La muerte del escritor egipcio desplegó un abanico de declaraciones por parte de jefes de estado y personalidades relacionadas con el mundo de la literatura. Hosmi Mubarak, presidente de Egipto, alabó el hecho de que Mahfouz expresara con su creatividad “los valores compartidos de ilustración y tolerancia que rechazan el extremismo”. Su homólogo francés Jacques Chirac recordó al escritor como “una gran figura de la literatura mundial y un hombre de paz, tolerancia y diálogo”.
Naguib Mahfouz nació en El Cairo el 11 de diciembre de 1911. Cursó estudios de filosofía y literatura en la Universidad Rey Faruc I, hoy Universidad de El Cairo. Compaginó sus estudios con trabajos en la Administración del Estado, siendo funcionario del Ministerio de Asuntos Religiosos, puesto que heredó de su padre.
Desde muy joven empezó a escribir para revistas y periódicos. A lo largo de su vida escribió 34 novelas, centenares de cuentos y ensayos, docenas de guiones cinematográficos y cinco obras de teatro. En 1988 se le concedió el Premio Nóbel de Literatura, que le confirmaría como “ padre de la prosa árabe”. Entre los argumentos para recibir el Nóbel destacan “el reconocimiento a su trayectoria como poeta, novelista y articulista”. La Academia Sueca reconoció el valor de su obra TRILOGÍA DE EL CAIRO, calificándola como “una demostración del arte árabe, el cual posee validez universal”.
Su obra más polémica, causante del atentado que sufrió, fue HIJOS DE NUESTRO BARRIO. Se publicó por entregas en un periódico de la capital egipcia y en forma de libro por vez primera en Beirut en 1967. En la actualidad el libro está vetado en Egipto.
“Esta obra es una alegoría que pretende destacar el papel de la ciencia en la sociedad moderna, sin desvirtuar el papel de la religión”, declaró Mahfouz en una larga entrevista en inglés concedida a la escritora Charlotte El Shabrawy en 1992. “Desgraciadamente, ha sido mal interpretada por aquellos que no saben cómo se debe leer una historia”.
En HIJOS DE NUESTRO BARRIO el autor combina una gran epopeya universal con el microcosmos de un barrio periférico, a la manera de Albert Camus en LA PESTE. Pero entre los personajes de la alegoría Mahfouz se refiere en tono liberal a Moisés, Cristo y Mahoma, tres grandes profetas del Islam glorificados en El Corán.
Extremistas islámicos consideraron HIJOS DE NUESTRO BARRIO como una grave ofensa y una blasfemia contra la religión musulmana. En 1979 fue incluido en las listas negras de varios países árabes por su apoyo incondicional al tratado de paz entre Egipto e Israel. La concesión del Premio Nóbel no apaciguó las iras del integrismo. Poco después el líder islamista radical Omar Abdel Rhaman, hoy en prisión por el atentado de las Torres Gemelas en Nueva York en 2001, le condenó a muerte por el contenido de LOS HIJOS DE NUESTRO BARRIO, lo mismo que harían en 1989 con Salman Rushdie por su libro LOS VERSOS SATÁNICOS.
Más recientemente, el pasado martes 8 de septiembre, el periodista sudanés Mohamed Taha fue secuestrado en Jartum, capital de Sudán. Tres días después apareció decapitado. El crimen fue obra de un grupo de musulmanes extremistas que lo acusaron de atentar contra la figura de Mahoma en un artículo que Taha había publicado un año antes.
Tras la sentencia de muerte a Mahfouz, un grupo de terroristas islámicos pasó a la acción. Ocurrió en octubre de 1994. Un miembro del grupo, enloquecido porque le habían dicho que Mahfouz atacaba al Islam en sus libros, le clavó un cuchillo en el cuello con la intención de quitarle la vida. En marzo de 1995 dos componentes del grupo terrorista, Mohamed Nafi Mustafá y Mohamed Al Malawi, presuntos autores materiales del atentado, fueron ahorcados en una cárcel de El Cairo.
Mahfouz sobrevivió al intento de asesinato, pero su salud quedó muy quebrantada. La agresión le dejó graves secuelas que le afectaron la vista, el oído y la parálisis del brazo derecho, lo que le impidió seguir escribiendo con normalidad.
Naguib Mahfouz fue una víctima de la intolerancia religiosa, en este caso islámica. La ira de musulmanes radicales, defensores de una interpretación equivocada del Corán, es temible. En nuestra época, la amenaza a la libertad de pensamiento, de asociación y de expresión no procede del superestado ideológico totalitario que inspiró a George Orwell su “1984”, sino de estas minorías fanatizadas que quieren imponer su doctrina de odio. Aunque, hay que decirlo, los terroristas islámicos no representan el verdadero rostro del Islam, ni la teología coránica, que preconizan la paz entre los pueblos.
Mahfouz fue siempre un baluarte contra los extremismos religiosos. Era firme partidario de la coexistencia en Oriente Medio de las tres grandes religiones monoteístas: Cristianismo, Islam y Judaísmo. Para él, la religión, cualquier religión, era “amor a la gente y a la vida” y “una relación íntima con Dios”. Por eso le preocupaban por igual los llamamientos a la violencia de Bin Laden y de George Bush. En sus artículos defendía ¡un Islam verdadero”, frente al radicalismo de líderes fundamentalistas de universidades egipcias, tales como Al-Ahzar o Asyut.
En sus declaraciones a la periodista El Shabrawy, Mahfouz dijo claramente lo que para él significaba la religión: “La religión debe ser interpretada de manera abierta. Debe hablar de amor y humanidad. La religión está relacionada con el progreso y la civilización, no consiste sólo de emociones. Desgraciadamente, en nuestros días la religión no satisface las necesidades de la civilización”. Palabras de sabio.
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