Migración y misión cristiana (VIII)A la luz de las indicaciones expuestas en los artículos anteriores de la práctica apostólica, me atrevo a decir que el movimiento migratorio que hoy ha llegado a España puede interpretarse como una oportunidad y un desafío misionero que Dios ha puesto frente a las iglesias evangélicas de España hoy en día.
La observación de lo que está sucediendo en estos momentos me lleva a pensar que entre los miles de migrantes que han llegado y siguen llegando a este país hay personas como las que llegaron a Roma en los tiempos del apóstol Pablo, o como los españoles que fueron a la Argentina a fines del siglo diecinueve y comienzos del veinte.
Habrá algunos que pasando por la crisis del desarraigo y la libertad buscarán en las iglesias un refugio y un apoyo no solo espiritual sino también material y social. Ellos constituyen un desafío a la compasión cristiana y al sentido de solidaridad humana que acompaña la profesión de fe en Jesucristo. Estas personas pondrán a prueba la voluntad de las iglesias de no limitarse a un nominalismo evangélico formal sino proceder a una práctica de la fe con los riesgos y costos que ello implica.
Como cualquier persona desplazada y marginada estas personas traen su necesidad y traen también sus problemas a las iglesias. Nos desafían a ser como fue Jesús y a recordar las palabras del maestro en Mat. 25
“en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí lo hicisteis.” Para poder responder a este desafío hará falta que las iglesias además de escarbar en los cofres de sus recursos materiales, recurran a la oración y a la revisión de vida para fortalecerse en su identidad y disponerse a responder al desafío. Dependiendo de la sabiduría y espíritu de apertura con que las iglesias actúen algunas de estas personas llegaran a engrosar las filas de nuestras iglesias.
Habrá otros inmigrantes que traerán consigo una experiencia cristiana y una formación bíblica que pueden ser una valiosa contribución al cumplimiento de la misión en la España de hoy. Viniendo de América Latina vienen de un continente en el cual hay crecimiento numérico vigoroso y poblaciones receptivas al evangelio, iglesias vivas y capaces de responder a su contexto.
Algunos de estos hermanos y hermanas traerán su entusiasmo y su deseo de hacer obra misionera tal como lo han hecho o visto hacer en sus países de origen. Su presencia en las iglesias de España puede ser como un catalizador de nuevas empresas y aventuras misioneras y una especie de despertador para iglesias que han vivido intimidadas por un catolicismo nominal y una secularización anticristiana acelerada.
Será necesaria paciencia y sabiduría para recibir a estos nuevos hermanos y hermanas y ayudarlos a entender la situación española y aprender a trabajar con su entusiasmo pero con sabiduría y discernimiento. Hará falta en las iglesias un equilibrio delicado de apertura al vigor y entusiasmo que traen estas personas y de paciencia para el proceso de aprendizaje y adecuación a la situación española.
Un punto más se refiere a la cuestión de diversidad cultural. No todos los latinoamericanos son iguales y poco a poco se aprenderán, por ejemplo las diferencias entre quienes vienen de un trasfondo indígena con sentido comunitario y una ética confuciana y quienes vienen de un trasfondo más español, más individualista.
Un factor importante a tener en cuenta es que quienes migran son personas que por el hecho mismo de haber dado el paso de migrar demuestran que son emprendedores y capaces de tomar iniciativas. Ello significa un potencial para el bien y también para el mal que se debe manejar con sabiduría pastoral. Estas personas tienen capacidad de liderazgo y pueden llegar a ser miembros activos de sus iglesias y tomar un papel importante como laicos. Quizás el Señor termine llamando a algunos al servicio misionero integral en España misma o desde España en otras partes del mundo.
La migración ofrece también a las iglesias españolas la oportunidad de hacerse presente en la escena pública ya que las políticas del gobierno por si solas nunca podrán solucionar todos los problemas y tienden a ser burocráticas.
La acción organizada de los evangélicos podría dar pautas y su presencia e insistencia podría conseguir el uso de recursos del estado para servir a la comunidad.
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