense, acompañado por dos amigos muy conocidos en el mundo evangélico: Apolos Garza y Alejandro Clifford. Por entonces el edificio de piedra, de tres plantas, era todavía como un atalaya que se podía ver de cualquier parte de la ciudad. Aun puedo recordar los himnos entonados por la congregación con entusiasmo y belleza singulares, y la voz potente de don Isaac Campelo quien entonces pastoreaba la congregación.
Hoy se siguen cantando igual aunque el viejo armonio de entonces ha sido sustituido por un juvenil conjunto de bajo, guitarra, piano y batería. Aun puedo recordar las numerosas anécdotas e historias personales que escuché, de sobrevivencia en medio de la persecución religiosa de la España franquista. Una de las muchas preocupaciones pastorales de don Julio Torres, el pastor actual, es que el pueblo evangélico de Galicia no pierda la memoria, y como parte de las celebraciones de los 125 años organizó dos exposiciones históricas que visitaron un promedio de doscientas personas por día. Un paseo por las exposiciones resultó una inmersión en la rica y conmovedora, herencia histórica de este siglo y cuarto de vida evangélica. Fotografías, recuerdos de familia, libros, folletos, recortes de periódicos, muebles y objetos permitían ver lo que había sido la vida de una comunidad que tuvo sus momentos heroicos y que ha seguido creciendo y haciendo su aporte a la ciudad.
Al recorrer estas exposiciones me detuve especialmente frente a algunas fotografías que contaban historias elocuentes. Las fotos en familia de misioneros como Tomás Blamire y Enrique Turrall, vestidos con esa elegancia y dignidad propia de caballeros británicos, y otras fotos de los mismos junto a grupos de creyentes en sus ropas sencillas de aldeanas y pescadores, entre quienes vinieron a vivir y a morir, porque se quedaron y sus tumbas están en suelo gallego. Una composición fotográfica muestra a tres militares: los soldados Pepe Lino y Daniel Sampedro y el oficial Juan Salvador. A Salvador lo sancionaron por negarse a castigar a Pepe Graña, un soldado juzgado por una corte militar por haberse negado a inclinarse ante la hostia. Por su parte Pepe Lino pasó dos años en una penal militar por confesar abiertamente su fe evangélica en el cuartel. Hay una foto de Francisco Pais Pesqueira uno de los primeros creyentes que se bautizó en 1892 y que fue director de la escuela evangélica hasta 1907 cuando emigró a Cuba. Sus hijos Frank y Josué fueron líderes juveniles evangélicos en Cuba, ambos se unieron a la revolución de Fidel Castro y murieron antes de ver el triunfo de ésta. Un par de fotos de colportores permiten ver el paso del tiempo en la distribución de Biblias. Una de ellas muestra a dos colportores arreando sus burros cargados de Biblias, y junto a ella hay otra de tres colportores llevando las cajas de libros ya en sus bicicletas.
Hay una foto de una misionera inglesa sentada y rodeada de diez mujeres gallegas vestidas a la usanza tradicional y algunas de ellas tienen una Biblia en sus manos. Según el sacerdote católico Benito González Raposo, quien ha escrito
O Protestantismo en Galicia, publicada en 1999 por la Conselleria de Cultura de la Xunta de Galicia, a la llegada de los protestantes la tasa de analfabetismo en Marín superaba la de Galicia y la de toda España: pasaba del 78% de la población. Dice González que “A instalación da Congregación Evanxelica en Marín significou un acicate positivo para a vila, como para outras parroquias limítrofes, ampliando a atención escolar tamém a mozos e persoas adultas.” (p. 156).
Este impacto cultural de la presencia evangélica no se debe sólo a las escuelas fundadas por los evangélicos y a la alfabetización de muchos que aprendían a leer para poder leer sus Biblias. También la presencia evangélica fue un acicate para los católicos que respondieron creando escuelas donde nunca antes lo habían hecho. Un curioso recorte del
Diario de Pontevedra del 30 de Agosto de 1900, da cuenta de que durante la visita del rey Alfonso XIII a Marín el diputado Vincent le decía en tono apologético al Sr. Silvela, Jefe de Gobierno, “La mejor iglesia es la de los protestantes, pero estamos construyendo una”.
A propósito de la historia de González Raposo, se trata de un trabajo de buen nivel académico, que ha hecho uso de innumerables fuentes escritas en archivos eclesiásticos católicos, nacionales y de iglesias e instituciones evangélicas. Lleva como subtítulo “Unha historia centenaria esquecida”, es decir olvidada.
Resulta encomiable este esfuerzo por sacar del olvido una historia, más aun viniendo de un sacerdote católico. Además es una obra escrita con gran respeto por su objeto de estudio, ese tipo de respeto que le faltó a Marcelino Menéndez y Pelayo, el célebre historiador de los heterodoxos españoles. Sin embargo, al estudiar las condiciones sociales de la época en que llega el protestantismo y las causas de su expansión, González Raposo como que carga las tintas sobre las causas externas: la presencia comercial y militar británica o los conflictos de ciertas personalidades liberales con el clero, o las posibles ventajas económicas de hacerse evangélico. No hay suficiente reconocimiento del peso de la convicción y de la vocación misionera tanto de quienes vinieron de fuera como de los gallegos que recibieron el Evangelio y lo tomaron como la fe que dio sentido y valor a su vida, y que los capacitó para el sacrificio en un medio hostil.
Me parece que esa dimensión de la vida evangélica ha sido mejor captada por otro escritor gallego que ha tomado a los evangélicos como objeto de estudio y reflexión. Se trata de Xavier Abril, conocido hombre de letras y “galleguista”, quien está completando una trilogía de novelas sobre los evangélicos de Galicia. Ha llamado a su trilogía “Evangélica Memoria” y ha escrito con respeto y aun cariño por su objeto de estudio. Tenemos en castellano sólo la primera de ellas
Entre Fronteras que transcurre durante el período inicial de la rebelión armada franquista y la guerra civil. La segunda que ya ha aparecido en gallego,
En las catacumbas, trata de la posguerra y la guerrilla y la tercera se ocupará del franquismo hasta la muerte del dictador. Además de leer abundantes fuentes escritas Alcalá ha entrevistado a muchas personas tanto en España como en el exterior, incluyendo emigrantes gallegos en la Argentina.
Por supuesto, recuperar la memoria no es la única actividad de la Iglesia Evangélica de Marín hoy en día. Esta iglesia sigue activa y ha ido respondiendo a los nuevos desafíos que se le presentan en la España plural actual. Entre los más de cuarenta diferentes ministerios que se originan en la iglesia hay un coro Gospel conocido y apreciado en la ciudad, varios servicios a las necesidades sociales, un programa creativo para niños. Digno también de mención es el hecho de que en la iglesia se han integrado inmigrantes de las Américas, Africa y Europa oriental. En ciento veinticinco años no se han perdido ni el celo evangelizador ni la visión misionera que brotaron como resultado de una siembra esforzada y paciente. Durante las celebraciones el Alcalde de la ciudad hizo memoria de los años duros de persecución que la iglesia enfrentó varias veces y evocó las palabras del sabio judío Gamaliel que se mencionan en el capítulo 5 de Hechos de los Apóstoles, pidiendo que dejasen de perseguir a los creyentes “Si lo que se proponen y hacen es de origen humano fracasará; pero si es de Dios no podréis destruirlos.”
El alcalde concluyó que la presencia evangélica en Marín que ya lleva más de 125 años es de Dios. ¡Y claro que estamos de acuerdo con él!
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