Escribo estas líneas en la ciudad de Cajamarca, una de las ciudades más antiguas del Perú, el lugar donde en el año 1532 se dio el encuentro dramático entre el Emperador Atahualpa, último de los emperadores incas y los conquistadores españoles dirigidos por el extremeño Francisco Pizarro. Es una ciudad hermosa dentro de un valle que es un corredor de perenne verdura. Ciudad de población mestiza y arquitectura española, fue uno de los primeros lugares donde los conquistadores se establecieron y quedan muestras de arquitectura religiosa que refleja el estilo castellano y extremeño del siglo diecisiete.
He venido a esta ciudad invitado por la Convención Evangélica Bautista del Perú que realiza aquí su 41ª Asamblea anual bajo el lema “Organizándonos para crecer en armonía”. El principal predicador invitado es nada menos que el pastor David Coffey, británico y Presidente de la Alianza Mundial Bautista, quien ha estado visitando América Latina por varias semanas. Cajamarca está situada a 2,750 metros de altura, así que la primera noche tengo que reemplazar como predicador al Dr. Coffey cuyo organismo sufre los efectos de la altura.
La obra bautista empezó en el Perú en 1951 fundada por misioneros Bautistas del Sur de Estados Unidos y desde entonces ha crecido por todo el país, de manera que en esta Convención es posible escuchar a representantes de iglesias de Piura en el extremo norte y Tacna en el extremo sur. Su liderazgo es peruano si bien colaboran en tareas de evangelización y servicio a las necesidades humanas misioneros y recursos procedentes de Brasil, Argentina, Gran Bretaña y Alemania. Que iglesias bautistas como las de Cajamarca, que tienen poco más de quince años de existencia, puedan hacer de anfitriones de un evento nacional importante, es una señal del avance del Protestantismo en el interior del Perú.
El Protestantismo llegó a Cajamarca en la segunda década del siglo veinte, y los primeros misioneros fueron presbiterianos escoceses que realizaron obra médica y de evangelización. La ciudad que al comienzo fue sumamente hostil a la presencia evangélica terminó por reconocer el aporte que habían traído los misioneros. Una calle de la ciudad lleva el nombre de Sara McDougall, enfermera que se estableció en esta ciudad y dedicó toda su vida al servicio de los cajamarquinos. Uno de los patriarcas de las Asambleas de Hermanos, don Heriberto Elliott, tuvo también un ministerio fructífero desde Cajamarca, con visitas de evangelización a ciudades y rincones remotos de una vasta región.
Hoy se pueden apreciar frutos sorprendentes de aquella siembra temprana y se han multiplicado las iglesias evangélicas en la ciudad. Uno de los casos más notables es la Granja Porcón, una cooperativa agrícola que cubre unas diez mil hectáreas de extensión y que se caracteriza por el esfuerzo extraordinario de haber plantado millones de pinos que hoy cubren montañas y llanos y que han contribuido a mejorar notablemente el ambiente. Se llega a Porcón luego de un recorrido de hora y media cuesta arriba desde Cajamarca, y lo primero que sorprende a la entrada es un gran cartel: “Bienvenidos a la Cooperativa ‘Atahualpa Jerusalén’ Porque del Señor es la tierra y su plenitud”. La combinación del nombre del emperador indígena Atahualpa con el nombre bíblico Jerusalén da una idea de lo que es la vida de la comunidad. Todos los jefes de familia son evangélicos y no consumen ninguna clase de licor, en contraste con el resto de la población agrícola en la cual abundan las fiestas religiosas y la embriaguez. Conforme uno desciende hacia el local central donde están las tiendas de la cooperativa y el zoológico que atrae muchos turistas, se aprecian junto al camino grandes carteles con textos bíblicos de los salmos y los profetas alusivos a la creación, sus bellezas y grandiosidad.
La conversación con Alejandro Quispe y su hermano Manuel, dirigentes de la cooperativa, revela al tipo de líder evangélico laico, eficiente, conocedor de los fundamentos de la fe, con un sentido de lo político, y al mismo tiempo consciente del peso de responsabilidad que su liderazgo implica. Sólo un 8.8% de los habitantes de la Granja Porcón trabajan en “Yanacocha”, una mina de oro vecina a su territorio, que ha sido objeto de controversias por la contaminación ambiental y la escasez de agua que podría originar.
El sector pensante del Protestantismo cajamarquino agradece a Dios por los efectos de transformación social que el Evangelio ha traído a Porcón y al mismo tiempo comparte la preocupación por el tema del agua y el daño al medio ambiente que trae aparejada la actividad minera.
Mi anfitrión el Dr. Nicolás López, a quien conocí como estudiante de Medicina en Córdoba, Argentina, en la década de 1970, es anciano de la Iglesia Presbiteriana y comparte sus preocupaciones al mismo tiempo que me cuenta de la actividad intelectual intensa que lleva adelante un grupo de cajamarquinos. Entre ellos hay misioneros católicos europeos como Hans Hillebrand, biblista alemán y Miguel Garnett, escritor y teólogo británico, quienes han adoptado a Cajamarca como su tierra y se han quedado allí. Garnett ha escrito varias novelas como
Rondo,
Ojo de Pájaro y
Don Jasho, en las que retrata la vida de los campesinos y los desafíos que enfrentan con la modernidad y el pluralismo. Por su parte el Dr. Alonso Ramírez, Ingeniero Agrónomo que estudió teología en Escocia e hizo su doctorado en estudios interculturales en Estados Unidos desarrolla una variedad de tareas en educación teológica y coopera con la universidad local en la investigación filosófica y pedagógica.
Cajamarca es un ejemplo de cómo el Protestantismo ha avanzado en el Perú profundo y la variedad de ámbitos en los cuales puede medirse su influencia. En un país que heredó la tradición centralista de la administración política española es fácil olvidarse de lo que pasa en las ciudades del interior. En una próxima nota nos ocuparemos del Protestantismo peruano y los desafíos que enfrenta a nivel nacional.
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