El setenta y cinco por ciento de los siete mil millones de seres humanos que poblamos la tierra cree en los milagros divinos. El otro veinticinco por ciento dice que no cree. Mal hecho. El primer milagro de Dios es Dios mismo. Su repentina aparición en la Historia sin explicar de dónde procedía.
Que Dios haga milagros es normal, pero que los haga un editor de libros no es normal.
Pues la obra de la que escribo es un milagro editorial. Incluir en un solo volumen los comentarios de Barclay a todo el Nuevo Testamento, desde San Mateo a Apocalipsis, lo considero una maravilla, un portento, digo más, un ejercicio de traumaturgia. Papel fino, si, letra pequeña, obligado, pero aquí está el libro.
Esta maravilla editorial queda empañada -¡qué lastima!-, por un desatino que no tiene perdón en este mundo ni en el otro. Una pequeña pegatina en la primera página en blanco lo advierte al lector. Dice: “Fe de erratas. Primera edición. Error tipográfico: La letra Ñ ha sido substituida por la N”.
¿Error? ¿A esto le llaman error? Es un disparate tan monumental como las pirámides de Egipto. La sustitución de una letra por otra da lugar a situaciones ridículas, risibles. En las primeras páginas de la obra explicando a San Mateo, leemos: “La matanza de los ninos”; “los anos intermedios”, y así todo el gordote libro. Lamentable. Muy lamentable.
Dejo a salvo el trabajo del traductor. El disparate no le es atribuible - ¡faltaría más!- Alberto Araujo, que tiene doctorados en Filosofía y Letras, maestro del idioma castellano, meticuloso, escrupuloso en cuantas versiones del inglés al castellano realiza, no es responsable de tamaña barbaridad. Creo lo contrario, que a Araujo hemos de darle muchas gracias y hasta besarle las manos por poner a disposición del lector hispano esta monumental obra del conocido biblicista escocés.
Otros son los responsables de la barbaridad idiomática. ¿Dónde estaban los impresores, los correctores de pruebas, los revisores de texto cuando se imprimía el libro? ¿Dónde estaban los editores? ¿Cómo un error de tanto bulto pudo pasar desapercibido a tanta gente? ¿Se imprimió el libro en algún lugar de la Gran Bretaña o de Estados Unidos donde odian nuestra eñe? En este supuesto, ¿no había por allí un solo hispano que advirtiera el castigo que se le estaba infligiendo al idioma de Cervantes?
Con todo, el tomo que ofrece la Editorial Clie es un lujo, un caudal de información Bíblica.
William Barclay nació el 5 de diciembre de 1907 en el condado de Wick, en Escocia. Estudió en la Universidad de Glasgow, en el Trinity College de la misma ciudad y en la Universidad alemana de Marburgo. En febrero de 1933 fue ordenado al ministerio pastoral por la Iglesia de Escocia, de comunión Anglicana. Durante catorce años ejerció el pastorado. En 1947 fue llamado por la universidad de Glasgow para dar clases de literatura y lengua del Nuevo Testamento. Allí permaneció hasta su jubilación en 1974. Falleció cuatro años después. Momento duro en su vida fue la muerte de una hija, ahogada en el mar. “Ese día hubo dolor en el corazón de Dios”, escribió Barclay.
A lo largo de toda su vida se dedicó a desentrañar los misterios del Nuevo Testamento. Además de otros libros, como “EL PENSAMIENTO DE SAN PABLO” ,“LA SOCIEDAD PERMISIVA” y “LOS DIEZ MANDAMIENTOS”, escribió un comentario a cada uno de los libros de la segunda parte de la Biblia, que Clie publica ahora en un solo tomo, tal como ha quedado escrito.
Para pastores, teólogos y biblicistas que se definen a sí mismos como conservadores o fundamentalistas, los escritos de Barclay son la obra de un comentarista liberal y han de ser leídos con precaución. Polémico en su posición doctrinal, Barclay nunca ocultó sus dudas sobre algunos aspectos de la fe cristiana. Se ha llegado a decir que Barclay “era un liberal y, en un sentido, un modernista”.
Sin embargo, su nombre es recordado con respeto y agradecimiento por los lectores de sus comentarios exegéticos del Nuevo Testamento. Aquí encontramos a un autor que sabe cómo organizar sus pensamientos. El tratamiento exegético que da al texto es de una ayuda incalculable para todos aquellos que deseen preparar sermones profundos y bien ordenados.
Barclay es un gran comunicador. Establece una perfecta combinación entre la interpretación del texto bíblico y su aplicación para el lector moderno.
Alberto Araujo, quien al traducir toda su obra ha debido empaparse a fondo de la teología y del espíritu de William Barclay, escribe una introducción muy corta al tomo de 1.277 páginas que estoy comentando. Ocupa menos de una página. ¿Por qué no te extendiste más, mucho más, Alberto? De este breve prólogo reproduzco para el lector el párrafo que considero más explicativo. Dice: “Además de las citas abundantes de los clásicos griegos y latinos universales a los que nos tiene acostumbrados….William Barclay nos introduce repetidas veces en la literatura rabínica tradicional sirviéndonos ejemplos abundantes en los que se muestra la encarnadura de Jesús en la cultura judía, dichos de los rabinos y sabios judíos, a los que presenta tan positivamente como negativamente”.
Desde luego, este comentario del Nuevo Testamento no es un tomo para llevar en el bolsillo interior de la chaqueta; es una obra para colocarla sobre la mesa de trabajo, abrir sus páginas y rebosar el corazón, el alma y la mente de sus enseñanzas inagotables.
Si quieres comentar o