Cuando el alemán Josef Scheeben llega al tema de la predestinación en su libro LOS MISTERIOS DEL CRISTIANISMO le acomete una ardorosa pasión teológica y literaria y exclama: “¡Predestinación! Palabra tremenda, llena de contenido en la teología, pesadilla de la razón que cavila, terror de la conciencia miedosa”.
¿Somos salvos por decisión propia, porque hemos elegido cumplir a la letra y en el espíritu el plan divino de salvación o somos salvos porque desde la eternidad de los tiempos el mismo Dios predestinó que así fuera? ¿Es la salvación un don sobrenatural de Dios, como tantos otros, o el resultado de un movimiento de nuestra voluntad motora?
Defensores de una y otra hipótesis echan mano de la Biblia y con un texto de aquí y otro de allá, con ejemplos que acomodan a su pensamiento, prueban una posibilidad y prueban la contraria.
Luego surge otro conflicto, tan candente como los anteriores: ¿Cómo puedo estar seguro de mi salvación? ¿Puedo llegar a perderla después de haber sido salvo o una vez salvo siempre salvo, hasta el vuelo final a la inmortalidad? Mi salvación, ¿me ofrece seguridad absoluta de vida eterna?
En LA SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN cuatro autores exponen diferentes opiniones. Michael S. Horton, profesor de Apologética y Teología Histórica en California, escribe sobre lo que llama calvinismo clásico. ¿Y qué es esto? Sencillo: Calvino sostenía que toda vez que Dios es soberano en su creación, El es el único autor de la salvación. Escoge o predestina a quienes quiere que sean salvos y a quienes sentencia a ser condenados. Para Calvino, aquellos a los que Dios escoge son preservados eternamente en estado de Gracia.
Un segundo autor, Norman L. Geisler, presidente y profesor de Teología y Apologética en un Seminario de Carolina del Norte, trata de “Calvinismo moderado”. Para Geisler, en el calvinismo moderado figuran todos aquellos que proceden de una herencia calvinista, pero la han moderado de forma significativa en elementos relativos a la predestinación. Argumenta que la pérdida de la salvación es imposible. La seguridad eterna de los cristianos –según él- se fundamenta en la imputación de la justicia de Cristo. Entre los calvinistas moderados Norman Geisler incluye a los bautistas que en el siglo XIX se plantearon el tema de la predestinación, a los Hermanos de Plymouth y a otras denominaciones evangélicas.
El tercer autor que aquí escribe es Stephen M. Ashby, profesor de Filosofía y estudios religiosos en Indiana. Su especialidad es el “Arminianismo Reformado”. Dice que esta doctrina tiene sus raíces en el pensamiento del teólogo holandés del siglo XVI Jacobo Arminio, figura central del movimiento anticalvinista y fundador de la Iglesia Reformada de Holanda.
Arminio creía en la posibilidad de que el cristiano llegue a perder la salvación y caiga de la gracia. ¿Por qué? Porque según él no todos los regenerados son escogidos (también son ganas de complicar las cosas y hacer decir a Dios lo que uno piensa que Dios cree, o debe creer). Sin embargo, y esto a su favor, Arminio no admitía que el pecado produzca la pérdida de la salvación en un creyente. La única forma en que un cristiano puede perder la salvación es renunciando a su fe en Cristo. En contra de lo que creen denominaciones como la Iglesia Cristiana, Discípulos de Cristo, Iglesias de Cristo y otros grupos más o menos conservadores, el arminianismo sostiene que “es imposible para los creyentes, mientras sigan siendo creyentes, caer de la salvación”.
El último capítulo de LA SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN desarrolla el punto de vista del “Arminianismo Wesleyano”. Lo escribe Steve Harper, vicepresidente decano y profesor de formación espiritual en un seminario Teológico de Orlando, Florida.
El arminiamismo wesleyano es distinto del arminianismo original del teólogo holandés. Mientras que para Arminio la pérdida de la salvación se producía únicamente por dejar de creer en Cristo, los wesleyanos sostenían que esto era también posible “tanto por la incredulidad como por el pecado no confesado”. Añadían que la apostasía podía remediarse mediante un nuevo arrepentimiento.
En nuestros días –escribe Harper- “el arminianismo wesleyano puede encontrarse en los diferentes organismos metodistas y también en la mayoría de las denominaciones tradicionales y carismáticas”.
Este es un libro de estudio, sin duda; un libro de doctrina; pero es también un libro devocional que nos permite profundizar en las diferentes versiones que existen sobre un tema tan querido para el cristiano como es el de la salvación.
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