Migración y misión cristiana (IV)Paso a referirme a algunos casos ilustrativos de la relación entre migración y misión en la experiencia evangélica del siglo veinte. Tomando en cuenta la migración europea hacia países de inmigración como Argentina adonde se dirigieron contingentes importantes de españoles e italianos.
Los estudiosos del Protestantismo en este país han observado que en el surgimiento de varias denominaciones evangélicas jugaron un papel clave varias personas y familias españolas e italianas que se convirtieron a la fe evangélica desde un catolicismo nominal o activo, precisamente al emigrar.
Fue la peripecia del exilio la que facilitó su adopción voluntaria de la fe evangélica de la cual llegaron a ser militantes activos. Usando como ejemplo el de su propia familia, el teólogo argentino José Miguez Bonino nos recuerda que en una tierra nueva, sin las estrechas ataduras sociales de sus pueblos y aldeas, y sin el control mental y social ejercido por el clero católico, estos españoles e italianos se convirtieron al Evangelio y se constituyeron en columnas de sus iglesias(1). En este caso, el desarraigo de la migración se convirtió en situación de libertad que permitía una opción religiosa distinta.
La fundación de iglesias y denominaciones evangélicas en algunos países del mundo de habla hispana se debió al trabajo evangelizador pionero de personas que habían conocido el Evangelio y adoptado su fe mientras vivieron en el exilio. El historiador Justo González menciona casos como éstos en la historia del Protestantismo en el Caribe(2). En las iglesias evangélicas de España he encontrado a muchos dirigentes o creyentes activos cuya conversión al Evangelio se dio durante las migraciones de las décadas de 1960 a 1980, en lugares como Suiza, Francia y Alemania. La red de iglesias evangélicas de habla hispana en Alemania conocida como COE ha sido objeto de un estudio cuidadoso desde perspectiva misionológica.
He mencionado dos palabras clave para entender la condición espiritual y social del emigrante:
libertad y
desarraigo. Se puede decir que son como el lado brillante y el lado oscuro de una y la misma experiencia que atraviesan las personas que tienen que emigrar. Ambos términos son parte de una situación de crisis, y para muchas personas el encuentro con Cristo se da precisamente cuando una situación de crisis los hace sensibles y abiertos a la Palabra de Dios que los llama a reconciliarse con Él.
Quienes evangelizan y hacen trabajo misionero saben que las crisis colocan a las personas en una actitud de mayor apertura al llamado de Dios. Además, dentro de la experiencia vital de las personas de cultura hispana, aun en aquellos cuyo catolicismo ha sido sólo cultural o nominal, quedan todavía rezagos de una memoria quizás oscura de Jesús que les llevan a buscar la iglesia en horas de crisis. Por otra parte las situaciones críticas ponen a prueba la apertura y la disposición de las iglesias a cumplir con su cometido de anunciar las buenas nuevas y de servir a los humanos en el nombre de Jesucristo.
En varios países latinoamericanos existen también dentro del Protestantismo las llamadas “Iglesias del Trasplante” o “Protestantismo de Inmigración” como los Luteranos, Anglicanos, Valdenses, Menonitas, que vinieron de Europa durante los siglos diecinueve y veinte a países de inmigración como Brasil, México, Argentina, Paraguay y Chile. En muchos casos eran parte de movimientos migratorios, que respondían a “políticas inmigratorias generales, cuando no a invitaciones expresas de las mismas élites modernizadoras que abren las puertas a las misiones.”(3) Es posible establecer una analogía entre este protestantismo de inmigración en América Latina y el catolicismo de inmigración en Estados Unidos al cual hicimos referencia antes. Sin embargo, es importante señalar que la analogía no es exacta con el caso del catolicismo latinoamericano procedente del siglo dieciséis. Así lo señala Míguez Bonino, “la Iglesia Católica española es trasladada a América e
impuesta a una población autóctona; las iglesias de inmigración son trasladadas
con la población original en la que nacieron.”(4)
Hay dos formas más de migración misionera que vale la pena mencionar. Una de las denominaciones evangélicas que se extendió notablemente en Argentina es la los llamados “Hermanos Libres” o “Asambleas de Hermanos” (como se les conoce en España). Esta denominación ha puesto mucho énfasis en el papel de los laicos en la vida de la Iglesia en una postura crítica del clericalismo. Su introducción en Argentina fue resultado de la labor de laicos que llegaron desde Gran Bretaña como empleados de la compañía británica que construyó el Ferrocarril. Fueron avanzando al interior del país conforme avanzaba la vía férrea. Sólo cuando ya existían varias asambleas en Buenos Aires y el interior solicitaron la venida de misioneros como maestros y discipuladores.
El otro caso digno de mención es el de las colonias Menonitas en el Paraguay. Originarios del movimiento Anabautista del siglo dieciséis en Suiza, peregrinaron debido a la persecución yendo hacia Alemania y Holanda. Su convicción de que seguir a Jesucristo implica una práctica de pacifismo radical y la negativa a tomar las armas, los llevó a formar comunidades que emigraron a países que les permitían mantener sus colonias agrícolas y los eximían del servicio militar.
En el siglo diecinueve fueron primero hacia Rusia y más tarde hacia Canadá, Estados Unidos, México y Paraguay. Posiblemente el caso más notable es el de Paraguay país que los recibió en 1927 y les asignó para colonizar algunas áreas del Chaco, una de las zonas más inhóspitas y áridas del país. La vida comunitaria, el trabajo organizado y una firme ética protestante (según fórmula weberiana) los llevaron a transformar esa área en un vergel. Hoy los Menonitas ocupan el primer lugar en la producción de lácteos y en agricultura. Aunque mantuvieron sus colonias un tanto aisladas en las primeras décadas, hoy hacen su valiosa contribución con aportes distintivos al Protestantismo paraguayo y a la vida nacional(5).
1) José Míguez Bonino, Towards a Christian Political Ethics (London, SCM, 1983).
2) Justo L. González, The Development of Christianity in the Latin Caribbean (Grand Rapids, Eerdmans, 1969).
3) José Míguez Bonino, Rostros del protestantismo latinoamericano (Buenos Aires, Nueva Creación, 1995); p.81.
4) Id., p. 83, énfasis del autor citado.
5) Un trabajo histórico reciente sobre el tema es Edgar Stoesz y Murie T. Stackley, Garden in the Wilderness (Winnipeg, CMBC Publications, 1999).
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